Irun. José Monje se estableció en Irun y trabajó, a partir del año 1978, en "ordenar la biblioteca municipal". Tres años después, en 1981, ganó la oposición a la plaza de encargado del Archivo Municipal, que hoy sigue ocupando y compagina, al mismo tiempo, con la labor de vicepresidente de Luis de Uranzu Kultur Taldea (LUKT), una asociación que, con ayuda del Consistorio, trabaja incansablemente en la investigación y recuperación de la historia de Irun y sus gentes.

Lleva usted casi 30 años al frente del Archivo de Irun. ¿Han cambiado mucho las cosas?

Muchísimo. El Archivo de Irun era hace tres décadas, como otros muchos, un lugar bastante avejentado, con montañas de documentación apilada y desordenada por todas partes. Hoy, gracias al trabajo que se ha hecho en estos años y a la ayuda también de las nuevas tecnologías, tenemos 1.300 metros lineales de espacio de almacenamiento y todo está mucho más ordenado y controlado. Además, el Archivo ha pasado por varias sedes hasta establecerse aquí en el edificio Ikus-t-Alaia, donde hay más comodidades para el que venga a consultarlo y unas mejores condiciones de conservación de los fondos.

Los ciudadanos tienen la visión de que a un Archivo como el de Irun sólo pueden acceder los investigadores. ¿Es eso cierto?

Los archivos municipales como el de Irun son públicos y a ellos puede acceder cualquier persona. Lo que ocurre es que hay buena parte de la documentación que es muy antigua y en muchos casos, se trata de ejemplares únicos e insustituibles, como, pongamos un caso, los libros de actas del Ayuntamiento. Esto hace que sean necesarias una serie de medidas de control, como el no poder sacar los documentos de aquí o tener un cuidado especial al manejarlos. Pero todo el mundo, lo dice la Constitución, tiene garantizado el derecho a la información, y más si ésta es pública.

¿Cómo es el perfil de la gente que viene al Archivo de Irun?

No tenemos ni de lejos las cifras que tiene la biblioteca, pero puedo decir que el de Irun es uno de los archivos que más usuarios tienen al cabo del año en Gipuzkoa. Hay varios perfiles de gente. Está el ciudadano de a pie, que viene a consultar los periódicos de tres, cuatro, seis o diez años atrás, o a ver el expediente de un proyecto de hace 15 ó 20 años y que afectaba a su edificio, por ejemplo. Luego, están los investigadores, que tienen la formación para manejarse con documentos muy antiguos. El único impedimento que puede tener una persona corriente al venir al Archivo es, por ejemplo, no tener conocimientos de paleografía y por ello, no entender la caligrafía de un documento escrito a mano siglos atrás.

¿Cómo se van recopilando los fondos del Archivo? ¿Aportan mucho los ciudadanos en este sentido?

Hay documentación y publicaciones oficiales que provienen del Ayuntamiento, pero el Archivo es cada vez más rico y variado gracias a la aportación de los ciudadanos y coleccionistas privados. Hay quien guarda revistas, libros o hasta programas de fiestas, de año en año. Lo que hoy es algo cotidiano, como el folleto de la agenda cultural del mes, dentro de no muchos años pude ser un fondo muy interesante para el Archivo, y a futuro, un documento a estudiar y analizar por los investigadores. La gente puede venir aquí, dejar que escaneemos sus libros o fotografías, y llevárselas de vuelta a su casa. No pierden su propiedad y nosotros siempre citaremos su procedencia. Afortunadamente, cada vez son más los coleccionistas de todo tipo, y eso es un tesoro cultural para todos.

¿Son muchos los investigadores que consultan el Archivo de Irun?

Son pocos los que se dedican a la investigación, pero viene gente de toda Euskadi, de Francia y hasta de países como Alemania. Estamos en una zona fronteriza que ha sido enclave de batallas y disputas entre estados, y como tal, tanto el Archivo de Irun como sobre todo el de Hondarribia, que es más antiguo, tienen fondos muy interesantes. El nuestro, en particular, es muy rico en documentación del siglo XVIII para acá. Acaba de surgir una Asociación de Amigos de la Historia de Hendaia, Urruña y Biriatu, que van a hacer uso de nuestros archivos para conocer su historia local, ya que al otro lado del Bidasoa apenas se conserva nada.

¿Y la investigación local? ¿Irun tiene una rica tradición en este sentido, verdad?

Así es, fue Luis de Uranzu el que rompió la brecha en este aspecto, aunque antes, Francisco de Gaínza, que fue rector de la parroquia, ya estuvo metido en estos menesteres. Luego, ha habido gente muy asidua a este Archivo, como Antonio Aramburu, que venía aquí cada día durante años y años. Hoy está gente como Mertxe Tranche, Sagrario Arrizabalaga, Fernando García Nieto, Lourdes Odriozola y otros más, que siguen investigando sobre la historia de la ciudad.

En esa labor trabaja también Luis de Uranzu Kultur Taldea, de la que es usted vicepresidente y que publica, periódicamente, algunos de los estudios de los investigadores locales. ¿Cuál es su papel dentro de la entidad?

Soy socio de LUKT como ciudadano, amante de la Historia e investigador, pero al mismo tiempo, soy representante del Ayuntamiento dentro de Luis de Uranzu. Mi labor es supervisar el trabajo, coordinar las publicaciones y aunque no tengo tiempo para hacer mucha investigación, al menos proponer ideas. Cuando me jubile, espero poder dedicar más tiempo a investigar.

¿Han afectado al Archivo Municipal la crisis económica y la consiguiente reducción en los presupuestos?

Así ha sido, irremediablemente. Hemos tenido una reducción presupuestaria importante que admitimos de buen grado. Algo así como un 20% en los fondos dedicados a la restauración de documentos, además de hacer que las becas de investigación Loidi y Serapio Múgica pasen a ser bianuales y se vayan sucediendo entre un año y otro. Los ciudadanos, cuando lo están pasando mal, prescinden en parte de cosas como el ocio y la cultura, para cubrir otras necesidades mucho más básicas para su bienestar. Me parece lógico que en un Ayuntamiento, para con su Archivo, se haga lo mismo.