"Coser junto a mi amona, dar puntadas y ayudarle a enhebrar se convirtió en una manera de sostener y acompañar"
La diseñadora arrasatearra de alta costura Amaia Albes no solo crea piezas exclusivas, también transmite con pasión el arte milenario de la costura
Desde niña, Amaia Albes sintió la llamada del hilo y la aguja. Como si la costura la hubiera escogido a ella antes de que pudiera siquiera imaginarlo. No fue fruto del azar: sus dos abuelas, Felisa y Segunda, cosían, sin dedicarse al oficio, pero sí con entrega y afecto. Con Felisa, la materna, compartió infinidad de momentos. “Cuando íbamos a su casa, nos pedía que sacáramos la máquina de coser. Era de pedal, sin motor, y pesaba lo suyo. Para mí, entonces, era un juego. Pero con el tiempo, ella fue perdiendo vista, y lo que empezó como una diversión se convirtió en ayudarla a enhebrar, sostener, acompañar...”, recuerda esta arrasatearra que, con apenas 20 años, decidió lanzarse de lleno a sus sueños.
Este 2025, su atelier -un espacio donde conviven la creación y la transmisión de un saber ancestral- ha cumplido 15 años. Un recorrido fértil, tejido con esfuerzo, pasión y muchas horas de dedicación. “Al principio me apuntaba a todo: concursos, pasarelas… Ha habido unas cuantas gaupasas potentes. Mientras mi cuadrilla salía de fiesta, yo empalmaba más de una noche para llegar a tiempo a un certamen o desfile al que me habían seleccionado. Fue cañero”, confiesa.
Hoy, Amaia no solo diseña piezas únicas y viste a novias en días irrepetibles y a rostros conocidos en la alfombra roja. También comparte sus conocimientos, lo vivido, lo que durante un tiempo se fue perdiendo entre generaciones que no heredaron la costura porque el ritmo del mundo cambió. 'Fast fashion' o moda rápida. Y en medio de esa prisa, una profesión silenciosa y milenaria. “Dedicarme a este oficio es un auténtico privilegio”, afirma con orgullo esta diseñadora de alta costura y modista.
Un camino inevitable
A los 11- 12 años ya cosía de manera consciente, y hacia los 14 comenzó a experimentar con la máquina para confeccionarse ropa. Su camino hacia el diseño fue casi inevitable. “Cuando en casa dije que quería ser diseñadora de moda ya se lo esperaban”, relata con una sonrisa cómplice. Se formó en patronaje en el Centro de Estudios AEG de Donostia, donde completó dos módulos de grado superior, enriqueciendo su aprendizaje con clases magistrales, cursillos y la enseñanza directa de maestros de sastrería. Amaia buscaba el gesto manual, el detalle artesanal, frente a la moda industrial. “Se perdieron muchas generaciones de confección”, insiste.
Con el tiempo, sus manos comenzaron a dar vida a creaciones exclusivas. Disfruta cada fase del proceso: desde el diseño y la elección del tejido, hasta la exploración y el trabajo directo con los materiales. ‘Crear desde la esencia”, apunta esta diseñadora arrasatearra, para quien la costura es meterse de lleno en lo que hace. “Es muy terapéutico, porque cuando coso desconecto de todo lo demás”, explica.
"Es un premio"
Amaia no solo moldea los tejidos: construye emociones que se abrazan al cuerpo. Entre costuras invisibles, su verdadera atención está puesta en la mujer que se envuelve en ellos. “Que la clienta se sienta identificada y a gusto es fundamental para mí”, señala con una firmeza que contrasta con la delicadeza de sus diseños. Cada proyecto, cada mujer que confía en ella, ya sea una novia que la elige para el día de su boda o una figura pública, es “un premio”. Ha vestido a nombres como Ane Rot, Anne Igartiburu, Cayetana Guillén Cuervo, Ares Teixidó, Itziar Ituño o Aitziber Garmendia, y a todas las recuerda con gratitud. “Me satisface profundamente que alguien me brinde esa confianza para algo tan importante”, añade.
Patronaje, tintes naturales, macramé, estilismo...
Enseñar a coser es para esta entregada arrasatearra mucho más que transmitir una técnica; es mimar un oficio. “Mi ama me cuenta que en su época la costura era una asignatura en clase”, indica, evocando ese pasado en el que unir telas con hilo era casi un lenguaje común. Durante la pandemia, con las bodas en pausa, decidió darle un nuevo impulso al 'backstage', ese rincón del 'atelier' situado en el número 3 de Deba Hiribidea, en Arrasate, donde se entrelazan sueños. 'Ametsak josten' es su lema, y la academia abre sus puertas a todo tipo de perfiles: jóvenes, adultos, personas que desean retomar una práctica, aprender desde cero o encontrar en la costura un refugio terapéutico. Los grupos, siempre reducidos y atendidos con esmero, exploran desde el patronaje y la confección hasta los tintes naturales, el macramé o el estilismo. Es un espacio de encuentro donde la soledad del hilo se disuelve en una pasión compartida.
Ahora, con 36 años, Amaia echa la mirada atrás y admite que nunca hubiera imaginado dónde estaría quince años después de montar su empresa. “Buscar momentos de creación sigue siendo la base”, recalca. Diseñadora, modista, creadora...; no solo cose telas; hila historias y magia en cada una de sus prendas.