El libro A cielo abierto, Donostia desde los tejados, comenzó a gestarse por casualidad, cuando en junio de 1996 su autor, Javier López Altuna, licenciado en Ciencias de la Educación y Artes Plásticas, se subió a su azotea para reparar la antena de televisión.

Fue en ese mismo instante cuando se enamoró de unas vistas de Donostia incomparables, que desde las alturas se apreciaban con una óptica diferente, mucho más panorámica. Inmediatamente, sacó su cámara con la idea de un proyecto que no retomó hasta 2017.

A lo largo de estos últimos seis años, López Altuna ha retratado la ciudad donostiarra mirándola desde las azoteas, donde ha contemplado sus transformaciones y sus puntos más emblemáticos a través de una mirada única.

El origen de este libro no es premeditado. En 1996 subió a la azotea de su casa en la calle Pedro Egaña para arreglar la antena de televisión, y se llevó una bonita sorpresa...

Al subir al tejado, me encontré con un decorado caótico y sugerente al mismo tiempo. Había antenas y cristales rotos, cables por todos lados... Cuando levanté la vista vi el águila que está en la casa que hace esquina con la Plaza del Centenario. Es una imagen icónica de Donostia que tengo grabada desde que era niño. Me sorprendió mucho verla desde su misma altura y desde la parte de atrás, donde se apreciaba su estructura de sujeción. También veía el Adarra con una luz muy especial. Me pareció un escenario muy bonito y atractivo e inmediatamente comencé a hacer fotos. Tuve claro que me apetecía hacer este tipo de trabajo. 

Sin embargo, el proyecto quedó paralizado y no lo volvió a retomar hasta más de 20 años después, en 2017.

Al principio no disponía de la tecnología con la que contamos hoy en día y me tenía que poner en manos de otras personas. En 2017 volvió a salir el tema, de forma fortuita, en una conversación. Me percaté de que podía desarrollar el proyecto por mi cuenta gracias al mundo digital, que me permitía ser autosuficiente. Me lancé a hacerlo y han sido seis años subiéndome a los tejados de los diferentes barrios de Donostia.

Nunca se ha dedicado profesionalmente a la fotografía, pero imagino que es un ámbito que le suscita un gran interés. 

–La fotografía siempre me ha interesado como recurso gráfico, pero antes de realizar el libro nunca había llevado a cabo un trabajo fotográfico de este calibre.

¿Este retrato de la ciudad desde las alturas ha cambiado su perspectiva sobre ella?

–Mi perspectiva de la ciudad no ha cambiado. Sí he notado que han evolucionado los propios tejados, ya que antes estaban mucho más destartalados. Ahora, en cambio, están muy cuidados. Además, como punto de observación de los cambios que se dan en la ciudad, las azoteas son una herramienta muy interesante. De hecho, muchas de las zonas que salen en el libro están modificadas o van a modificarse pronto respecto a cómo estaban en el momento en que saqué las fotos.

De alguna manera, ¿siente que ha descubierto más los tejados que la propia ciudad?

Exactamente. Por ejemplo, en la azotea que hay en uno de los edificios del camino de Mundaiz hay una vida vegetal y animal increíble. Al final, la ciudad ya la conocía, pero las azoteas han sido todo un descubrimiento.

¿Cuál ha sido la zona o la azotea que más te ha impresionado?

La torre de Egia es espectacular. Por otro lado, hay una cúpula giratoria en el museo Eureka que en realidad es un observatorio astronómico. Tienes una perspectiva de 360 grados de Donostia y también se puede disfrutar de las instalaciones.

Estamos en la azotea de Tabakalera. Cuéntenos lo que podemos ver desde aquí.

Es un lugar alucinante porque proporciona una visión muy completa de Donostia. Comenzando desde la torre de Egia y la aguja de la iglesia de San Ignacio, pasando por la terminación de Gros, los primeros edificios de Miracuz y el paseo Colón, hasta la desembocadura del río. A la izquierda tenemos el hotel María Cristina, el paseo de los Fueros, los puentes y el área romántica de la ciudad. Siguiendo el hilo del río, llegamos hasta Anoeta. Es una vista muy general y centrada en un protagonista poco valorado como es el río.

Nos situamos cerca del parque Cristina Enea. En el libro se menciona la importancia de que las zonas verdes convivan con las urbanas. ¿En Donostia se respeta esta premisa?

Yo creo que bastante. Ahora mismo se trabaja en la línea de que no solamente haya zonas verdes en las ciudades, sino también en las azoteas de los edificios. Es una estrategia a nivel internacional que se incluye en los planes de lucha contra el cambio climático, pues se intenta reducir la emisión de calor.

Es más bonita Donostia contemplada desde arriba? 

La verdad es que es preciosa desde arriba. Se tiene la oportunidad de ver, desde perspectivas diferentes, cosas que de por sí son muy bonitas, sobre todo el río. Por ejemplo, en las fotos desde el hotel Amara Plaza sobre el río, descubres gran parte de su belleza. El río desde las alturas cobra otra dimensión.

En Euskadi no acostumbramos a hacer vida en las azoteas, ¿verdad?

En primer lugar, debido al clima, pero también por una cuestión cultural. Lógicamente, la zona del Mediterráneo ofrece otras posibilidades en este sentido. No obstante, actualmente los edificios se están abriendo mucho al cielo, también en Euskadi. Es un atractivo que deberíamos aprovechar más y que la gente disfruta mucho, más aún en una ciudad tan espectacular como la nuestra.

El ‘marco incomparable’ de la bahía es la postal más bonita de la ciudad. Aun así, ¿cree que el interior de Donostia está infravalorado?

La bahía lo tiene todo: naturaleza, arquitectura, urbanismo, vistas... Quizás el recorrido del río sí ha quedado en un segundo plano, aunque creo que cada vez se está revalorizando más. La primera línea de mar ya está aprovechada, pero creo que el Urumea representa el eje de expansión en estos momentos y que no se ha descubierto al 100% por la ciudadanía en general. Da mucho juego y lo seguirá dando en el futuro.

¿El río es la joya oculta de la ciudad?

Yo creo que sí. El río y todo lo que hay a su alrededor. También el parque Cristina Enea, un lugar maravilloso.

¿Cómo valora las transformaciones experimentadas por la ciudad en los últimos tiempos? ¿Considera que, en general, se está acertando con las renovaciones?

Las renovaciones son inevitables, pero creo que hay que poner mucho énfasis en no eliminar las cosas valiosas que ya hay. Cuando vas a Praga o Dublín, no visitas un barrio de oficinas muy bonito recién edificado, sino la zona donde hay una carga histórica y un cierto encanto. Aquí veo que se están cargando con demasiada facilidad elementos arquitectónica y urbanísticamente muy valiosos, y eso es porque no hay un marco normativo de conservación. Es una pena y un error si prescindimos del valor añadido que tiene Donostia a nivel patrimonial.

En el libro se explica que una de las características principales que tenemos aquí es la ‘lucha’ que se forja entre el mar, el monte y el cielo...

Para mí, la mayor atracción de Donostia son las olas del Paseo Nuevo durante los días de temporal. En ese instante se evidencia como nunca la lucha mencionada en el libro. Donostia se ha construido sobre una marisma y con el fin de proteger a la ciudad del mar.

En su obra hace referencia a los Beatles. Su concierto más emblemático fue en lo alto de una azotea. El último que ofrecieron...

Fue el fin de una era pese a que en ese momento no se sabía. Ya no había vuelta atrás. Es una imagen icónica que me vino a la cabeza a la hora de elaborar el libro. En lo que respecta a las azoteas, aquel concierto de los Beatles es el acontecimiento por antonomasia.

¿Subir a una azotea es un buen antídoto para alejarse del estrés del día a día?

Considero que es una de las mejores ideas para liberarse de él. Es un acto muy fácil de llevar a cabo y ayuda a coger distancia respecto a los quehaceres cotidianos y laborales. Es muy saludable y terapéutico. Sientes que no has perdido el contacto pero al mismo tiempo te tomas un respiro para descansar. Esa sensación es uno de los motores que impulsó el inicio de este trabajo. Una azotea es un sitio en el que aparentemente no pasa nada y eso sirve para alejarte de la monotonía. Miras hacia abajo y observas el transcurso del día a día de las personas. Al hacerlo sientes un cierto poder. Estás lejos y cerca simultáneamente, con la sensación de que todo está al alcance de tu mano. Las distancias desaparecen y todo se vuelve más accesible, al menos aparentemente.

¿Tiene algún proyecto de este tipo en mente de cara al futuro?

Me gustaría reeditar el libro y también darle continuidad haciendo un trabajo similar en otras ciudades.