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Pepe Moral, al natural

No tuvo premio por su manejo de los aceros, pero ofreció un toreo de altura, desde el capote a la muleta

Pepe Moral, al natural

Azpeitia- Pepe Moral lo vio claro: a esos toros de Cuadri hay que ir a buscarlos, no puedes esperar a que vengan ellos a ti. Se trata de provocarlos y buscarles las vueltas, hacer que se muevan. Fue un encierro pesado, parado, agarrado al suelo, que rechazó los caballos cuando la terna quiso colocarlos en esa distancia larga en la que se colocan estos astados. Pero los toros miraban más a los hombres que al equino, se lo pensaban una, dos veces, y a la tercera ya estaban yendo a esa parte del ruedo en donde se colocan las cuadrillas.

A Moral le tocó el mejor lote. O quizás fuera que Moral supo hacer el mejor lote, darles el trato que merecían. A partir de ahí, todo lo importante que sucedió en la tarde estuvo en su mano y hubiera sido una tarde de éxito para él de haber usado bien los aceros. De todas formas, ¿quién nos dice que la de ayer no fue una tarde de éxito para Pepe Moral? El hecho de que no cortara orejas no significa que no toreara sumamente bien a sus dos ejemplares. Arrebatado en el primero, dibujando esas poses que solo los duendes, cuando salen, pueden contagiarte. Se esperaban esos naturales embarcados y largos que le caracterizan, cuando tira la muleta al hocico del toro y se lo trae desde allí, enganchado, el brazo largo y con recorrido, a todo lo que da. Los muletazos de crujir, ganando el sitio, con el compás abierto y la mano abajo; poderosos. Hay un toreo en este hombre que no puede sino gustar y encandilar.

Pero hubo más. Porque Moral fue el único torero en la tarde de ayer que cuajó toros completos, empezando desde el capote, algo que prácticamente no se ha visto en toda la feria. Sí, los pinchó, a los dos. Y eso le hizo perder trofeos. Pero en la mente del aficionado, o del público ocasional, quedarán esos muletazos de tanto empaque, esos naturales en los que uno puede verle el rostro al arte.

Rubén Pinar también sabía eso de que hay que provocar a los toros, atacarlos por principio. Lo hizo en repetidas ocasiones, la muleta por delante, el pie de la suerte que pisa fuerte el suelo, la voz que llama. Les buscó las vueltas para ver si a partir de ponerlos en marcha lograba ganarles la inercia de la embestida. Su lote fue el peor, el más parado, el que menos posibilidades ofrecía. Tomás Campos salvó la papeleta. Es un torero capaz pero que torea muy poco. Ayer se las veía con un hierro muy difícil y, salió del lío con dignidad.