tras el éxito y la repercusión del pasado año, la Federación Landaola (agrupa a las seis asociaciones para el desarrollo rural de Gipuzkoa) celebró el pasado 31 de enero en el edificio Burugorri de Itziar la segunda gala para la entrega de los premios que promueve con el objetivo de reconocer y dar visibilidad a la ingente y ardua labor que instituciones, asociaciones y particulares llevan a cabo en el medio rural del territorio.

Aquel acto, que contó con la participación de numerosos representantes institucionales y del tercer sector de Gipuzkoa, sirvió para la concesión de varios galardones.

Así, Ibarbi Elkartea se hizo con el destinado a las Entidades Privadas por la Ruta de la manzana que ha puesto en marcha en Errezil; mientras que el Ayuntamiento de Orexa recibió el premio a la labor realizada por las Entidades Públicas por un proyecto que ha contribuido a activar el hostal y la cooperativa del pequeño municipio de Tolosaldea.

Por último, el elgoibartarra del caserío Txillarre Peio Rubio, fundador de Biolur y considerado uno de los pioneros y abanderados de la agricultura ecológica, se hizo con el premio concedido para reconocer toda una trayectoria.

En cualquier caso, la segunda edición de los Premios Landaola también sirvió para estrenar el reconocimiento a las Mujeres del Medio Rural, que fue recogido por las baserritarras del caserío Zumeta Goikoa de Azkoitia en nombre de todas las mujeres que con su dedicación diaria hacen posible la supervivencia de los mercados tradicionales.

María Teresa Garate, su hija Arantxa Ulazia Garate y su nieta Irati Amiano Ulazia fueron las encargadas de recoger ese galardón, que fue entregado por la directora del área de Igualdad de la Diputación Foral de Gipuzkoa, Miren Elgarresta. Lo hicieron “agradecidas” pero “sobre todo, muy sorprendidas”.

Y es que, según han contado a NOTICIAS DE GIPUZKOA estas baserritarras que forman parte de tres generaciones de mujeres de una misma familia, no se esperaban “este reconocimiento”. “Lo hemos recibido nosotras porque somos tres generaciones distintas, pero en nombre de todas las mujeres que acuden a vender a los mercados”, subrayan.

Y una pasión común

María Teresa Garate Maite, la amama de Zumeta Goikoa, era una niña cuando empezó a dedicarse a la huerta en el caserío Larrañaga de su familia, situado en el barrio Izarraitz de Azkoitia, en las faldas del macizo montañoso del mismo nombre.

“Tenía doce años cuando murió mi padre y como había que ayudar en casa no me quedó otra que aprender a trabajar la huerta”, cuenta. A sus 75 años, recuerda con una sonrisa en la boca aquellos inicios en los que “cada día bajaba con el burro a vender la leche, las verduras y las hortalizas al mercado del pueblo”; con la particularidad de que “los martes iba a la plaza de Azpeitia”.

Cosas de la vida, fue al casarse cuando María Teresa dejó el caserío Larrañaga. Eso sí, no se fue muy lejos; toda vez que Zumeta Goikoa, el caserío de su marido en el que recaló, se encuentra en el mismo barrio de Azkoitia, desde donde ha podido “seguir viendo a diario el caserío” en el que se crió.

Sea como fuere, a pesar de cambiar su lugar de residencia María Teresa no dejó nunca de trabajar la huerta: “No había hecho el bachillerato, así que seguí haciendo las labores propias del caserío, que es lo que había aprendido”, señala.

Por su parte, a Arantxa también le tocó empezar a trabajar la huerta desde muy joven. Su padre falleció con 55 años y no dudó en arrimar el hombro para contribuir a la economía familiar. Además, asegura la propia Arantxa: “No me gustaba nada estudiar así que a los 16 años dejé la escuela y me puse a trabajar en el caserío” que “aunque es muy duro porque aquí no hay días de fiesta, es lo que siempre me ha gustado”.

De modo similar se pronuncia su hija Irati, quien a sus 18 años ha dejado de lado “al menos momentáneamente” los estudios para dedicarse a las tareas agrícolas que siempre ha visto en casa. Irati no lleva muy bien el hecho de que el mayor volumen de trabajo tenga lugar en verano “cuando el resto de la gente está en la playa”, pero considera que el esfuerzo “merece la pena” porque la huerta es algo le gusta “mucho”.

María Teresa, Arantxa e Irati coinciden al señalar que lo más duro de su oficio es “la ausencia de días de fiesta y el hecho de tener que estar siempre pendientes del tiempo” ya que “aquí hay que trabajar tanto si hace frío como si llueve o graniza”. De todos modos, lo peor de su trabajo es “cuando el género se echa a perder porque le ha entrado algún bicho o ha caído piedra”. En esos momentos “se te rompe el alma”, asegura Arantxa.

Sea como fuere, las tres mujeres de Zumeta Goikoa reconocen que su labor también depara algunas satisfacciones. La mayor de todas es “cuando el producto sale muy bueno y el cliente te lo reconoce”; un gesto que agradecen “aunque no hay mucha costumbre”.

En cuanto a las distintas labores que incluye el desempeño de su profesión, abuela y nieta coinciden al indicar que disfrutan de manera especial “con el trato con la gente que se produce en el mercado”; mientras que Arantxa donde se encuentra más a gusto es “preparando el género”.

Y es que, visto lo visto, el suyo es un trabajo en equipo que, gracias al reparto de tareas y a una ardua labor diaria, permite al caserío Zumeta Goikoa seguir ofertando sus productos cada día en los mercados de Urola Erdia. De lunes a sábado los llevan a la plaza de Azkoitia, a la que acuden “todos los días menos los martes”, que van “al mercado de Azpeitia, al igual que los viernes por la tarde”.

Ni que decir tiene, el género que ponen a la venta en los mercados tradicionales varía en función de la época del año ya que el suyo es “producto de temporada”.

Para terminar, las mujeres del caserío azkoitiarra premiadas por la Federación Landaola animan a la ciudadanía del territorio para que realice sus compras en los mercados de siempre porque “de esa forma, además de comer sano estarán ayudando tanto a los propios productores como a la supervivencia del modo de vida tradicional de nuestros caseríos”.

A su entender, la actividad en las plazas ha disminuido en los últimos años “por el cambio en los hábitos de compra de la gente, pero también porque ha habido quien ha vendido productos que ha comprado en otros sitios y no son de temporada”; una práctica “minoritaria” pero que, en su opinión, “descoloca a la gente, que no sabe qué género hay en cada época del año”. Como el que ellas ofrecen.

Urola Erdia