Hace ocho meses, Jone Aginagalde y Aitzol Illarramendi recibieron la llamada que cambiaría su vida para siempre: “Tenemos una niña que creemos que puede estar bien en vuestra casa”. Año y medio antes, la pareja, junto con sus dos hijos de 11 y 9 años, inició la reflexión sobre la posibilidad de acoger a un menor en su familia. Conocían de cerca el caso de dos familias que ya habían dado el paso y otra que, por circunstancias, no se había podido hacer cargo de su hijo, que tuvo que ser acogido. Tenían muchas ganas de ayudar, de ofrecer un bienestar familiar a un niño en una situación delicada. Pero también había miedos, dudas e incertidumbre sobre cómo iba a ser el nuevo encaje familiar y sobre todo, cómo iba a afectar a sus hijos biológicos el proceso. Pero la voluntad se impuso al miedo y tras muchos meses de espera, que en muchos momentos se hicieron muy largos, llegó la tan ansiada llamada. 

“Cuando tienes un bebé, ves que la tripa va creciendo, pero aquí no ves nada hasta que te llaman. Me acuerdo de que me llamaron y llamé llorando a Aitzol diciendo: ya está, ya está”, recuerda Aginagalde sin poder contener la emoción. Su familia crecía añadiendo un miembro más: una niña de tres años. 

“La mayoría de problemas que tenemos son los de cualquier familia en la que llega un niño nuevo”

Aitzol Illarramendi - Padre de acogida

El comienzo no fue sencillo. “El primer día la conocimos y estuvimos solo dos horitas con ella. Luego se volvió a su familia de emergencia y fue un acoplamiento paulatino. Después de tres semanas ya vino a dormir con nosotros”, explica Aginagalde. “Al principio echaba de menos su pasado, es fácil de entender: está acostumbrada a vivir en una casa, no conoce dónde está... Pero bueno, poco a poco se ha ido adaptando y nosotros también. Ahora el pequeño –en referencia a su hijo de 9 años– resulta que ya no es el pequeño, que es el mediano y está un poco ubicándose. Y nosotros también buscando nuestro sitio”, reconoce. Illarramendi la apoya: “La mayoría de problemas que tenemos son los de cualquier familia en la que llega un niño nuevo”, explica él, que cuenta que, en su caso, un pilar fundamental es el apoyo que han recibido de su entorno: “Tenemos unos abuelos y abuelas que valen millones”. 

Tras ocho meses de experiencia pueden asegurar que está siendo “muy positiva”: “Tú te emocionas cuando tienes a tu bebé por primera vez y nosotros cuando recibimos esa llamada de teléfono”

El encaje con los hijos biológicos

Llevan ocho meses inmersos en esta intensa aventura y, aunque los miedos no han desaparecido, la adaptación ha sido buena: “Nuestra principal duda era en cuanto a nuestros hijos biológicos. Piensas en que si por intentar ayudar a un menor a ellos les va a afectar y ha sido todo lo contrario: les ha enriquecido mucho y ha sido maravilloso. Esto ha hecho crecer a nuestra familia. Cuando te das cuenta de que hay niños que tienen muchas carencias y que tú se las puedes cubrir, que puedes ofrecerles una familia y un bienestar, es muy enriquecedor. Y para nuestros hijos, darse cuenta de que no todos los niños tienen su suerte... Nos ha hecho crecer mucho como personas”, reconoce Illarramendi, que tiene claro que “Cuando uno es un privilegiado, tiene que compartir el privilegio”. 

"Hay gente que necesita que alguien le acoja, le quiera y le achuche cada día y es muy enriquecedor y positivo"

Jone Aginagalde - Madre de acogida

Sin embargo, no ocultan que habrá momentos complicados por afrontar en el futuro: “Está ese miedo de que no es un hijo biológico tuyo y lo típico de las películas, que un día llegue a casa diciendo: Tú no eres mi madre. Pues seguro que algún día le da el siroco y nos lo dirá, y tendremos que decirle que sí, que no somos sus padres biológicos, pero que le queremos como si lo fuéramos”. “Esto es un aprendizaje constante, así que seguiremos aprendiendo”, apunta Illarramendi.

De hecho, en todo el proceso, han recibido la ayuda de personal técnico de la Diputación: primero, en clave de formación, para conocer los posibles casos que podrían tener, cuál es el rol de cada una de las partes (progenitores, profesionales y familia biológica), cuáles son las obligaciones en un proceso de acogida; y luego, en clave de apoyo en el día a día: “Hay una persona de contacto, un responsable de caso. Tenemos su teléfono, su whatsapp y nos viene a visitar una vez al mes para ver cómo lo estamos llevando, cómo está la niña, y resolver las dudas que podamos tener. Es como un terapeuta para nosotros”, apuntan. 

“Esta niña es hija nuestra y nos ha hecho crecer como personas. Hay gente que necesita que alguien le acoja, le quiera y le achuche cada día y es muy enriquecedor y positivo”, animan.