lOS mismos doce platos que se sirvieron el 2 de julio de 1912 volverán a estar sobre la mesa mañana por la noche en el restaurante de La Perla. La talasoterapia celebrará, así, el 100 cumpleaños de sus baños en medio de la bahía, protagonistas en todo este tiempo de las postales de la ciudad.
Solo siete días después será el hotel María Cristina el que celebrará su centenario. Antes, este mismo viernes, reabrirá las puertas el establecimiento de cinco estrellas. Este verano soplarán también 100 velas el teatro Victoria Eugenia y el parque de ocio de Igeldo (en agosto). Si este verano es el de los centenarios, el de 1912 fue el de las inauguraciones de las nuevas construcciones y servicios que dieron pie a la Belle Époque donostiarra y configuraron una nueva ciudad para el nuevo siglo.
Entonces, a solo un año para celebrar el centenario de la reconstrucción de la ciudad, Santander pujaba fuerte para atraer el turismo aristocrático. Donostia, tras reconstruir la Parte Vieja, tirar sus murallas y construir sus ensanches, decidió crear infraestructuras de lujo para consolidarse en ese mercado. A esa aristocracia, principalmente, iban dirigidos el parque de ocio, el teatro, el hotel de lujo y el nuevo establecimiento de baños.
En realidad, antes de La Perla existían ya las casetas con ruedas que se colocaban en la playa desde mediados del siglo XIX y en 1868 se inauguró un edificio de baños de madera, pintado de rojo, en la arena de La Concha. Tal y como revelan los historiadores Lola Horcajo, Juan José Fernández Beobide y Carlos Blasco Olaetxea en su revista San Sebastián, en su momento se bautizaron como Baños del Príncipe Alfonso, en referencia a Alfonso XII. Sin embargo, tras la segunda guerra carlista le cambiaron el nombre por La Perla del Océano.
El edificio de madera se quedó obsoleto tras 40 años y fue cuando se emprendió la construcción de las instalaciones actuales. El proyecto se integró en la reforma de toda La Concha, que supuso que se ensanchara el paseo y se crearan, bajo él, los voladizos para instalar en ellos las cabinas. También la característica barandilla de La Concha se diseñó en esa época.
En aquella Perla del Océano ya se apostó por los servicios más modernos en Europa. Había baños turcos, saunas, nuevos tratamientos y muchos servicios novedosos. "Entonces ya era un centro moderno y ahora sigue siéndolo", cuenta el gerente actual de La Perla, Francis Tamayo.
Sin embargo, el cambio principal de aquella Perla de 1912 a la de hoy es que, si antes era un centro exclusivo (en realidad también contaba con 150 cabinas para los donostiarras), ahora es un establecimiento completamente "popular" y abierto a la ciudadanía. "Ahora pueden venir todo tipo de personas", continúa Tamayo. Y, además, el centro se ha volcado más en el aspecto terapéutico de sus servicios de baños y talasoterapia.
En realidad, en La Perla llevan todo este año haciendo guiños a su centenario y, después de promociones especiales para sus clientes y, por ejemplo, reproducir una foto de 1912 de los empleados del centro con los actuales trabajadores, el momento más especial será el de la cena conmemorativa de mañana en la que los invitados degustarán, como hace justo 100 años, salmón, espárragos, panaché, tarta y quesos, entre un total de doce platos.
más lujo
María Cristina
Mientras ellos cenen, en el interior del hotel María Cristina unos y otros continuarán trabajando en los últimos detalles para reabrir sus puertas el viernes, casi coincidiendo, también, con el centenario del hotel: abrió sus puertas el 9 de julio de 1912. La reforma integral a la que se ha sometido el establecimiento mantiene el estilo clásico del hotel y el lujo que siempre lo ha caracterizado. Desde su inauguración, todas las habitaciones del hotel tenían baño, algo no muy habitual en la época, y también agua caliente y calefacción.
En su momento tanto el María Cristina como el teatro Victoria Eugenia fueron establecimientos modernos con los que competía la ciudad para atraer a esa aristocracia y realeza europea y fue precisamente la reina María Cristina de Habsburgo la que inauguró el hotel, de ahí que tomara su nombre. A principios del siglo pasado unos cuantos donostiarras de la alta sociedad constituyeron la Sociedad de Fomento San Sebastián, precisamente, para impulsar su construcción. El Ayuntamiento cedió entonces el solar con la condición de que el inmueble pasara a sus manos 70 años después y, así, se hizo con él en 1982. Poco después cerró sus puertas para emprender la que hasta ahora era la última gran reforma, tras la cual logró su quinta estrella.
En la actualidad es la cadena americana Starwood Hotels la que, dentro de la serie The Luxury Collection, gestiona el establecimiento y la que ha sufragado gran parte de la reforma (en total ha supuesto una inversión de casi 20 millones de euros). También ha decidido bautizar las nuevas habitaciones con el nombre de algunas de las ocupantes más ilustres que han pasado por el María Cristina.