Los tolosarras lo tienen claro: no hay lluvia, nieve ni granizo que detenga el Carnaval. Algunos de los actos programados para ayer, sobre todo los dirigidos a los más pequeños, tuvieron que modificarse, pero el Carnaval siguió su curso. ¡Faltaría más! El estruendo de los tambores se encargó de poner la banda sonora por la tarde y al anochecer, como antesala de los tres días de color, alegría e ingenio que están por llegar.
La lluvia fue constante en toda la mañana y la comparsa de gigantes y cabezudos tomó la decisión de convocar a su parroquia en su casa de San Esteban, en el ferial. Su público, fiel como ninguno, no les falló y muchas familias hicieron cola para acceder al recinto, donde tuvo lugar un festival singular, improvisado, pero que gustó mucho a los asistentes. Los cabezudos saludaron a los niños, que pudieron conocer el lugar donde “viven” sus ídolos, y los gigantes bailaron para ellos. A muchos les pareció una “idea estupenda”, ya que los niños pasaron una mañana divertida a cubierto y fue “una forma diferente familiarizarse con los gigantes y cabezudos”.
Los alumnos de la escuela de música ofrecieron su recital en lugares resguardados, al igual la txaranga del Kabi Alai, y Udaberri anunció ya de víspera que suspendía la kalejira que realiza todos los años con los niños y niñas.
La sociedad Aiz Orratz-Veleta mantuvo en vilo a los participantes de la tamborrada infantil, pero acertó manteniendo el desfile, ya que finalmente no llovió en toda la tarde. La gran participación en la tamborrada deja en evidencia que en Tolosa hay cantera carnavalera y también tamborrera.
Al anochecer arrancó desde la plaza Zaharra la tamborrada de adultos con un pequeño homenaje a Karlos Muñoa, tambor mayor de la tamborrada 45 años seguidos. El tiempo también respetó a los mayores y pudieron lucirse, además de haciendo sonar sus tambores, cantando la pieza carnavalera Galtzaundi, lo cual aportó un carácter diferente al desfile y muy tolosarra al desfile. Habrá que ver si cujan los cambios que se han introducido este año en la tamborrada con el fin de darle un impulso.