Pues sí, en Zumarraga meten bajo tierra hasta a los vivos. Muchos de los vecinos que se acerquen hoy al cementerio de la localidad de Urola Garaia se adentrarán en las entrañas de la tierra, pues muchos nichos se encuentran en la cripta diseñada por el arquitecto donostiarra José Antonio Pizarro. Este hombre trabajó durante 25 años para el Ayuntamiento y dejó un legado muy importante. Falleció en enero de 2016, en Oiartzun.
Pizarro llegó a Zumarraga en 1982, con José Luis Ruiz de alcalde. “Convocamos un concurso y se presentaron dos o tres arquitectos. Consideramos que él era el mejor de ellos. Su elección fue un acierto. Era un buen hombre y sabía lo que hacía. Hizo un trabajo espectacular. En Zumarraga se encargó, entre otros proyectos, de la ampliación del cementerio y la renovación del ayuntamiento. Le estimaba mucho como persona. Recuerdo que publicó un libro. Tengo un ejemplar firmado por él”, recuerda Ruiz.
El asombro del diputado general Otro alcalde que trabajó con Pizarro fue José Julián Irizar. “Era un arquitecto muy heterodoxo. Planteaba estructuras muy originales. Muy diferentes a la arquitectura clásica. Aplicaba mucha imaginación a sus proyectos. En cierta ocasión invitamos al diputado general Imanol Murua al ayuntamiento y cuando vio el edificio por dentro preguntó ¿Quién ha hecho esto?”, comenta.
El cementerio también fue muy rompedor. La obra se finalizó estando Irizar de alcalde. “Era un proyecto muy especial, pero consiguió convencernos. Como el cementerio es pequeño, decidió hacer un espacio subterráneo. Recibió algunas críticas, pero a mí me gustó mucho. Los que le criticaron consideraban que los cementerios debían ser a cielo abierto”.
La cripta llamó la atención de propios y extraños y hasta la revista Interviú le dedicó un reportaje. “Vino a hacer el reportaje el periodista Gorka Landaburu”, recuerda Irizar.
No es de extrañar que el espacio subterráneo del cementerio de Zumarraga diera de qué hablar, pues Pizarro consiguió que una inquietante sensación se adueñe del visitante nada más poner los pies en la cripta: una pared que cierra el paso al final de la escalinata que lleva a la cripta, unas escaleras de forma circular que no especifican a qué lado hay que dirigirse, la lúgubre luz de los fluorescentes, los altos pasillos con cientos de nichos a ambos lados... y al fondo de uno de los pasillos, una presencia perturbadora: la escultura Ángel del artista bilbaino Vicente Larrea. La realizó por encargo del Ayuntamiento. “Larrea tiene otra obra en el ayuntamiento y la escultura que hay en la autovía Beasain-Bergara, entre Beasain y Ormaiztegi, también es suya. Esta última se hizo estando yo de diputado de Transportes y Carreteras. Larrea solía decir que una de las alas del ángel del cementerio de Zumarraga salió volando a la autovía”, recuerda Irizar.
Añade que Larrea es uno de los mejores escultores vascos. “Fue uno de los artistas que trabajó como asesor para el Gobierno Vasco, cuando este estudiaba el proyecto del Guggenheim. Tenía relación con Pizarro e hizo un trabajo para el ayuntamiento de Zumarraga cuando el edificio se renovó”.
Vicente Larrea El escultor recuerda bien el trabajo que realizó para el cementerio. “El encargo me llegó a través de Pizarro. Hizo la ampliación del cementerio y quería que yo hiciera la escultura. El deambulatorio lo hizo pensando en mi escultura. Era un arquitecto muy singular. La cripta me parece preciosa. Es verdaderamente original. En su día salió en varias televisiones y se hizo una exposición sobre ella en el Colegio de Arquitectos de Sevilla. Es una obra singular y bonita”.
La escultura que hizo Larrea también llamó la atención. “Ese ángel ha salido del cementerio de Zumarraga. Estuvo en la sala Rekalde de Bilbao, en una exposición del Gobierno Vasco”.
La escultura volvió al cementerio y su autor también. “He ido bastantes veces, con amigos, a enseñarles la escultura. Unas te salen mejor que otras y con esta estoy contento. Me sigue produciendo satisfacción. A Pizarro le gustaba mucho la escultura. Fue tutor de un amigo mío y fue así como nos conocimos. Hice un relieve para el ayuntamiento de Zumarraga, también encargado por él. Nunca tuve problemas con él”.
Todos los que trabajaron con Pizarro guardan un gran recuerdo de él. El zumarragarra que mejor le conoció fue José Luis Zaldua. Este vecino fue aparejador del Ayuntamiento durante los 25 años en los que Pizarro trabajó en Zumarraga. Le tocó trabajar codo con codo. “Tenía un estudio en Donostia y también daba clases en la UPV. Venía una vez a la semana a Zumarraga. Hicimos una gran amistad. Le tenía en gran estima. Nos tocó visitar muchas obras juntos y nos llamaban el médico y el bastón, pues él era bajo y yo soy alto”, recuerda.
Salón de plenos original Zaldua comenta que además de encargarse de la ampliación del cementerio y la remodelación del ayuntamiento, renovó la plaza Euskadi y diseñó el centro de salud mental. “Fue un arquitecto muy valiente. Recibió todos esos encargos con gran ilusión. La cripta del cementerio es un lugar muy especial y en el resto de los ayuntamientos no se ven salones de plenos como el de Zumarraga. A la entrada del edificio también le daba una gran importancia y la dotó de una escalera imperial”.
Se deshace en elogios hacia el arquitecto donostiarra. “Hicimos una gran amistad. Era muy trabajador y tenía un gran sentido del humor”. Pizarro es el arquitecto que durante más años ha trabajado para el Ayuntamiento de Zumarraga y dejó una huella imborrable en la localidad de Urola Garaia. Gracias a él, cuando subimos la escalera imperial del ayuntamiento nos sentimos importantes y cuando descendemos a la cripta del cementerio nos percatamos de que somos simples mortales.