El patrimonio botánico del casco urbano de Elgoibar cuenta con elementos relevantes como el retoño del árbol de Gernika que crece en el parque de los Derechos Humanos, los tejos que podemos encontrar a su lado o la sequoia que busca la luz a la vera de la parroquia de San Bartolomé en el Bolatoki. La localidad, tal y como recoge Andoni Segundo en el libro Elgoibarko zuhaitzak. Gida eta sailkapen-gakoa, cuenta con más 60 especies diferentes de árboles repartidas por parques y plazas. Algunos destacan por su belleza, en especial en las épocas de floración, otros por su tamaño y también los hay que tienen un aura de leyenda y de misterio, como los ya citados tejos, unos árboles de una longevidad asombrosa que, pese a ello, se han vinculado a la muerte por el carácter tóxico de sus semillas.

Plantado en 1992

Pero si hay un árbol que está dando alegrías a los vecinos de Elgoibar que lo plantaron es el aguacatero que desde hace varias décadas crece en un pequeño jardín en las casas de Artetxe. Desde que Montse Cerrejón lo plantó en el año 1992 no ha parado de crecer y, lo que es aún mejor, de dar sabrosos aguacates de los que disfrutan tanto los miembros de la familia como otros muchos elgoibartarras a los que terminan regalando alguno de esos frutos ante la imposibilidad de aprovechar todos los que produce el prolífico aguacatero. “Solemos dar muchos aguacates a vecinos, amigos y, también, a algunos paseantes que pasan por delante de la casa y nos los piden. ¡Es que cuando está en la época de dar, da muchísimos! Recuerdo un día durante la pandemia que cayó tanta lluvia que se nos encharcó el jardín. Estábamos en casa y oíamos el ruido que hacían los aguacates al golpear el agua tras desprenderse del árbol. Aquel día recogimos unas 50 o 60 piezas. No sé dar una cifra exacta, pero el árbol producirá unos 100 kilos de aguacates al año”

Condiciones climáticas

El aguacate es una fruta originaria de Centroamérica, habituada por lo tanto a climas tropicales, cálidos y húmedos. En los últimos años ha pasado a ser una auténtica vedette gastronómica en las redes sociales. Se ha convertido en ingrediente destacado de todo tipo de preparaciones ayudado tanto por sus valores nutricionales como por razones de tipo estético derivadas del particular color verde de su pulpa que tan bien luce en las fotografías.

Aguacates partidos y enteros. Freepik

Tras cruzar el charco, el sur de España y la zona mediterránea se han afianzado como zonas en las que la plantación de este fruto ocupa cada vez un mayor terreno. En estos últimos años también se están llevando a cabo proyectos similares en el norte de la península y los resultados están siendo más positivos de lo esperado en un principio, teniendo en cuenta las particularidades climáticas de unas zonas y otras. Los promotores de estos proyectos cuidan mucho la tipología del suelo y el riego, y buscan zonas con menor riesgo de heladas, la gran amenaza para la pervivencia de estos árboles habituados a climas cálidos.

Toda precaución parece poca para alcanzar el éxito de la plantación, pero en el caso que nos ocupa lo cierto es que no se tuvo en consideración nada de eso, como recuerda Montse. “Los aguacates me gustan y los como desde hace muchos años. Me dijeron que la planta germinaba si colocaba un hueso de aguacate con dos palillos en un recipiente con agua y es lo que sucedió. Primero lo tuvimos en un bote de yogur y luego en un tiesto. Cuando vinimos a vivir a las casas de Artetxe, aproveché que tenía un pequeño jardín y lo planté para ver qué pasaba”. Y lo que pasó es que empezó a crecer y así lo ha seguido haciendo hasta alcanzar una altura que supera por mucho la de las pequeñas casas de dos plantas que caracterizan a esta urbanización diseñada por el arquitecto elgoibartarra Pedro Muguruza. Sin embargo, tocó esperar unos cinco o seis años hasta poder degustar los primeros frutos, y lo cierto es que la experiencia no fue lo satisfactoria que esperaban, por lo menos al principio. “Los primeros aguacates que probamos eran insípidos, no tenían sabor. Dos años después, la situación cambió para bien. No sé qué sucedió en el árbol, pero empezó a dar unos frutos que estaban buenísimos”.

Un placer gastronómico

La proximidad de la primavera sirve de toque de atención para que el aguacatero empiece a activarse y a dar sus primeros frutos. De hecho, ya se pueden ver muchos aguacates colgando de sus ramas. Solo queda esperar a que caigan, como si de una lluvia de aguacates se tratara, para saborearlos. “Solemos recogerlos cuando caen al suelo. Este año ya hemos comido algunos, aunque todavía están un poco verdes, pero bastan unos días en el frutero para que maduren. Cuando hace más calor es cuando más frutos da. El aguacate es más grande y está más maduro en verano por lo que se suelen chafar un poco cuando golpean contra el suelo, pero el sabor que tiene en esa temporada es espectacular, es mantequilla pura”.

En sus más de treinta años de vida, el aguacatero de Artetxe ha soportado más de un día de frío, pero eso no parece haberle afectado pues, a día de hoy, sigue luciendo en todo su esplendor, haciendo gala de un tupido follaje a lo largo de sus más de quince metros de altura. “Es un árbol de hoja perenne. Tiene hojas todo el año, pero recuerdo una ocasión en la que una fuerte helada hizo que se quedara totalmente pelado. Pensamos que había muerto y que habría que cortarlo, pero llegó la primavera y recuperó las hojas. Volvió a dar aguacates como si no hubiera pasado nada y ahí sigue, espero que por muchos años, dando y dando aguacates.“