Beasain. UNA de las noticias del año en Goierri y Urola Garaia ha sido la llegada de unos 140 trabajadores madrileños a las plantas de Arcelor-Mittal en Olaberria y Zumarraga. NOTICIAS DE GIPUZKOA ha estado con dos familias que llegaron en primavera a Beasain para conocer qué tal les va.
Eduardo Fernández y Carmen Redondo tienen 27 y 26 años, respectivamente. Vinieron con su hijo Mario, de 18 meses. Pedro Antonio Fernández, 37 años, y María Castro, 34, también tienen un hijo: se llama Iván y tiene 11 meses. Los dos hombres trabajan en la planta de Olaberria, mientras que Redondo lo hace en el geriátrico Lamourous-Argixao de Zumarraga. Castro es administrativa, se quedó en paro cuando todavía estaba en Madrid y ha decidido no trabajar fuera de casa hasta que el niño sea un poco mayor.
La planta de Villaverde contaba con 324 trabajadores cuando la empresa decidió trasladar la actividad a otras fábricas. Los empleados se movilizaron en contra de la medida, pero fue inútil. Muchos decidieron venir a Goierri y Urola Garaia. Los dos Fernández se inclinaron por la planta de Olaberria porque le ven más futuro que a otras y desarrolla una actividad similar a la de Madrid.
Una vez tomada la decisión de venir a Goierri, comenzaron los preparativos. Tuvieron solo unos pocos días para preparar el traslado. Recuerdan que aquellos días fueron una locura, pero los Fernández-Redondo habían sido previsores: en cuanto supieron que se iban a tener que trasladar a otro lugar, pusieron su piso en alquiler y se fueron a vivir a casa de los padres de ella.
Nada más conocer que iban a venir a Olaberria, comenzó la búsqueda de una vivienda. "Enseguida nos dimos cuenta que aquí hay pocos pisos en alquiler. En cuanto descolgaban, nos preguntaban si llamábamos de Arcelor". Finalmente, decidieron personarse. "Hacíamos cola en las inmobiliarias", recuerda Redondo.
Ellos llegaron a buscar casa en Bergara. No porque no hubiese nada más cerca, sino porque en Madrid están acostumbrados a cubrir grandes distancias para ir al trabajo. "Allí trabajaba a 60 kilómetros de mi casa. Cuando llamé a Bergara me dijeron que si mi marido iba a trabajar en Olaberria tenía que buscar más cerca. La verdad es que hemos ganado en calidad de vida: Eduardo va a trabajar andando y Zumarraga está muy cerca de Beasain".
Muchos otros, en cambio, viven en Altsasu. "Tienen hijos mayores que los nuestros y han preferido llevarlos a colegios donde no se enseña en euskera". Otro grupo está formado por los que han dejado a la familia en Madrid. "Esos andan justos, pues algunos tienen que pagar la hipoteca allí y el alquiler aquí".
Ellos contaban con la ventaja de tener niños pequeños y tenían claro que iba a venir toda la familia. A pesar de que apenas sabían nada de Beasain. Solo que es el pueblo de Arguiñano. "Lo dice tantas veces, que lo recordábamos", comenta Castro. Ninguno de ellos había estado antes en Gipuzkoa. Vinieron con un poco de miedo y dicen que se encuentran mejor de lo que esperaban. "En Madrid, si dices que vienes al País Vasco, no te lo ponen muy bonito: mal tiempo, un idioma diferente, lejos de la familia... Muchos han ido a la planta de Zaragoza para estar más cerca de la familia".
Ellos, en cambio, apenas han vuelto a Madrid desde que se establecieron en Beasain. Tras cinco días trabajando, el viernes no les apetece coger el coche. Son los familiares y amigos los que vienen de visita. "Les hemos llevado a San Sebastián. Es precioso. Todos nos habían dicho que era una pasada y es así", comenta Redondo. Pedro Antonio Fernández añade que a estas alturas conocen Donostia mejor que los guipuzcoanos. "Que viene uno, a La Concha; que viene otro, a La Concha...".
De hecho, dicen estar totalmente integrados. "Vinimos con la intención de integrarnos y lo hemos conseguido", comenta su compañero de trabajo. De hecho, ya han probado la morcilla de Beasain, han comido besugo en Orio, han visitado la sidrería de Ataun, les encanta el pintxo-pote de los jueves, Castro se ha apuntado en el euskaltegi de Beasain...
Esta última está encantada con los parques infantiles. "En Madrid no hay tantos como aquí". A su amiga le ha llamado la atención que la gente sale a la calle "muy arreglada" y que hay una gran afición al deporte. "Estoy alucinada: llueva, haga frío o calor, sea la hora que sea, siempre hay alguien corriendo. Eso invita a hacer deporte". A Pedro Antonio Fernández le gusta que la gente no va del trabajo directamente a casa. "Siempre hay alguien en la calle. Todo el mundo toma algo antes de subir a casa".
Quieren dar las gracias a los vecinos de Beasain por el recibimiento que les han brindado. En el bar Igar-tza, por ejemplo, son ya como de la familia. De hecho, los Fernández-Redondo estuvieron de vacaciones en Galicia con los propietarios del establecimiento.
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Clima y centros comerciales
Pero echan en falta algunas cosas de Madrid, claro. Por ejemplo, el clima seco. ¿Qué más se puede decir sobre la lluvia esta semana? Redondo tiene miedo de que el río Oria se desborde y aprovecha la visita del periodista para preguntarle a ver si es algo habitual. La respuesta le tranquiliza. Reconoce que le recomendaron comprar un paragüero, pero todavía no lo ha hecho. Su marido dice que en verano se duerme mucho mejor aquí que en Madrid y su compañero comenta que todavía no controla los vaivenes del tiempo. "Abro la ventana, veo el sol y salgo a pasear en manga corta. Hago 100 metros y ya está lloviendo".
También echan en falta los centros comerciales de Madrid, pues el de Olaberria no les parece digno de recibir ese nombre. Y a Eduardo Fernández le gusta mucho el fútbol, pero ahora tiene que ver los partidos del Real Madrid por la tele (se ha hecho amigo de un familiar de Xabi Alonso que vive en Beasain).
Cuando quiere ver fútbol en vivo acude al campo de Loinatz, pues lo tiene debajo de casa. "El hijo de los dueños del bar Igartza juega en el Beasain y suelo ir a ver sus partidos. También veo los encuentros del primer equipo. Uno de los centrales es muy bueno y me lo llevaría al Castilla". El defensa se quedaría en Madrid y él volvería a Beasain, pues han venido con la intención de quedarse para siempre. "No queremos pasar otra vez por lo mismo", concluyen los beasaindarras de Madrid.