-Así es. La sección se fundó en 1978. Por aquel entonces tenía 29 años. De chaval no tenía especial interés por el ciclismo, pero cómo son las cosas... Empecé a andar en bici para ir al trabajo. Un verano, siendo un chaval, mi padre me mandó a hacer prácticas a la forja de la empresa Irimo. No quería que estuviese tres meses sin hacer nada. Le dije que la fábrica estaba muy lejos y me compró una bicicleta. De ese modo, de vez en cuando empecé a utilizarla para dar una vuelta. Pero tenía solo un plato y un piñón y no podía ni subir a Santa Bárbara.

Quién le iba a decir a usted que iba a acabar recorriendo Europa con su bicicleta...

-Pues sí. De no poder subir a Santa Bárbara, pasé a subir a Santa Bárbara después de hacer 100 kilómetros, Pero claro, con entrenamiento, con una bicicleta mejor...

¿Cuándo se convirtió en cicloturista?

-Nos pusieron en reducción de jornada y Charro propuso dar una vuelta en bici. Para entonces había cambiado de bicicleta. Pasé de ir en vaqueros a Udana y volver destrozado a hacer 160 kilómetros. No hacíamos estiramientos, no sabíamos nada de alimentación... pero teníamos tiempo y andábamos mucho.

¿Cómo se les ocurrió fundar la sección de cicloturismo?

-Creo que eso también fue idea de Charro. Conocía algún grupo de cicloturistas y pensó que aquí también habría que hacer algo así. Para ello, captó a algunos aficionados de Urretxu, Zumarraga y Legazpi.

Han viajado mucho.

-Bueno... En la Vuelta a España estuvieron en la zona de Fermoselle y recordé que hace tiempo estuvimos allí. Hemos recorrido muchos lugares. Casi siempre hemos ido a hacer turismo. Solo he tomado parte en tres marchas cicloturistas: en Colindres, la Treparriscos y la Quebrantahuesos. Dije que no iba a volver y lo he cumplido. Andar a toda leche no es lo mío. En cierta ocasión nos invitaron a hacer la Vuelta a Cantabria y siempre llegábamos los últimos porque nos parábamos a sacar fotos. Después de acabar, seguíamos andando en bici para conocer más sitios.

El año 2000, en el Mont Ventoux, tuvo una grave caída.

-Lo siento mucho por los que estaban allí conmigo. Yo no tengo un mal recuerdo, porque no recuerdo nada. Los que estaban allí y la familia, en cambio, lo pasaron muy mal.

Volvió a andar en bicicleta.

-Pensaba que no podría hacerlo. El médico me preguntó si ese informe era el mío. Me dijo que lo normal hubiese sido que el dueño de ese informe hubiese muerto o hubiese salido con graves secuelas. Después de eso, pensé que quizá no estaba tan bien como creía. Hice rehabilitación y al final los avances eran pequeños. Me estaba desanimando y el médico me recomendó empezar a hacer vida normal. Empecé a trabajar y a andar en bici. Como había andado mucho en bicicleta estática, aquel mismo año pude ir de excursión a Cantabria. Volví loco de contento.

Sigue pedaleando.

-Tuve un infarto, pero sigo andando en bicicleta. Ahora tengo también una bicicleta eléctrica. Para dar una vuelta de dos horas utilizo la bicicleta normal y para vueltas más largas la eléctrica. El otro día subí Mandubia y Atagoiti con la bicicleta normal. Eso sí, a mi marcha. No puedo pasar de 120 pulsaciones por minuto. Con la bicicleta eléctrica he subido varios puertos de los Pirineos.

¿Qué le han dado la bicicleta y la sección de cicloturismo del Goierri?

-Alegría de vivir. He disfrutado de la amistad, he hecho nuevos amigos, he conocido muchos lugares... La bicicleta y el Goierri son una parte muy importante de mi vida, gracias a que mi familia me lo ha permitido. Siempre me han animado. Después del infarto estuve a punto de dejarlo y mi hijo me dijo que no lo hiciera. El me trajo la bicicleta eléctrica. Algunos me dicen que estoy loco por seguir andando en bici después de un accidente tan grave y un infarto. Yo les digo que si me da otro infarto, qué le voy a hacer. Mientras la salud me lo permita, seguiré andando en bici. ¿Cada vez más despacio? Pues bueno...