El arte de decorar la playa de Zarautz
Cualquiera que se acerque a Zarautz, al ver la postal de la villa en la entrada puede apreciar que los toldos de la playa se ven reflejados en el cartel. Toldos acogedores, azules y blancos (la mayoría) que ya son parte de la historia de la localidad zarauztarra. En total, durante la temporada estival, hay más de 500 toldos y están ordenados en fila en la parte de detrás del arenal.
Llegar a todos los toldos es imposible. Por eso, el negocio está dividido en dos. Son dos las empresas que se encargan de ofrecer el mejor servicio posible a los zarauztarras y a los veraneantes de la villa. El dueño de la mitad de los toldos es el zarauztarra Iñigo Garcia.
Garcia cogió el negocio en el año 2002 con 25 años, pero un año antes empezó a trabajar de toldero al saber que el próximo verano sería él el encargado de gestionarlos.
“Un año antes de empezar con los toldos estuve aprendiendo de mi suegro, que llevó el negocio durante 42 años. Después de jubilarse su hermano (que tenía la otra mitad del negocio) una empresa se encargó de gestionar los toldos durante cuatro años. Al no llevar el mantenimiento como es debido decidieron hablar con mi suegro y ahí es donde entro yo. Al coger el negocio me ayudó durante años y me enseñó a atar los toldos, anticipar galernas, controlar mareas... Sabíamos que sería sacrificado este trabajo ya que es verano y lo dedicas íntegramente al trabajo, pero dimos el paso. Los clientes lo agradecieron mucho por el servicio que damos”.
Antes de todo eso, Garcia pensaba que el trabajo de toldero era “un chollo”. Después se dio cuenta de que había que trabajar mucho para ofrecer un servicio de calidad. “Yo pensaba que esto era fácil, pero tiene su complicación. Además la zona de la calle, que es la nuestra (la parte de la izquierda del arenal visto desde el malecón), la mar sube mucho más que en la otra zona. Entonces aquí hay mucho más trabajo. Recuerdo mi primer año que fue muy duro. Pensé ¿dónde me he metido?”.
Garcia no se imaginaba estar tantos años ofreciendo el servicio. Tampoco pensaba en ello ya que “cuando eres joven está bien y hay que hacerlo. Además ya estaba con la mujer y aquí todo el trabajo, de cara al público, se resume en tres o cuatro meses, como mucho. Luego durante el resto del año es mantenimiento de los toldos, que además lo hacemos nosotros. Cosemos los toldos, reparamos las sillas y los bancos o hacemos nuevos. El material se deteriora más fácil en la playa porque pega mucho el viento, el salitre, la arena... durante el mantenimiento trabajamos mucho”.
El trabajo del toldero requiere una dedicación de 24 horas al día. Las mareas no entienden la rutina del ser humano y es él quien se tiene que adaptar a ellas. “A las noches también sube la marea. Muchas veces he tenido que venir a altas horas de la madrugada por la pleamar. Sin ser mareas vivas y si la mar está calmada ya sé hasta dónde sube el agua. Si hay mareas vivas y la mar no está tranquila el agua llega hasta la pared, incluso salta al malecón, y ahí hay que prevenir la situación. Calculamos que si la pleamar es a las 16.00 horas y hay mareas vivas con un fuerte oleaje tenemos que empezar a recoger todos los toldos tres o cuatro horas antes del acontecimiento. Sólo dejamos los palos ya que los metemos hasta dentro”.
Garcia comenta que se tarda alrededor de seis días en montar toda la playa al comienzo de la temporada estival entre cuatro personas. Una vez que está todo montado, en verano, cuando hay mareas vivas y hay que quitar todos los toldos tardan unas dos o tres horas desmontando todo.
Los trabajadores
Garcia confiesa que antes era “más difícil” encontrar trabajadores para la labor de los toldos, pero lleva unos años que la tarea de contratar tolderos es más fácil. “Creo que ahora los jóvenes prefieren este trabajo porque, comparado con la hostelería, son menos horas y además aquí sólo trabajan por la mañana o por la tarde y eso hace que no estés todo el día en el trabajo y tengas tiempo libre”.
Dos de los trabajadores de este año son Asier Garcia y Erik Loidi. Ambos tienen 19 años y es su segundo año consecutivo que realizan la labor de tolderos. Empezaron a trabajar el año pasado porque “había que ganar algo de dinero”. Además, destacan que trabajar en la playa y al aire libre es más agradable que “estar ocho horas metido en una fábrica o empresa”.
Ambos coinciden en que es un trabajo “duro y sacrificado”, pero que es una labor que la hacen “a gusto” ya que el tiempo que gastan en el trabajo no es tanto y ganan dinero para después salir de fiesta y “para los estudios. Durante el invierno estamos en Santander ya que estudiamos ahí y el dinero que ahorramos aquí durante los tres meses trabajando lo podemos gastar ahí. Además, ganando nuestro dinero lo cuidamos y lo valoramos muchísimo más”, concluyen.
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