Miércoles por la mañana. El sol calentaba todo el territorio dejándonos unas temperaturas poco habituales en esta temporada. Como todos los días, la ordiziarra Mertxe Fernández abrió las puertas de su bar Pías, situado al lado del Palacio Barrena de Ordizia. Antes de ayer muchos se acercaron a tomar algo mientras disfrutaban del sol, pero el escenario era distinto. Además de las sonrisas típicas que acarrea el buen tiempo, en el ambiente se notaba cariño y nostalgia. Era el último día que Mertxe abría el bar Pías, y ella recalca que estaba deseando que llegase ese momento: “Ya estaba cansada y tenía ganas de jubilarme. No ha sido difícil tomar la decisión”. Ahora, el local está en venta.
Para Mertxe el Pías ha sido “una manera de vivir”. Ella y su marido se quedaron en paro en los años ochenta, y después de intentar abrir un negocio con una frutería, al final vieron la oportunidad en el bar. Era una cosa de familia, ya que sus tíos Ignacio y Paula ya regentaron anteriormente este mismo bar, aunque después durante unos años estuvo traspasado. En aquel momento vieron la oportunidad y agarraron “el toro por los cuernos”: “No tenía ni idea de cómo funcionaba el bar, pero hemos trabajado mucho y lo hemos sacado adelante”. Son nada más y nada menos que 31 años detrás de la barra, sirviendo lo mejor a todo aquel que se acercase a este encantador local. “Yo tengo la sensación de que lo he dado todo y si me arrepiento de algo ha sido de no haberle dedicado más tiempo a mi hijo”, contesta algo emocionada. Para ella el Pías es un sitio de recuerdos y algunos de ellos familiares. De hecho, cada vez que sus padres realizaban un viaje traían una pequeña botella de muestra de alcohol y hoy en día tiene ya una colección de más de 400 ejemplares con “solo dos repetidas”.
renovándose Antes de la reforma integral del 2002 el Pías tenía un comedor pequeño y ofrecían, sobre todo, menús del día. Viendo que los fines de semana la gente demandaba otro tipo de comidas como bocadillos y platos combinados adecuaron su oferta.
“Cada vez que iba a algún bar miraba para coger ideas. He hecho cursillos de pintxos, y cuando la gente los probaba y me decía que les gustaban mucho era muy satisfactorio”, relata. Ella misma se dio cuenta de que el bar necesitaba un cambio, no solo de imagen, sino de funcionamiento. Es por eso que se esforzaron más en los desayunos, preparando bizcochos, bollería y todo tipo de delicias. “Nunca pensé que este tipo de bar funcionase ni que tanta gente desayunase fuera de casa”, cuenta con una sonrisa.
El miércoles tampoco la perdió durante todo el día, porque además de que mucha gente se acercó para despedirse y agradecerle el trabajo y el trato durante estos años también se llegaron muchísimos ramos de flores en forma de agradecimiento. “Eso sí que no me lo esperaba”, admite. Y ayer, que era el primer día en el que no abría las puertas, volvió a hacer alguna que otra excepción porque, de nuevo, le llegaron varios ramos de flores. Sin duda, una muestra que sus vecinos y amigos han querido tener con ella por todo el sacrificio y labor que ha hecho en el Pías.