l tratamiento que el Ayuntamiento debería dar a los alcorques de los árboles, en los que crece la hierba desde que hace tres años se dejó de usar el herbicida antes más común, el glifosato, trae de cabeza a los responsables municipales, que no se ponen de acuerdo sobre el método idóneo para controlar la vegetación en los pequeños trozos de tierra en los que se yerguen los ejemplares plantados en las calles.

En los últimos tiempos, los responsables de la limpieza de las vías públicas de Donostia han hecho de todo. Desde retirar a mano las hierbas que proliferan a los pies de los troncos, hasta echarles agua caliente y vinagre, aplicar productos ecológicos y tapar la tierra con una especie de asfalto o goma. Pero la naturaleza sigue creciendo a los pies de los árboles, para desesperación de muchos vecinos, que se quejan al Ayuntamiento de la situación, y el agrado de otros, que no ven con malos ojos la frondosidad natural que rodea los troncos.

Hace unos años, y en vista de la que la Unión Europea tenía previsto prohibir el glifosato por ser un herbicida potencialmente cancerígeno, el Ayuntamiento de Donostia lo desterró, al igual que algunas ciudades europeas, y el efecto fue inmediato.

Las hierbas empezaron a crecer por sus fueros alrededor de los árboles y, en algunos casos, hasta alturas importantes. Pero finalmente la Unión Europea no vetó el producto que, según señalan algunos informes, podría haber sido objeto de una campaña negativa por intereses comerciales.

En cualquier caso, la licencia del glifosato se renovó en la Unión Europea hasta diciembre de 2022, con el voto favorable de 18 estados y nueve en contra, liderados por Francia, el país más contrario al producto, que se ha estado usando principalmente en la agricultura y contra el que Greenpeace ha hecho fuertes campañas por considerarlo muy dañino.

En Donostia, ante la duda, el producto sigue prohibido, aunque algunos corporativos no lo vean con buenos ojos por el trabajo que supone mantener a raya el crecimiento de las denominadas malas hierbas.

Hace unos años, el Consistorio probó también a contener la vegetación con la colocación de placas metálicas sobre la tierra, pero muchas desaparecieron por la acción de los amigos de lo ajeno y, además, por las rendijas caían numerosas colillas de cigarro, que son muy difíciles de retirar, y excrementos de mascotas. Además, no contienen la vegetación y las hierbas consiguen colarse por los huecos.

Experiencia

Corteza de árbol y piedras

En la actualidad se han buscado otras posibles soluciones. En algunos lugares se han cubierto los alcorques con una especie de goma similar a la de los parques infantiles y se ha iniciado una experiencia en la calle Reina Regente, donde se puede ver cómo se ha colocado corteza de árbol con piedras sobre tierra de los alcoques para que no crezca la maleza. La idea usada en Málaga, donde la tierra se tapa con azulejos pequeños de modo ornamental, está descartada.

Ahora, el Ayuntamiento hará uso de una subvención de 39.000 euros del Departamento de Medio Ambiente de la Diputación para llevar a cabo una experiencia piloto en 250 árboles de tamarindo en la Zurriola, Alderdi Eder y la plaza de Cervantes, que en otoño se extenderá a un millar de árboles de toda la ciudad. La iniciativa se ha probado en ciudades como Vitoria, Barcelona, Valencia y Huesca, de donde procede la empresa Hidrobiology que se encargará de llevar a cabo la acción. Consiste en sembrar plantas herbáceas con flor, protegidas para evitar que entren los perros, y soltar sobre ellos insectos antiplagas. De este modo, se evitará usar productos químicos y brotarán unos alcorques floridos y sanos, aunque su mantenimiento seguirá siendo una tarea necesaria ya que el único producto que ataja de raíz las hierbas es el glifosato, según señalan sus defensores.

Las flores, por otra parte, también pueden verse en algunos de estos cuadrados de tierra de la trama urbana, aunque en este caso han nacido de forma natural. Por ejemplo, en el Paseo de Colón, donde las margaritas han brotado sin ayuda de nadie.