Dandai deja huella y cede el testigo
La asociación de mujeres de Egia, veterana e innovadora en muchos aspectos, cierra sus puertas a finales de mayo ante la falta de relevo y con la satisfacción del trabajo realizado.
Kutxa abrió en la década de los 60 varios centros familiares y sociales en distintas localidades de Gipuzkoa. Eran años en los que miles de familias de distintas zonas del Estado llegaron a Donostia. Los hombres trabajaban, pero muchas mujeres se vieron aisladas en el hogar, bastantes de ellas procedentes del campo y sin saber ni siquiera leer o escribir. “Las sacaron de casa, las formaron, les ayudaron a lograr el graduado social, había charlas educativas sobre distintos temas y, mientras ellas se formaban, acondicionaron hasta una guardería en el local. Muchas consiguieron trabajo tras pasar por este centro”.
Conchi González Arrieta, Antxoni Muñoz González, Pilar Romea Miguel y Pili Samperio Gil hablan, concretamente, del local de la calle Tejería de Egia, donde ellas mismas trabajaron a finales del siglo pasado. Cuando en el año 2000 Kutxa cerró todos sus centros, las voluntarias de la sede de Egia decidieron seguir trabajando. Crearon la asociación de mujeres Dandai a principios de 2003 y desde entonces apenas han parado.
Sin embargo, tras un proceso largo y duro, han decidido clausurar la asociación. Superados los 70 años, reconocen que están cansadas de llevar el peso de la asociación y del papeleo y no hay relevo para llevar la gestión. “Hemos pasado dos años de duelo porque nos resistíamos a tomar la decisión de cerrar, nos da mucha pena y rabia hacerlo”, reconocen, aunque están dispuestas a seguir aportando sus ganas de trabajar y fuerza en otras iniciativas: “¡Nos están llamando de muchos sitios!”, reconoce Romea.
A las puertas de la despedida definitiva (será el 21 de mayo, aunque el día 7 también han organizado una comida), las cuatro echan la vista atrás y reconocen que están orgullosas del trabajo que han hecho. “Sí creo que hemos aportado algo”, reconoce Romea, y coinciden en que los tiempos y la situación de las mujeres han cambiado mucho desde que ellas empezaron. Valoran, entre otras cosas, la oportunidad de estudiar que les han podido ofrecer a sus hijas. “Yo hoy trabajaría, me habría gustado hacerlo, sobre todo por la independencia que supone”, reconoce González Arrieta. Aún así, y aunque han sido testigos de muchos avances personales y sociales, no tienen duda de que aún queda mucho por hacer. El auge del movimiento feminista en los últimos años es clave para ellas: “El 8 de marzo del año pasado fue súper emocionante”, reflexiona Romea. Recuerda, en cambio, que esa gran ola social fue también una respuesta a la sentencia a La Manada, que muestra que “queda muchísimo por hacer”. “Sigue habiendo violencia y hoy en día las mujeres jóvenes trabajan fuera, pero siguen trabajando también en casa, tienen que aprender a delegar y ellos a cooperar”, señala.
Valoran, sin embargo, las ganas y la determinación de nuevos movimientos de mujeres que se están reforzando en los últimos años. Las semanas previas al 8 de marzo la comisión creada en el barrio para organizar el Día de la Mujer les pidió usar su local para trabajar. “Eran unas 40 jóvenes, hicieron un gran trabajo y el 8 de marzo hubo un montón de actividades en Egia y, además, se lo pasaron bien”, aplaude Romea.
“Nos atrevemos con todo”
Una vez tomada la decisión, la despedida es también una excusa para valorar el camino recorrido. Las cuatro mujeres recuerdan cómo en 2003 tomaron las riendas sin saber muy bien dónde llegarían. “Teníamos claro que queríamos seguir trabajando”, cuenta Romea. Kutxa siguió cediéndoles el local de Tejería y durante los primeros años también les ayudó con una subvención importante por la que están agradecidas. Además, varias de las profesionales que llevaban el centro antes les ayudaron mucho durante esos primeros años, y citan, por ejemplo, los nombres de Lourdes Arana y de Itziar Igartua, “que se volcó”, recuerdan. “Elegimos el nombre de Dandai, la onomatopeya de un bebé que empieza a andar en euskera”, cuenta González Arrieta. Ellas empezaron así y no pararon.
Durante esos primeros años las subvenciones les permitieron completar un programa amplio de actividades y talleres, pero años después llegó la crisis y el dinero se redujo considerablemente, aunque Kutxa les permitió seguir haciendo uso del local. Supieron adaptarse y gracias a todas las socias siguieron trabajando.
Así, las instalaciones de la calle Tejería han acogido centenares de talleres, charlas, cursos y sesiones formativas estos años. Aunque Dandai también ha salido fuera de su sede y colabora con múltiples iniciativas en el propio barrio y en el resto de la ciudad. “Hemos perdido la vergüenza y nos atrevemos con todo, primero decimos que sí y luego ya vemos cómo podemos hacerlo”, sonríe Samperio.
Colaboran con el programa Lagunkoia, con el proyecto L-kalea en Egia, con la UPV y con universitarios que hacen trabajos o tesis sobre temas en los que pueden ayudar, con el programa Berriztu o con otras iniciativas del barrio. Hace unos años las invitaron a lanzar el txupinazo de Porrontxos, algo que les hizo una ilusión especial.
También participan en Ondoko, una iniciativa destinada a las personas mayores. Cuentan riéndose cómo estuvieron recientemente en el hogar del jubilado y pusieron a bailar a personas mayores y les animaron la tarde. “Algunas estaban con el taca-taca y también se lo pasaron genial”, explica González Arrieta. Romea añade que, incluso, desde el ambulatorio a algunas mujeres mayores que viven solas les aconsejan que vayan a Dandai: “Entre todo lo que hacemos, al final encuentran algo que les gusta, encuentran amigas y se animan”. Reconocen que la de las mujeres mayores solas en casa es una realidad y que han intentado contribuir a “sacarlas de casa”.
Cambiando mentalidades
También trabajan en colaboración con el Ayuntamiento que, en ocasiones, recurre a ellas como “experiencia piloto”: “Nos ofrecen alguna charla o taller y, según la respuesta, deciden programarlo en otros lugares”, explica Romea. En estos años han desarrollado iniciativas como el currículumoscuro, un ejercicio en el que las mujeres ponían sobre el papel todos aquellos méritos, experiencia y trabajos que no suelen aparecer en los currículos. “Me llegaron muy dentro algunas cosas que oí”, apunta Muñoz, que afirma rotunda que Dandai ha logrado “hacer mucho bien a gente que venía mal”.
“Hemos cambiado la mentalidad no solo de las mujeres que han venido aquí, sino también la de sus familias”, apunta Romea, que añade que, tras su experiencia en el centro de Kutxa al principio y tras estos años en Dandai, muchos otros organismos han reconocido el nivel de la asociación.
El problema, en cambio, es que en todos estos años la gente que forma Dandai apenas ha cambiado y la edad media es de más de 70 años. “Si viene alguna mujer joven yo misma le recomiendo que acuda a la Casa de las Mujeres, allí ofrecen muchas más cosas”, apunta Romea.
Precisamente, Dandai fue una de las asociaciones que trabajaron hace nueve años en la creación de esta entidad, algo “estupendo e impresionante”, en su opinión, aunque coinciden en que falta espacio. “Si hubiera más, se harían todavía más cosas”, afirma Romea, que destaca que se ha convertido en un lugar de encuentro para mujeres de todas las condiciones, en el que destaca “el respeto”.
Algunas socias de Dandai seguirán acudiendo a la calle Okendo y otras colaborarán con otras iniciativas, pero no se quedarán en casa. “Somos mujeres empoderadas”, afirma Samperio. A Muñoz no le gusta mucho el término pero, desde luego, coincide con el fondo.