Bilore: un panorama desolador
La empresa de detergentes Bilore cerró sus puertas y los trabajadores se quedaron en la calle. Reclaman en los juzgados que se les pague lo que se les adeuda. Mientras tanto los ladrones están saqueando unas instalaciones en las que hay material tóxico.
La empresa Bilore de Zaldibia está teniendo el final más triste que se pueda imaginar: durante décadas produjo detergente y ahora en sus instalaciones reinan la suciedad y el caos. Bilore cerró sus puertas hace ya varios años con una deuda acumulada de 62 millones de euros. Sus trabajadores se quedaron en la calle y se les deben cerca de tres millones de euros. El asunto está en los juzgados y, mientras tanto, los ladrones están saqueando la fábrica. A la luz del día y con tecnología punta.
El Ayuntamiento de Zaldibia ha denunciado que este expolio es peligroso, pues en los pabellones todavía quedan sustancias tóxicas, y que nadie hace nada para detenerlo. El viernes NOTICIAS DE GIPUZKOA visitó las instalaciones en compañía de tres miembros de la comisión gestora del Ayuntamiento: el presidente Ramón Nazabal, Mikel Luloaga y Daniel Beloki. Por otra parte, ayer tuvo lugar una concentración para exigir que se tomen medidas.
Los pabellones se levantaron a la entrada de la localidad, por lo que, esta ruina industrial de 27.000 metros cuadrados de superficie, es la encargada de dar la bienvenida a Zaldibia. Tras la fábrica se ve la imponente silueta del monte Txindoki. El contraste entre una mole y la otra hace que la imagen sea aún más desoladora.
La verja está abierta y el visitante puede moverse a sus anchas. Bilore es la ciudad sin ley: ventanas y puertas destrozadas, mesas y sillas tiradas, productos químicos por todas las esquinas, pintadas... Sólo el olor a detergente podría resultar agradable, si no fuera porque en realidad huele a peligro: ¿Quién vigila que a nadie se le vaya la mano? Las sustancias químicas no están bajo control y podrían acabar en el río Amundarain. No sería la primera vez.
No es el único peligro: muchos pabellones tenían vigas de acero y éstas están siendo sustraídas poco a poco. En algunos puntos el techo ha caído y en otros está a punto de hacerlo. Además, faltan todas las tapas de las alcantarillas. El riesgo de accidente acecha tanto por arriba como por abajo: el visitante tiene que mirar bien al suelo y al techo antes de dar un paso.
Dos ertzainas de paisano hacen acto de presencia y recomiendan abandonar las instalaciones. No pueden hacer nada más. Beloki, Nazabal y Luloaga se llevan las manos a la cabeza. "Es increíble que esto esté sucediendo en una empresa química".
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