donostia - Entre quince y 20 personas trabajan hasta doce horas al día en el salón de Plenos del Ayuntamiento de Donostia en una redecoración que dirige Víctor Goikoetxea, un pintor que cambió la brocha gorda por el pincel artístico y que reparte su trabajo entre Donostia y Tánger, pasando por Hernani y Ginebra. La actuación total terminará a finales de febrero, con interrupciones para la fiesta de San Sebastián.

¿Cómo le llegó el encargo para redecorar el salón de Plenos de Donostia, que fue salón de baile del casino entre 1897 y 1924?

-Me encargaron el proyecto de redecoración y de cambio de estética a raíz de la actuación que había hecho siete años antes en el hall de Alcaldía. Entonces, me llamó Odón Elorza, le planteé una propuesta y le gustó. Luego íbamos a hacer el salón de recepciones y el de Plenos pero Elorza perdió las elecciones y el proyecto se quedó en el aire. Bildu consideró que esta actuación no era una prioridad y cuando llegaron los actuales gobernantes, y de cara al 2016, me llamaron de nuevo. Yo estaba en Tánger haciendo un trabajo, pero pude venir.

¿En qué se basó para la reforma que está ejecutando?

-Tengo documentos e imágenes de la época primitiva y no estaba como lo hemos conocido últimamente. En los cerca de 30 años en los que el edificio fue casino, hasta que Primo de Rivera prohibió el juego, fue salón de baile. Tengo hecho un estudio de cómo se había decorado en aquella época. Es un estilo neoclásico con motivos modernistas y policromías, como todos los grandes palacios europeos de la época. Hice una proposición siguiendo las directrices del Ayuntamiento, ya que la estancia es una sala polivalente. No solo es salón de Plenos, también acoge eventos, como bodas, celebraciones, conciertos y demás.

¿Se ha retocado mucho este salón a lo largo de su vida?

-Básicamente se han hecho dos intervenciones. La primera no está muy documentada pero hay algunos datos. La segunda, hace unos 30 o 40 años, no fue muy afortunada. Se le dieron unos colores oscuros, pesados, que no son los originales y corrió a cargo del arquitecto municipal. Los cortinajes de terciopelo acrílico los vamos a quitar. Se actuó solo de la bóveda para abajo, por eso sigue siendo la original; solo se va a restaurar algún pequeño problema de humedades.

¿Cuál ha sido su propuesta para el renovado salón?

-Propuse unificar todo y revalorizar los elementos que no se apreciaban como las columnas, los ornamentos, los espacios y los pasillos laterales. Nunca he entendido que en San Sebastián se paguen fortunas por tener vistas a la bahía y aquí estaba todo tapado por cortinones. Vas al palacio Bellevue de Biarritz y es lo contrario. He querido recuperar todo, que se vean los arcos, que entre la luz. Persigo suprimir la decadencia y ese aire rancio que tenía. Busco darle luz, frescura y elegancia. Donostia se lo merece. Es un salón neoclásico y no se le pueden meter cosas modernas, como acero cortén, por ejemplo.

Las 40 columnas que antes eran marrones ahora parecen de mármol.

-Pintar las columnas es como pintar un retrato. En concreto, estas representan el mármol rojo del Pirineo. En origen también tenían aspecto de mármol.

El color crema que domina ahora la estancia la transforma totalmente. ¿Quién elige el color, el pintor o el alcalde?

-Yo propongo. El alcalde y los técnicos del Ayuntamiento me han dado todas las facilidades y al final me han dejado tomar la decisión. Sí he pedido que se siga un criterio. No que uno diga una cosa, otro otra... El color crema intenta también unificarse con el suelo, con la piedra... Que sea suave y elegante. La verdad es que estoy agradecido al alcalde, porque confía en mí y eso no siempre pasa.

¿Tendrá cortinas en el futuro?

-Por ahora hay una propuesta para las ventanas de la zona alta. Las lámparas originales de bronce se han restaurado. Se va a colocar una tira de led para revalorizar la zona alta. Las cariátides también van a tener un resplandor.

¿Qué otros cambios va a sufrir este antiguo salón de baile?

-Está en estudio pero he propuesto suprimir la tarima en la que están los concejales y ponerlos al nivel del suelo. Además, hacer una tarima técnica que se pueda poner para conciertos y otros eventos y quitar después. También tenemos una propuesta para la pared central. Hay una maqueta muy bonita de la ciudad, que quiero metalizar y poner en la pared frontal como algo decorativo. También nos gustaría colocar algunas zonas con espejos, con botones de latón de tipo antiguo.

¿Qué estaba haciendo en Tánger cuando vino a ocuparse del salón donostiarra?

-Estaba trabajando para un cliente que tiene una casa inmensa allí. Estaba haciendo cinco murales enormes, con motivos marinos, porque en la cultura musulmana no se pueden pintar figuras humanas. He estado allí cuatro meses y me llamó Eneko Goia. Hablé con el dueño de la casa de Marruecos y me dejó venir. También he hechos trabajos en otros lugares. Por ejemplo, en Ginebra, en un parque intergeneracional en Menier, donde se hace un homenaje a los viticultores, los agricultores del grano y el paisaje. También tengo un trabajo en un portal de la Vía de las Corts de Barcelona y en muchos lugares como Toledo.

También se ha movido a París y Florencia para formarse.

-Yo soy pintor de brocha gorda. Empecé con un familiar con trece años y medio. Entonces no me iban los estudios y tuve la gran suerte de que empecé a trabajar en un taller de los antiguos, donde se aprendía el oficio. Aprendí desde la base, de buenos oficiales muy mayores, cuando yo era un chavalillo, que me enseñaron los entresijos de la pintura, cómo hacerla, sus componentes, los colores... Fui aprendiz, empleado, propietario, tuve una empresa con nueve obreros y con 27 años decidí que tenía que estudiar para formarme. Empecé con la pintura decorativa, hiperrealista, el trompe l’oeil o trampantojo. Hice pruebas de acceso al Instituto Superior de París y estuve dos años. Luego otros ocho años yendo a París y a Nantes. Después fui a Florencia a una academia clásica. La formación te da herramientas para poder explayarte y materializar tus ideas. Puedes tener mucha ilusión y muchas ideas, pero sin técnica no hay nada que hacer.

¿Cree que aquí se cuida el trabajo manual y artesano?

-Muchos de mis profesores de París eran Medalla de Oro de Francia. Allí se cuidan mucho los oficios. Convocan concursos nacionales de ebanistería, herrería, pintura decorativa... Si ganas la medalla te la da el presidente de la República en el Eliseo y eres reconocido como un gran artesano. Toda la formación artesanal está subvencionada. Mis compañeros de estudios tenían hasta el tique del autobús subvencionado. Aquí se han dejado perder los oficios. El pintor se ha convertido en un manchaparedes, con todo el cariño; el escayolista, en un colocador de pladur, y el herrero igual no ha cogido un martillo en la forja, porque le traen las piezas de China. Soy consciente de que soy de los últimos que mantienen mi oficio.