Tolosa - ¿Cómo surge la idea de organizar un campeonato de cesta punta en Tolosa que lleva el nombre del aita?
-Se pensó en crear un torneo de aficionados a nivel de Euskal Herria, con los mejores pelotaris de la categoría. La pretensión es convertirlo en un referente e impulsar esta modalidad de la pelota. Yo, como también fui pelotari y estoy un poco metido en la escuela, me comentaron que querían ponerle el nombre del aita. Para nosotros supone un reconocimiento hacia su labor. La ama tiene el cartel del memorial puesto en la sala.
¿Qué significó para el aita la cesta punta?
-Para el aita la cesta punta lo fue todo en su vida. En casa todo giraba en torno a sus experiencias o la escuela que creó. Cuando dejó la pelota se dedicó al negocio familiar, la tienda de muebles, pero los temas que salían en la mesa siempre giraban en torno a la pelota.
¿Cuántos años jugó como profesional?
-El aita debutó en las Islas Canarias y jugó durante 22 años como profesional. Después jugó en Zaragoza, Italia, Milán, Estados Unidos, Tijuana... De hecho, mis hermanos mayores nacieron en Tijuana.
La cesta punta movió por el mundo a toda la familia...
-Sí, hay una historia curiosa que siempre contamos en la familia. El aita estaba jugando en Estados Unidos, en Tampa, y solía hacer temporadas de seis meses y después volvía a casa. Sin embargo, le ofrecieron un contrato en México y no pudo regresar. El aita y la ama ya eran novios, y querían casarse, por lo que se casaron por poderes. Por aquel entonces no era nada habitual. Después de casarse, la ama cogió un barco y se fue a vivir allí. Hicieron en México cuatro años y allí nacieron mis dos hermanos mayores. Regresaron, abrieron la tienda de muebles y siguió jugando partidos de los lunes en Gernika.
¿Por qué creó la escuela?
-Durante unos años se dedicó al negocio familiar. Cuando se jubiló y se recuperó de algunos problemas de corazón que sufrió, decidió crear la escuela Beotibar de pelota junto a Ignacio Altuna en el año 1988. Crear la escuela le permitió volver de nuevo al mundo de la pelota y en casa siempre hablaba de sus alumnos, del futuro que tenía uno o de cómo jugaba otro.
Dice que también era una escuela de valores...
-Su vida era la cesta punta, el frontón y en la tradición antigua todo estaba unido: había que ser bueno en la cancha pero también saber comportarse. Remarcaba mucho el respeto a los compañeros, a los jueces y al público. Hoy en día todo eso parece que está fuera de lugar, que es secundario. Le dolía mucho la falta de afición y la falta de respeto.
¿Era muy disciplinado?
-Sí, se cuidaba muchísimo, no bebía, no alternaba... Cuando se proponía algo, lo hacía en serio, a veces era hasta demasiado estricto, también con nosotros. Era su forma de ser.
¿Cómo veía el futuro de la cesta punta?
-El aita decía muchas veces que no había afición, porque no había chavales que se dedicaran de lleno a la cesta punta. Nosotros cuando empezamos a jugar íbamos a Andoain, porque aquí no había escuela, y nos las apañábamos por nuestra cuenta para llegar en bicicleta o autobús. Ahora se les da todo hecho y lo tienen todo programado. El aita decía muchas veces que iban a la escuela como una obligación más y eso no le gustaba.
¿Hay afición ahora en Tolosa?
-Ahora hay unos 40 chavales, desde infantiles hasta senior. La cesta punta en Gipuzkoa ha estado muy ligada al remonte en Galarreta. En Tolosa no había prácticamente chavales y llevaba tiempo desaparecido. Sin embargo, el frontón Beotibar es pequeño, pero resulta muy vistoso, espectacular. En Estados Unidos a la cesta punta se le conocía como el deporte de pelota más rápido del mundo. Yo estoy enamorado de la cesta punta y por mi parte son todo elogios, pero mucha gente que lo desconoce y descubre esta modalidad se queda impresionada por su espectacularidad.
¿Sigue usted jugando?
-Además de los chavales también estamos las viejas glorias, que nos juntamos los jueves para jugar un poco. Yo me dediqué diez años profesionalmente a la cesta punta y sigue siendo parte de mi vida.