Goierri-Urola Garaia
El queso es el principal reclamo turístico de Idiazabal, pero le ha salido un duro competidor: los vehículos de Víctor Muñoz. Este beasaindarra colecciona vehículos clásicos poco convencionales y sus coches, furgonetas y motocicletas dejan con la boca abierta a todos los que pasan por el polígono industrial Guardi de Idiazabal.
Muñoz estudió Delineación y fundó la empresa de mecanizado y fabricación de piezas Faver. Se llama igual que un famoso exfutbolista y entrenador de fútbol, pero a él le van más las ruedas que los balones. “Siempre me han gustado las ruedas y la gasolina. Empecé con una moto pequeña, luego una más grande, después un coche viejo que iban a tirar... Me gustan los vehículos que tienen una historia detrás y que se salgan de lo normal. Nunca tendría un 600, por ejemplo, pues hay muchos. Mis coches dan más trabajo, pero también más satisfacciones”.
No sabe cuántos vehículos han pasado por sus manos. En la actualidad, tiene varias furgonetas y autocaravanas (Volkswagen T2 de 1974, Bedford de 1978, Hanomag Mercedes Orion de 1970 y Ford Transit MK2 de 1981), dos deportivos (Spartan de 1973 y Triumph Vitesse de 1968), una berlina (Citroën 11 Limousine de 1954) y una moto (Lambre-tta con sidecar de 1962).
La joya de la corona es la autocaravana Mercedes. “El que tiene dinero se va a una subasta, pero la mayoría nos movemos por Internet y por ferias. De todos modos, muchas veces los coches nos llegan de rebote o en un golpe de fortuna. Yo no sabía ni que existía esta autocaravana. Me la encontré en un camping de Arcachon, en muy mal estado, y no paré hasta conseguirla. Llevaba doce años parada y llevo tres años restaurándola”.
Es un vehículo que llama la atención. “Mercedes quiso hacer una autocaravana especial, representativa del país. Se basaron en las caravanas americanas. La carrocería es de fibra de vidrio. Eran carísimas. Lo más de lo más. De este primer modelo solo se fabricaron 70 y quedan muy pocas”.
De todos modos, la de Arcachon no es la mayor locura que ha hecho por un coche. Conseguir la Ford Transit MK2, por ejemplo, fue toda una epopeya. “La compré por teléfono, sin haberla visto. El dueño era de Málaga y me dijo que a él se la habían regalado y no la quería vender: si me pagas los gastos del viaje de ida y el billete de vuelta, te la regalo. Me pareció que me estaba contando un cuento, pero le adelanté los 350 euros. Tardó como 40 días en llegar, pues en el camino se paró a visitar a todos sus conocidos. Le tuve que mandar otros 50 euros, porque se quedó sin dinero. No le conté ni a mi mujer lo que estaba haciendo”.
En una de estas, llegó a Goierri. “Me llamó de Zaldibia para decirme que le habían parado en un control: la furgoneta estaba dada de baja, le había puesto las placas de una Mercedes, llevaba algo de hachís, tenía el carné caducado...”.
Sus vehículos llaman la atención allá donde van. “Una vez estaba arreglando la Volkswagen en el taller y llamaron a la puerta. Eran dos guardia civiles, con sus ametralladoras y todo, que se habían parado a ver mi autocaravana y querían que se la enseñase por dentro. Todos los que pasan por delante del taller, le sacan fotos”.
Está orgulloso de sus vehículos, pero no parará hasta conseguir una furgoneta Volkswagen T1. “He ido a Bélgica, a ferias de vehículos clásicos Volkswagen, y he vuelto con los dientes largos. Están cotizadísimas y, además, hay que estar muy seguro de lo que se compra. Hay muchas importadas de Brasil y Portugal y la chapa de estas no es igual que la de las originales”.
Reconoce que su afición es “como una droga”. Su mujer hace tiempo que lo considera un caso perdido. “A mi hija le gusta pasear con mis coches, pero no le gusta la mecánica, y a estos vehículos todos los días hay que hacerles algo. Llevo unos cuantos años diciendo que voy a quitar algunos coches... ¡pero es que no puedo!”.