Un total de 265 páginas son las encargadas de guardar los recuerdos más antiguos y las historias más anecdóticas de las joyerías, relojerías y platerías que han dado vida a Donostia desde hace casi un siglo, todas ellas recogidas en el octavo libro sobre comercios que Lola Horcajo, Carlos Blasco y Juan José Fernández Beobide han creado: Comercios donostiarras. Joyerías, relojerías y platerías.
“En la década de 1920 el boom de las joyerías en Donostia fue espectacular”, cuentan los autores en las primeras páginas del ejemplar, y recuerdan lo que decía entonces el periódico El Pueblo Vasco: “Las joyerías se han multiplicado de una manera prodigiosa. Sin contar las que están abiertas todo el año, hay muchas que se establecen provisionalmente para la temporada... El número de estos negocios instalados en la ciudad alcanza casi el centenar”. Así, viajando atrás en el tiempo, Horcajo, Blasco y Fernández Beobide han conseguido recopilar más de 40 de estos negocios explicando al detalle cuál ha sido su evolución, ya que algunos han desaparecido y otros, en cambio, permanecen entre las calles donostiarras.
El Trust Joyero, Astrain, Durant, Antonella, Alberdi, Olazabal, Satóstegui, Galdós, Angelita Martínez, el taller de Ortega y Anabitarte, Casa Munoa o la joyería Villanueva y Lerchundi son algunos de los nombres propios incluidos en la publicación. Los autores relatan la historia de cada uno de ellos y de sus familias que, en algunos casos siguen al frente de los negocios. A través de ellos, además, cuentan la historia de Donostia y son precisamente las propias familias quienes, con sus testimonios y fotografías, han dado vida al libro, completado con visitas a la hemeroteca y fototeca de la época. “Uno de los objetivos es intentar salvar el patrimonio fotográfico familiar del olvido o de la destrucción”, explican en el libro, repleto de fotografías que plasman una Donostia que pocos recuerdan.
El impulso fundamental para la creación de estos negocios en la capital guipuzcoana se dio a partir del derribo de las murallas en el año 1864. A ello hay que añadir la llegada a la ciudad de numerosos comerciantes franceses que, atraídos por las posibilidades comerciales que Donostia ofrecía, apostaron por abrir sus tiendas, muchas de las cuales han perdurado hasta el pasado año.
De esta manera los autores recuerdan la joyería Durant, la más antigua que recoge el libro, un negocio familiar que ha pasado de padres a hijos a lo largo de los años y que ha echado el cierre recientemente. “Fue uno de los comercios más emblemáticos”, destacan Horcajo y compañía en sus páginas. M. Leon Voisin y Peyran fue el fundador de la joyería y relojería El Cronómetro, que se estableció en el número 10 de la calle del Pozo, hoy Boulevard. “Era la época en la que los relojes se vendían en estuches de madera de olivo con las iniciales del propietario grabadas”, recuerdan los autores.
Paralelamente, en la Avenida de la Libertad existía otra joyería, Echeverría. Hacia 1962 la Joyería Durant seguía teniendo tanto éxito que se amplió el negocio, sustituyendo a la de los Echeverría. No obstante, tras la muerte de la encargada de gestionar los dos negocios, Elie Durant, se decidió desarrollar la actividad únicamente en la Avenida de la Libertad. “El 31 de marzo de 2014 cerró la Joyería Durant. En la actualidad otra joyería, Aristocrazy, ha venido a ocupar el espacio que durante años marcó un estilo en la Avenida”, relatan los autores junto a varias fotografías que plasman la evolución de este negocio.
El Trust Joyero y la joyería Fernández Dorado, ambas en el Boulevard, son otros de los negocios destacados por los autores. Además, el libro recopila citas de los trabajadores que recuerdan cómo durante el Festival de Cine los visitaban artistas famosos como Miguel Bosé, Lina Morgan o Anthony Quinn. La Casa Munoa tampoco deja indiferentes a Horcajo y compañía, que definen a la familia encargada como “grandes artesanos que se enorgullecen de una larga tradición familiar de respeto por el oficio, buen hacer, profesionalidad y buen gusto”.
Además de crear joyas, muchos de los comercios eran los responsables de elaborar figuras religiosas como coronas o custodias y algunos premios como las Conchas del Festival de Cine, la Medalla de Oro de San Sebastián o la Copa de Oro que se concede en el hipódromo de Donostia. Además, platerías como Satóstegui eran especialistas en la realización de trofeos, fabricación de bandejas, juegos de café, salseras, y venta de cuberterías en las que grababan delicadas letras.
Los autores publicaron el pasado año otros dos libros de comercios donostiarras, Historias de la Avenida I e Historias de la Avenida II, y tienen a sus espaldas otras cinco obras que relatan la historia de diferentes comercios de la ciudad como pastelerías, cafeterías o ultramarinos, entre otros.