El legazpiarra Manolo Agirre siente verdadera pasión por la música. Nadie quiso enseñarle a tocar la trikitixa y aprendió por sí mismo. Además, ha tenido dos accidentes que le han hecho perder un dedo y le han dejado inutilizados otros. Pero sigue tocando el acordeón en la rondalla de Legazpi.

Agirre nació en 1947 en el caserío Mantxola. Estaba predestinado a tocar el acordeón. Un tío por parte de madre, el etxarriarra Josetxo Garziandia, se ganaba la vida tocando este instrumento de pueblo en pueblo. Y su padre también tocaba un poco el acordeón.

Con 16 años le comentó a su padre que quería tocar trikitixa y le consiguió un acordeón. “En Radio Arrate anunciaban un acordeón y fuimos a la emisora a comprarlo. Le costó 3.000 pesetas. Era mucho dinero”.

Ya con el instrumento en la mano, llegó la hora de tocarlo. Ormazabal, del bar Isabel de Urretxu, le comentó que le veía maneras y le recomendó tomar clases. No consiguió que nadie le enseñara: algunos porque no se sentían capacitados y algún otro porque no quería compartir su conocimiento con alguien que le podía hacer la competencia. Así, tuvo que aprender él solo. Para cuando acudió al trikitilari de Larraul Martin Aginagalde, que tenía una escuela en Villabona, fue tarde. “Había tenido que aprender por mí mismo y me dijo que para cuando fui a donde él era tarde. Que tenía vicios y sería imposible corregirlos”.

Se las tuvo que arreglar para aprender tocando de oído, pero le ha bastado para convertirse en un acordeonista muy conocido en Legazpi y alrededores. Solía tocar en los eventos familiares y las celebraciones con los amigos y desde hace una quincena de años toca también en la rondalla Alaitasuna de Legazpi.

Su gran sueño era tocar el acordeón y no ha dejado que varios accidentes trunquen su sueño. En la mano izquierda perdió un dedo y la movilidad del resto cuando un ventilador le enganchó la mano (llegó con ella colgando al hospital y se desmayó nada más llegar). En otro accidente, perdió un trozo de un dedo de la mano derecha. Tras nueve operaciones, a base de ejercicios con una pelota, consiguió recuperar la movilidad de los dedos de la mano que sufrió el accidente con el ventilador. Después practicó hasta conseguir volver a tocar el acordeón. Utiliza tres dedos de la mano derecha y uno de la izquierda.