A sus 25 años, el periodista elgoibartarra Jairo Berbel no podía ni imaginarse lo que le iba a deparar la vida cuando el pasado 25 de septiembre de 2013 puso rumbo a Quito. Consciente de las dificultades para ejercer su profesión en el Estado español, Jairo se desplazó hasta la capital de Ecuador acompañado de su amiga Xandra Pérez, natural de Basauri y también periodista.
No tenían nada atado en su lugar de destino, pero sí una maleta llena de ilusión y un amigo que les ofreció alojamiento para el inicio de su estancia. Aun así, apenas tardaron unas semanas en encontrar trabajo.
Tras mandar currículums “por todo el país”, a Jairo le llamaron de Activa TV, una productora de televisión “bastante bien posicionada” que tiene entre sus clientes a la Secretaría del Buen Vivir, perteneciente al Gobierno ecuatoriano.
Cinco semanas después de su llegada a Quito, el joven elgoibartarra ya se encontraba trabajando como camarógrafo y periodista en diferentes proyectos que la citada productora estaba llevando a cabo “en la Amazonía, con comunidades indígenas...”. En ello estaba cuando le mandaron realizar un programa sobre la Fundación Jóvenes contra el Cáncer; una entidad “muy conocida en Ecuador y en todo Latinoamérica que creó Gustavo Dávila después de que uno de sus hijos muriera de cáncer”.
A Jairo le mandaron a la ciudad de Quevedo para que grabara el acto de graduación de Yulexi Carolina Chévez, una joven que, a pesar de contar con tan solo 18 años, ya era muy conocida en todo el país por su intensa actividad a favor de la inclusión de las personas más desfavorecidas y de los enfermos de cáncer.
De hecho, un cáncer de huesos hizo que la joven perdiera una pierna a los trece años, pero esa circunstancia no fue impedimento para que Yulexi mostrara “una voluntad increíble para seguir adelante”, explica Jairo. Tanto es así que “fue ella la que promovió la celebración del Bionic fashion; un desfile de moda para gente con amputaciones muy consagrado en Latinoamérica”.
Sea como fuere, Jairo se quedó prendado de la joven Yulexi desde aquel primer encuentro. Por ello, “nos buscamos por Facebook y empezamos a quedar”; iniciando un noviazgo que no iba a ser nada fácil.
Y es que el cáncer había vuelto a apoderarse de Yulexi (esta vez se había alojado en sus pulmones). Pero ni eso ni la amputación le importaron lo más mínimo a Jairo que, tras las lógicas reticencias iniciales, finalmente fue acogido “como un hijo” por la familia de Yulexi.
Ocho meses intensos Iniciada la relación, Jairo pudo constatar en primera persona “las enormes ganas de vivir” de su compañera sentimental que, a pesar de ser consciente de su grave enfermedad, “renunció a la quimioterapia y optó por un tratamiento alternativo para no pasarse lo que le quedaba de vida entre hospitales”.
La enfermedad avanzaba en el cuerpo de la joven, pero esta “seguía impulsando campañas para recoger ropa y repartirla entre las personas más necesitadas o para recopilar tapones con los que recaudar fondos y ayudar a familias sin recursos”. Incluso, Yulexi se presentó a un concurso de moda y belleza en el que fue la única participante con un miembro amputado: “aunque se fatigaba mucho porque el cáncer estaba muy avanzado quiso hacerlo para romper esquemas. Al final quedó la segunda pero eso era lo de menos”, recuerda Jairo.
A pesar de todas las dificultades, la relación entre ambos jóvenes siguió deparándoles “muy buenos momentos”; hasta que el pasado 8 de agosto Yulexi “sufrió un ataque y tuvieron que ingresarle en un hospital de Quito”. Allí “preguntó a ver cuánto tiempo le quedaba de vida y le dijeron que estaba en su última etapa”.
Con ese panorama, la joven activista salió del hospital acompañada de su familia, que recogió a Jairo en una furgoneta. Según cuenta, “nos llevaron a una unidad de cuidados paliativos y ahí se me cayó el mundo; tanto, que al ver lo triste que estaba al principio Yulexi se negó a recibirme en su habitación”. Pero Jairo siguió pasando los días fuera de la habitación “hasta que Yulexi permitió que entrara a verle; eso sí, si antes le prometía no llorar y que seguiría adelante una vez que ella no estuviera”.
Jairo acató las peticiones de su pareja, e incluso, se permitieron realizar dos viajes a la playa: “Yulexi reunió a toda su familia en torno a una fogata y nos lo pasamos tan bien que por unas horas nos olvidamos de que en realidad se estaba despidiendo de todos nosotros. Ella era plenamente consciente de que iba a morir pero no derramó ni una sola lágrima. Estaba muy tranquila”.
Pero pasaron unos pocos días y Jairo, que estaba trabajando en Quito, recibió una llamada desde casa de Yulexi: “Estaba muy mal y quería verme”. El joven elgoibartarra pidió permiso en su trabajo y se trasladó hasta el hogar familiar de su novia. “Me puse a su lado en la cama y al ver que le faltaba el oxígeno su madre y yo decidimos ir a un hospital para que le estabilizaran”, recuerda. Sin embargo, “pasamos por ocho hospitales del sistema sanitario público y no nos quisieron atender en ninguno de ellos. Estuvimos yendo de un sitio para otro desde la una de la madrugada hasta las ocho de la mañana; hasta que la Fundación Jóvenes contra el Cáncer nos dijo que fuéramos a una clínica privada y que ella asumiría el coste”.
Una vez estabilizada, la joven, que se encontraba en estado de semiinconsciencia, “sacó fuerzas de no se sabe donde y se despidió de su madre y de mí con un beso y un abrazo”.
Yulexi falleció el pasado 4 de septiembre “a las pocas horas de despedirse de nosotros”, recuerda Jairo, que con motivo de la Navidad se ha trasladado a Elgoibar para pasar unas semanas con su familia.
Aun así, el próximo día 27 de diciembre regresará a Ecuador, donde grabará un documental y escribirá una novela “para dejar constancia de la lucha contra el cáncer y la actividad que desempeñó Yulexi durante su vida”. Además, Jairo y la madre de la joven han encontrado un terreno en Buena Fé, donde pretenden constituir una fundación que lleve el nombre de la joven. De esa forma, la lucha que inició Yulexi seguirá viva.