Donde iban los enamorados en las primeras citas (y siguientes); donde muchas personas han reído o llorado alguna vez; donde, por unas horas, el mundo parecía distinto. Todo eso y mucho más era antes ir al cine. La gran pantalla está rodeada de un halo de nostalgia en unos tiempos en los que los dispositivos móviles ponen al alcance de la mano todo tipo de espectáculos audiovisuales.
Pero, ¿cómo aterrizó el séptimo arte en Arrasate? Cuenta el investigador y cronista mondragonés José María Uranga (1914-2005) que las primeras proyecciones, entonces de cine mudo, tuvieron como escenario el salón de plenos del ayuntamiento. Se desconoce la fecha del inicio –principios del siglo XX–, aunque se sabe que posteriormente se trasladaron a unos locales del Círculo Carlista, en el número 28 de Erdiko kale, tal y como apunta Alberto Loiti en su libro Arrasate 1890-1940. Mondragón.
En 1915, y con un aforo para 96 espectadores, el cine mudo con explicaciones en forma de textos intercalados llegó a los bajos de la casa de Mardo (familia de Benito Abarrategi), situada en el número 10 de la calle Olarte. “Gracias a la ingeniería de la época se levanta una caseta voladiza sobre el río Aramaio, donde se ubica la sala para el proyector hasta que una crecida se lleva la estructura por delante”, relata Loiti.
Siete años más tarde se inauguró el que se bautizó como Salón Sport. Se habilitó en la pista del trinquete que existió en la calle Maalako Errebala, en los bajos del palacio Okendo. Los partidos de pelota se alternaban con la función de sala de cine. Además, en cada película, como recuerda el escritor Josemari Velez de Mendizabal, sonaban las piezas que interpretaba al piano Prudencio Usabiaga.
El salto se dio en febrero de 1928, cuando se estrenó el Cine Bedia con la película Miguel Strogoff o el correo del zar. Promovido por Cristóbal Bedia y diseñado, con sus 650 butacas, por el arquitecto oñatiarra Damián Lizaur, se emplazó en la trasera del edificio Mendicute de Biteri Etorbidea, junto a las desaparecidas oficinas de la Unión Cerrajera.
El primero sonoro
Como era de esperar, este equipamiento, con unas instalaciones mucho más confortables, terminó desbancando al trinquete, cuyos propietarios, que se resistieron a abandonar el negocio, adquirieron un solar en la calle José María Resusta (hoy Iturriotz), frente al consistorio, en el que vio la luz el Cinema Popular. Comenzó a construirse en 1929 a cargo del arquitecto Ramón Cortázar, y tuvo su puesta de largo con la proyección del filme El Arca de Noé. Esta sala, tal y como rememora Loiti, fue la primera de cine sonoro en todo el territorio, y albergó también zarzuelas como El Caserío y Katiuska.
“Esta enconada competencia, que llegará a propiciar algunos estrenos nacionales en Mondragón, se prolonga hasta 1939, fecha en la que el cine Bedia tiene que cerrar. Tras una guerra feroz el más débil se hunde”, destaca Loiti. Ese mismo año el Cine Popular pasó a llamarse Ideal Cinema y, más tarde, adoptó el nombre de Alai Zinema que estuvo en marcha hasta 2003.
En este recorrido, envuelto en entrañables recuerdos, hay que citar al Cine Gurea, que la asociación Juventud Deportiva de Mondragón impulsó en el frontón del mismo nombre. Hacia 1949 se acometieron obras de reforma y durante las próximas décadas, la popular sala, que en 1987 pasó a ser gaztetxe, compartió protagonismo con el Ideal Cinema.
Fueron testigos del devenir histórico del cine en la villa cerrajera; vivos aún en la memoria de distintas generaciones (al igual que las proyecciones que se montaban en barrios como Musakola). Cuando el Alai echó la persiana, la oferta de cine comercial pasó a manos del Consistorio, que asume su explotación desde 2005 en el Amaia antzokia; un teatro que en décadas anteriores ya fue punto de encuentro de los amantes del séptimo arte, como lo eran el resto de salas entonces en activo. El Amaia, escenario de otras muchas expresiones artísticas, mantiene encendida la llama del cine en Arrasate.