Todos los años, y con este ya son 26, San Joan Konpartsa edita un libro y construye una carroza para representar y dar a conocer a los vecinos un episodio de la historia de Hernani. Este año se ha elegido como tema Hernani y la epidemia de viruela.

El 2 de abril de 1918 se levantó una revuelta en Hernani porque querían trasladar seis enfermos de viruela de Lasarte al hospital de dicha localidad. La representación tendrá lugar mañana, último día de las fiestas patronales, a las 18.30 horas. El motín tuvo lugar en la zona de Zinkoenea, por ello, este año el evento se traslada de la plaza de los Gudaris a la plaza de Zinkoenea. Al terminar la representación se repartirá entre los asistentes el libro escrito por Jon Oñate.

Según se recoge en el artículo, en 1918 Lasarte pertenecía a Hernani. Eran los años de la Belle Époque, cuando la realeza y nobleza veraneaban en Donostia y acudían a Lasarte al campo de golf y al recientemente estrenado hipódromo.

No obstante, ese año aparecieron en la casa Lizarraga cuatro casos de viruela a los que se sumó la enfermedad del alguacil y la de una niña que acudía a la escuela. El alcalde de Hernani, don José Maríaa Ubarrechena, propuso utilizar el edificio de la escuela como hospital para tener allí aislados a los enfermos. Mas el inspector de Primera Enseñanza se negó a ceder la instalación. Ante la gravedad de la situación, las autoridades de Hernani apelaron al gobernador, pero este ordenó el traslado de los enfermos al hospital de Hernani.

“Las autoridades municipales de Hernani hicieron observar al gobernador la imprudencia de trasladar el foco de la infección de un lado a otro, pero se encontraron con la actitud intransigente del gobernador, el cual contó con el apoyo de cierta prensa y acaso el de ciertos elementos muy interesados en que los espectáculos hípicos del recientemente inaugurado hipódromo, no fueran suspendidos a causa de la epidemia”, se relata en el libro. La epidemia podría perjudicar la imagen de Donostia dado el turismo de la alta sociedad que se congregaba en la ciudad.

En esta coyuntura se celebró una reunión en el Ayuntamiento de Hernani donde se acordó no admitir a los enfermos. De hecho, todavía se recordaba la epidemia de tifus de 1913 y 1914, que en Hernani ocasionó la muerte de muchas personas.

Así pues, en Hernani, la agitación crecía por momentos y la indignación alcanzó a todas las clases sociales. “El vecindario entero (hombres, mujeres, niños y niñas) se lanzaría a la calle para salir, en caso de que llegase, al paso de la comitiva sanitaria”, asegura Oñate. “A la entrada al pueblo, junto al convento de las Agustinas (actual plaza Zinkoenea), fue levantada una gran barricada de troncos de árboles, vigas, toneles, carros, etc. Un electricista cortó un cable de alta tensión que se colocó atravesando la calle. Las mujeres, reviviendo gestas de otras guerras, prepararon pucheros de aceite hirviendo para que después los hombres, desde los tejados de Zinko-Enea, los arrojaran a las fuerzas de escolta de la Guardia Civil e impedir que llegasen los enfermos”, se recoge en el libro.

Así pues, el 2 de abril, los vigías apostados en Santa Bárbara y en la torre parroquial avistaron en Galarreta el primero de los coches sanitarios que desde Lasarte se dirigía a Hernani. Todas las campanas tocaron a rebato y el pueblo se dispuso para la lucha.

En esta revuelta las mujeres tuvieron un protagonismo fundamental, y entre ellas Mikela Garmendia y Asuntxion Errazkin, que quitaron los fusiles a los guardias civiles y consiguieron cambiar el sentido de la marcha de la caballería. Ante ello el resto de mujeres se unieron a la revuelta, hasta conseguir que las fuerzas de escolta optaran por la retirada hacia Lasarte.

“Aunque participaron todas las personas de Hernani, el motín es recordado como una lucha de mujeres”, concluye Oñate.