Están cansados de la falta de reconocimiento del sector, y de la red administrativa que se ha ido tupiendo con los años en el territorio, aumentando así el trabajo burocrático. Los baserritarras guipuzcoanos han dicho basta, y convocados por los sindicatos EHNE, Enba y Gipuzkoako Baso Elkarteak, han llevado cabo este viernes una nueva tractorada en la que piden poner en marcha medidas para mejorar sus condiciones de trabajo.
La protesta se ha dividido en tres columnas que han salido de Goierri, Orio y Errenteria para confluir en el centro de Donostia y dirigirse de forma conjunto hasta la sede de las Juntas Generales de Gipuzkoa, donde representantes sindicales han leído un comunicado que posteriormente han entregado al presidente de la Cámara, Xabier Ezeizabarrena, y a los portavoces de los distintos grupos parlamentarios.
Las tractoradas han arrancado entre las 8.30 y las 9.00 horas para circular por la N-1, N-634, GI-20 y la autovía del Urumea hasta entrar a Donostia. NOTICIAS DE GIPUZKOA ha querido conocer más de cerca las reivindicaciones del sector, a través de testimonios como el del baserritarra Jose Antonio Etxeberria, que aguardaba con el tractor junto a su hijo frente al centro comercial Garbera. “Nuestro principal problema es la falta de rentabilidad. La presión que soportamos de las grandes superficies es tremenda. Nos están apretando para abajo; estamos hechos un sándwich”, denuncia este baserritarra de 60 años, del caserío Lastaola de Irun.
Medio centenar de vehículos con ikurriñas y carteles en los que podían leerse lemas como Baserritarrik gabe, Euskal Herria nekez (No se puede concebir Euskal Herria sin los baserritarras), han partido pasadas las 10.00 horas en la columna reivindicativa que, desde Intxaurrondo, ha accedido a Donostia por el barrio de Gros hasta confluir, con el resto de manifestantes, en la calle Urbieta de la capital guipuzcoana.
"Nos sentimos abandonados por la administración"
Entre ellos se encontraba Xixario Zalakain, del caserío Galtzata de Oiartzun. La explotación cuenta con un rebaño de ovejas. Elabora queso Idiazabal. “Nos sentimos abandonados por la administración. Entiendo que entre sus funciones debería estar regular las situaciones desfavorables, y la nuestra lo es. No vemos que hagan mucho, o al menos no lo notamos. El sector no ha dejado de empeorar tras la pandemia, y ahora mismo la situación es insostenible”, reconoce este baserritarra de 55 años.
“No hay más que ver la cantidad de explotaciones que se van abandonando año tras año. Es el mejor reflejo de lo que viene ocurriendo”, señala este profesional que se ha citado a primera hora de la mañana con otros compañeros del sector en el polígono industrial Masti Loidi de Errenteria. Ha sido una jornada inusual, desarrollada fuera del hábitat natural en el que desempeñan su labor. Desde primera hora de la mañana podía verse a Lorea Muguruza, del sindicato EHNE, dando instrucciones a los baserritarras sobre el modo de circular por la carretera, pidiéndoles tranquilidad, para que la marcha, que ha discurrido bajo presencia policial, se desarrollara sin incidencias.
.
Desde ese punto de Errenteria, al igual que han hecho desde Goierri y Orio, han partido los baserritarras guipuzcoanos en dirección a Donostia. Medio centenar de profesionales han hecho un alto en el camino en Garbera, donde se ha formado el grueso de una de las tres columnas de la movilización que ha reclamado mayor reconocimiento, y protección, al sector.
Entre ikurriñas y carteles reivindicativos –“baserritan ere soldata duin bat nahi dugu (en los caseríos también queremos un sueldo digno)- decenas de agricultores aguardaban en Garbera divididos en grupos. En algunos corrillos hablaban sobre la Ley de la Cadena Alimentaria, que “fue una luz que nos hizo tener cierta esperanza”, aunque con el tiempo han visto que no se está velando por su cumplimiento. Entretanto, “las inspecciones no cesan. Nadie está en contra de ellas, pero debería establecerse más orden, porque lo que no puede ser es que estemos todo el día entre papeles”, criticaba Etxeberria. “No hay relevo, y no sabemos si merece la pena seguir o no”, reconocía el baserritarra, sin ocultar su desánimo.
Una explotación de generación en generación
En el caserío Lastaola siempre ha habido ganadería: vacuno de leche. Una explotación que ha ido pasando de generación en generación. “De mis abuelos a mis padres, pero no sabemos lo que pasará a partir de ahora”, reconocía el hombre, que miraba en ese momento a su hijo Joxe Antonio. “Claro que tengo intención de seguir, pero habrá que ver si todo esto renta”, decía el joven de 18 años, que estudia robótica porque su objetivo es continuar con la labor que emprendieron sus bisabuelos.
Un trabajo, eso sí, adaptado a los nuevos tiempos. “Quiero instalar un par de robots de ordeño en la cuadra y me estoy formando para ello”, señala. Su padre reconoce que los costos han subido muchísimo, especialmente todo lo relacionado con el pienso, el cereal, el gasoil y la electricidad. “La competencia de las grandes superficies es tremenda. Gran parte de la leche se vende en grandes superficies, algo que nos condiciona porque, por competencia entre ellos, la utilizan como producto gancho. No quieren subir el precio por llevarse más cota de mercado, y nosotros nos quedamos en el medio, machacados”, lamentan desde el caserío Lastaola. “En volumen de venta líquida de leche, Mercadona tiene más del 30%, al que le sigue supermercados Lidl. El que tiene tanto volumen, al final te acaba asfixiando”, denuncia.
"Somos como un sándwich, la situación nos afecta por los dos lados"
La industria repercute su coste, pero ellos no pueden hacer lo mismo, como indican desde el caserío Galtzata de Oiartzun. “Somos como un sándwich porque todo lo que tiene que ver con la alimentación animal, la energía y la luz, son gastos que nos vienen dados. Pero a la hora de colocar el producto, cuando vamos a una distribuidora, te ponen un límite y no tenemos margen de venta. Es una situación que nos afecta por los dos lados”. Zalakain asume que se trata de una situación compleja. “Lo es, pero si no quieren que se acabe el mundo rural, alguien tendrá que hacer algo”.
Unai González también se ha sumado a la marcha. Es agricultor, de huerta convencional, una labor heredada de sus abuelos. “Cada vez cuesta más producir. Hay que tratar la verdura con mucho cuidado para satisfacer las exigencias del mercado. Pero tener las plantas sanas sube costes”, reconoce este joven con explotación en Hondarribia, desde donde comercializa lechuga, tomate, vaina, guindilla y en breve empezará con el guisante.
Le acompaña Jon Areitio, de 31 años, que también se muestra molesto por el escaso margen de negocio. “Elaboramos productos que tienen un valor añadido, pero que luego no se refleja en el precio ni en la cadena de comercialización. No podemos competir con productos que vienen del extranjero, o nacionales”. Este ganadero de Hondarribia reconoce que están produciendo a pérdidas. “Es una situación insostenible y con un futuro incierto. Por eso ha venido mucha gente joven a la marcha, porque la situación es muy complicada”, admite este profesional del caserío Mugarrieta, dedicado al engorde de vacuno para producir carne.