legados a este punto de la quinta ola, la palabra “normalidad” suena ya vacía por dos motivos. El primero es que, aunque llevemos más de un año hablando de recuperarla, la forma en la que vivíamos antes de marzo de 2020 no tiene pinta de volver ni en el corto ni en el medio plazo. El segundo, quizás más significativo, es que lo “normal” es ahora llevar mascarilla y mantener las distancias.

En este punto de la incómoda “nueva normalidad”, con la incidencia vírica disparándose en julio, en pleno arranque de la temporada estival, este verano podría haber sido un nuevo golpe a la hostelería de la comarca del Bidasoa. Por fortuna, no está siendo así. No, al menos, para los responsables del Gran Sol de Hondarribia y del Café Irun, Mikel Muñoz e Iñaki Galarza respectivamente. Consultados por NOTICIAS DE GIPUZKOA, de las palabras de ambos hosteleros se infiere una sensación de esperanza moderada.

No es para menos. Según las cifras de ocupación hotelera de Bidasoa Activa para el mes de julio, mientras que los hoteles de Hondarribia se llenaron al 70%, casi como en julio de 2020, los de Irun recuperaron niveles previos a la pandemia, alcanzando un 90% de ocupación. Sin embargo, la afluencia de turistas está siendo especialmente evidente en la Parte Vieja y en la calle San Pedro de Hondarribia en esta temporada estival.

Justo en el centro de esa vorágine, las colas para probar alguno de sus famosos pintxos han vuelto a ser el pan de cada día en el Gran Sol. “No sé si hemos vuelto a los niveles de actividad previos a toda esta locura, porque tampoco recuerdo la sensación exacta”, confiesa Muñoz, que sin embargo afirma con rotundidad que “las jornadas laborales de este verano están siendo auténticas palizas, lo cuál no es mala señal”.

Lo que el chef hondarribiarra tiene claro es que desde que su establecimiento volvió a la actividad en junio las sensaciones están siendo muy positivas: “Estamos trabajando super bien, en agosto Hondarribia está hasta la bandera”.

Pero, aún teniendo clientes “a tutiplén”, en palabras de Muñoz, en el Gran Sol no terminan de sentir que este sea un verano normal. “Seguimos teniendo que hacer un poco de policías, porque cada región tiene normativas diferentes y aún hay que andar un poco a la gresca con según qué clientes”, asevera el cocinero, que asegura que en el restaurante están siguiendo todas las medidas sanitarias “a rajatabla”.

Entre esas normas que hay que cumplir, también está la de atender a los clientes ya sentados en la mesa, medida que chocó en 2020 con el sistema de trabajo del Gran Sol y a la que hubo que adaptarse. “Antes atendíamos a la gente en barra y en los barriles que tenemos en la terraza no había sillas, hubo que cambiar todo eso”, explica Muñoz, que cree que, aunque el nuevo método de atención permite dar un mejor trato “más cercano y personalizado”, a los comensales, también ralentiza los servicios, genera más colas y, por ende, “la facturación sufre”.

Por el momento, el responsable del Gran Sol no sabe si esta forma de trabajo ha llegado para quedarse o si se podrá volver en algún momento a la anterior. Lo que sí piensa es que este verano “ya está salvado”, y pone toda su esperanza en que a partir de ahora todo vaya “para delante, porque como volvamos atrás va a ser para echarse a llorar”.

Algo más conservador en su optimismo, pero con el mismo fondo esperanzado, Iñaki Galarza cree que en Irun en verano está siendo un poco más “flojo”, si bien cree que la dispersión de turistas a raíz de la pandemia ha beneficiado algo a la ciudad bidasotarra.

En el caso del Café Irun, la pandemia ha supuesto un “golpe durísimo” a su actividad, según indica su responsable. “Independientemente de que estemos en un polígono y de que tengamos una actividad matinal de cierta intensidad sirviendo cafés y comidas, nosotros trabajamos mucho con el ocio nocturno, los eventos y las bodas y eso se terminó de la noche a la mañana y no se ha recuperado del todo”, narra Galarza.

Además, aunque el establecimiento pudo funcionar el verano pasado, el Café Irun estuvo cerrado desde octubre de 2020 hasta este pasado 13 de julio. La fortaleza económica del negocio ha permitido no solo resistir los embates de la pandemia, sino aprovechar el cierre para readaptarse y realizar un profundo lavado de cara al local.

Con fuerzas renovadas para continuar el camino, las instalaciones del Café Irun parecen otras. “Hemos planteado un recorrido por la historia musical del siglo pasado con la decoración, con una zona para el blues, otra para el hip-hop yotra para el rock”, cuenta el hostelero. La intención de Galarza es, como lo ha ido haciendo hasta ahora, dar mucha importancia a la música y, en particular, a los directos en el establecimiento, pero “por ahora no es viable programar nada”.

En ese sentido, Galarza pone la mirada en octubre, pues cree que para esas alturas del año ya se podrá comenzar a celebrar eventos con cierta “normalidad”. Solo queda que el tiempo le de la razón; crucemos los dedos por que no se la quite.

“Seguimos teniendo que hacer un poco de policías porque cada región tiene normas diferentes”

Gran Sol, Hondarribia

“Este año y medio de pandemia ha sido un golpe durísimo; el ocio nocturno no se ha recuperado del todo”

Café Irun