elgoibar - Nacido en Zumaia hace 71 años pero afincado en Elgoibar desde que cumplió la mayoría de edad, Pello Rubio hace tres décadas que dejó la máquina herramienta para dedicarse al caserío; un universo que desconocía pero en el que ha acabado por consolidarse como pionero y abanderado de la agricultura ecológica.
¿Cómo, cuándo y por qué decide dedicarse a la agricultura?
-Trabajaba en el mundo de la máquina herramienta y estaba muy vinculado a la vida sindical y política, pero al cumplir los 40 años vi que tenía que dar un cambio a mi vida. Se me presentó la posibilidad de venir al caserío y aposté por ello, aunque eso suponía un cambio radical para mí, ya que desconocía este mundo y nunca había pensado dedicarme a esto.
¿Se dedicó desde el principio a la agricultura ecológica?
-No, empecé por la agricultura tradicional porque en 1990 aquí no había referentes de la agricultura ecológica. Entonces las referencias estaban en Andalucía y Cataluña pero me apunté al primer curso sobre agricultura ecológica que se hizo en Gipuzkoa y fue entonces cuando vi muy claro que mi camino estaba ahí. Fueron años muy duros por el desconocimiento y la ausencia de ayudas pero con ganas y mucha fuerza interior vi que se podían hacer muchas cosas.
¿Cómo fue esa transición de la agricultura tradicional a la ecológica?
-Fue un proceso difícil que fui aprendiendo poco a poco, a base de meter la pata y de tener que tirar a la basura muchos tractores llenos de lechugas porque había hecho las cosas mal. El impulso a la agricultura ecológica lo dimos cuando empezaron a apostar por esta forma de producción otros baserritarras del territorio como Tomás y Mage, del caserío Lapatza de Antzuola. Nos apoyamos mucho unos a otros y aquello fue fundamental para tirar hacia delante.
También fue uno de los promotores de la asociación Biolur...
-En un principio estuve implicado en la creación de la asociación de agricultura convencional de Gipuzkoa Gilbe y después, al apostar por la agricultura ecológica, me involucré en la puesta en marcha de Biolur y de la federación vasca Eko-nekazaritza.
¿Qué le llevó a impulsar la creación de esas asociaciones?
-Por un lado estaba la necesidad de apoyarnos entre nosotros por las dificultades que teníamos y por otro, para ayudar a los nuevos que se incorporaban a la agricultura ecológica. Además, necesitábamos asociarnos para promocionar ese nuevo modelo de producción y para dar a conocer sus ventajas entre la sociedad.
La federación Landaola le ha concedido el premio a una trayectoria. ¿Qué supone para usted?
-Un reconocimiento a mucho trabajo sordo y callado, pero no solo mío, sino de todas las personas que han trabajado en las mismas condiciones que yo, en una situación de aguantar mucho. De hecho, el mismo sector fue el que más trabas puso a quienes creíamos en la agricultura ecológica. Había mucho escepticismo; incluso en la Administración, que no ha estado en contra pero sí nos ha frenado.
Sus productos han sido reconocidos en infinidad de ferias. ¿Sabe cuántos premios ha ganado?
-La verdad es que no llevo la cuenta pero siempre intento ir a las ferias lo mejor posible porque el mundo rural debe aprovechar esas oportunidades para mostrar a la sociedad que sabemos hacer bien las cosas.
¿Dónde está el truco para ganar tantos concursos de verduras?
-La clave está en llevar un buen producto, pero también en ponerlo bien, de una forma equilibrada y bonita, jugando con los colores y la colocación. Es algo que me curro bastante.
¿Cuál es la situación actual de la agricultura ecológica?
-Es un sector que está subiendo mucho. Cuando empecé era el productor número 783 a nivel estatal y actualmente solo en Euskadi tenemos cerca de 600 productores ecológicos. De todos modos, la Administración tiene que elaborar un plan para ver hacia qué modelo de agricultura avanzar porque la sociedad está cambiando. Cada vez hay una mayor concienciación con el Medio Ambiente y más personas que apuestan por comer sano. Eso implica cambios en la forma de consumo que, unido a que los caseríos son explotaciones pequeñas, debe llevar a los baserritarras hacia un modelo en el que el caserío haga todo el círculo, esto es, producir productos de alta calidad, elaborarlos y venderlos. Solo así dan los números en las explotaciones pequeñas.
¿Que se puede hacer para garantizar la supervivencia del sector?
-Es necesario que Administración y asociaciones abran un debate para ver qué modelo de agricultura necesitará Gipuzkoa de aquí a quince años. En ese tiempo muchos caseríos van a cerrar por jubilaciones y porque no hay relevo generacional. Ante esa realidad creo que la Administración debe liderar un proceso que garantice la pervivencia del sector y para eso debe tener en cuenta al consumidor y lo que demanda la sociedad.
Además de por la agricultura ecológica, su caserío se hizo conocido por las conversaciones que mantuvieron en él dirigentes del PSE y de la izquierda abertzale... ¿Cómo empezaron y para qué?
-El socialista Paco Egea, Arnaldo Otegi y yo nos conocíamos y un día les planteé empezar a reunirnos para hablar de política. Así, empezamos a juntarnos en 1999 y con el tiempo se incorporaron Jesús Egiguren, Pernando Barrena y otros. Al principio no había ningún objetivo concreto; se trataba de hablar y de buscar puntos en común en un sitio discreto.
¿Cuál fue su papel?
-Ser el anfitrión. Mi labor consistía en poner la chimenea y un buen almuerzo o una buena comida para crear las mejores condiciones posibles, de tal manera que todos se encontraran a gusto. Luego también me encargaba de los recados que unos y otros me encomendaban.
Incluso llegó a hacer de chófer en el primer encuentro que Jesús Egiguren mantuvo con Josu Urrutikoetxea (Josu ternera) en Bruselas...
-Así es. Me plantearon la opción de ir con Jesús y le acompañé como chófer a aquella primera cita, que se organizó con el fin de cuadrar fechas para poder avanzar en las conversaciones. Cuando acabaron la reunión cogimos el coche y viajamos toda la noche de vuelta porque por la mañana Jesús tenía una votación importante en el Parlamento Vasco y no podía faltar.
¿Mereció la pena todo el esfuerzo?
-Sin duda. Para mi ha sido un privilegio haber podido colaborar en el proceso para lograr la paz en Euskadi.