nO es casualidad que el director de cine Telmo Esnal eligiera la fachada del edificio que albergaba los bares Txoko y Joshe-Mari de Zarautz, en plena Musika plaza, para su último corto, Hamaiketakoa. Su localización y la historia que ocurría en ese lugar le animaron a ello. "Quería jugar con la hora y utilizar el reloj de la parroquia, ya que la historia ocurre en una hora en concreto, a las 11.00. Por otro lado, el estar en medio de la plaza, y al lado de un banco, le daba un toque western a la escena", explica el propio director a este periódico.
Hamaiketakoa cuenta una curiosa costumbre que tenían los vecinos Antonio Zaporra y Santi Lertxundi: "Soy zarauztarra, de Musika plaza, pero vivo fuera desde hace mucho. En unas vacaciones, en casa de mi ama, oí unos ladridos y me acerqué a la ventana. Fue entonces cuando vi a los dos vecinos ladrándose uno al otro, jugando. Me dijeron que lo hacían a menudo y me pareció un bonito homenaje realizar un corto". Para retratar esa peculiar conversación, admite que le atraía la fachada del edificio que acaba de ser derribado, por otra motivación más personal: la nostalgia. "Me gustan los edificios y los pueblos antiguos. En mi cine busco ese punto de realidad que transmiten, aunque a veces las historias cuenten lo contrario. Creo que tienen fuerza y presencia. Sin embargo, las plazas y edificios nuevos me parecen más impersonales", razona.
Muchos son los recuerdos que unen al director con ese lugar. "Vivía junto a la plaza y siempre jugábamos allí. Era como una segunda casa para nosotros. Donde aprendí a patinar y a andar en bicicleta. Nos reuníamos todos allí al salir del colegio. Tenía a muchos amigos que vivían en ese bloque. Los Aginaga, Fraca, Zabala, Urdanpilleta...", subraya el cineasta. "Así, tuve la oportunidad de conocer por dentro el edificio, con su peculiar escalera", añade. Musika plaza ha visto nacer y crecer a Esnal y a otros artistas como el productor musical de Pirritx y Porrotx, Xabier Zabala y el mimo y coreógrafo Mikel Erguin. Y eso tampoco es casualidad.
En vista de la nostalgia que despierta este emblemático edificio, NOTICIAS DE GIPUZKOA tuvo la ocasión de realizar una visita guiada por el mismo, antes del comienzo del derribo. Y qué mejor que hacerlo con tres vecinos que vivieron durante años en él: el músico Xabier Zabala, su madre, Josefina García y José Javier Urdanpilleta.
punto de encuentro de todos
Bailar y jugar en la calle
"No hay ningún documento que atestigüe de cuándo es el edificio, porque en la Guerra Civil se quemaron todos los archivos del Ayuntamiento de Zarautz. Pero hay fotografías del año 1902 donde ya aparece, por lo que podemos decir que tiene más de cien años", explica José Javier, al entrar al portal, donde los recuerdos fluyen.
Durante sus largos años de vida, el bloque vio pasar numerosas fiestas, cambio de quioscos, manifestaciones, entregas de premios... y sobre todo, música, música y más música. Antes de ser derruido, mantenía la misma imagen que los vecinos retienen en su memoria, con su curiosa escalera. "Estas escaleras las recuerda mucha gente, daban mucho juego. De niños solíamos correr por ellas", indican Xabier y José Javier. Pero la vida la hacían en la plaza, donde anteriormente pasaban dos carreteras. Algo que también dio más de un susto. "Aprendí en seguida a decir en euskera Kontuz automobilak! (¡Cuidado! ¡Los vehículos!). Pero a mi hijo Iñaki le atropelló uno, aunque no pasó nada", relata Josefina.
La plaza era punto de encuentro de los jóvenes de los todos los colegios de la villa costera. Jugaban a canicas, con las bicicletas, sancheskis, al pañuelito... "Jugábamos mucho más que ahora en la calle", recuerdan. "El bocata también nos lo tiraba la ama desde el balcón", sonríe Xabier. Asimismo, les gustaba jugar a fútbol en el quiosco, aunque se ganaran la bronca de alguacil.
Sobre todo, los tres vecinos recuerdan los innumerables bailes y la música. Y es que todos los domingos durante el año y en agosto, a diario, había grupos tocando en la plaza. "Del quiosco hacia nuestra casa, estaban los pequeños y al otro lado, los mayores. Cuando llegaban las lentas siempre mirabas quién bailaba con quién", explican, entre risas, Xabier y José Javier. También acudía a la cita mucha gente de otras localidades de Gipuzkoa, para no parar de bailar de 19.00 a 22.00 horas. "Era curioso, siempre finalizaban con el Agur Jaunak", detallan. La víspera de San Pelayo era "increíble": "Estabas en casa y te dormías con la música". "Ahora vienes los domingos y muchas veces no hay nada. Es una pena", lamentan.
la bomba del mondragonés
Los bares Txoko y Joshe-Mari
El simbólico edificio fue testigo de numerosas reivindicaciones políticas. "En el aniversario del asesinato de Txiki, cuando yo tenía nueve años, me acuerdo que mi hermano Iñaki y yo estuvimos contando los pelotazos desde nuestro cuarto. Contamos más de 200", señala Xabier. Asimismo, en la madrugada del 11 de junio de 1979, ocurrió otro hecho histórico: la banda fascista Triple A puso una carga explosiva de gran potencia en el bar Mondragonés de la plaza, causando graves desperfectos. Muchos se despertaron sobresaltados. "Se rompieron todos los cristales de la ventana y cayeron sobre nuestras camas. Tuvimos que envolver las mantas con los cristales y tirarlo todo a la basura. Recuerdo que saltó la alarma del Banco de Vizcaya", indica Xabier, observando la plaza desde el tercer piso. Por suerte, aquello no hizo perder el oído a este gran músico.
Las paredes del centenario edificio se estaban moviendo y es por ello que los vecinos decidieron tirarlo y se construirá un bloque nuevo de la misma altura. El bar Joshe Mari tiene previsto seguir con el negocio. "Me trae muchos recuerdos. También por los dos bares de los bajos. Hubo un tiempo en el que estaban conectados con la calle Trinitate y los utilizábamos como atajo, con el consiguiente cabreo de los propietarios", indica el director zarauztarra que se encuentra en pleno rodaje del film Loreak errepidean. "Mi primer mosto lo tomé en el bar Txoko con mi padre y el primer café completo en Joshe-Mari. Es normal que tenga un poco de nostalgia", concluye.