El Oria, un río que imprime carácter
La reciente mortandad de peces registrada en Tolosa por las obras del colector y la presa que se construye en él traen a la memoria los duros tiempos vividos por el Oria, un río que ha marcado la historia de Tolosa y la vida de sus gentes.
Si vivir en contacto directo con el mar o cerca de la costa imprime cierto carácter a sus habitantes, ¿por qué no va a ocurrir algo semejante con las gentes que viven a orillas del río? La historia de Tolosa y los tolosarras es inherente a la del río Oria, que con su travieso serpenteo ha marcado el devenir de la villa. Sus aguas han sido testigos mudos del periodo de esplendor de las factorías papeleras a orillas del Oria y las tradicionales regatas de bateles. Tras dejar de ser uno de los ríos más apestados del mundo y haber comenzar un tímido proceso de regeneración, su situación preocupa de nuevo. Las obras del colector y la presa neumática han devastado su flora y fauna, y provocado la mortandad de muchos peces.
No ha sido fácil desprenderse del sambenito. Durante muchas décadas al río Oria le acompañó la deshonra de ser uno de los más contaminados del mundo. La revolución industrial también llegó a Tolosa y lo hizo en forma de industria papelera. Los orígenes de la actividad papelera se remontan a los primeros años del siglo XIX, con la transformación de los viejos molinos harineros. El aprovechamiento de estos aparatos por manos privadas hizo que surgieran las primeras industrias papeleras. El comerciante donostiarra José Manuel Brunet, que llegaría a ser senador, fundó en 1842 la factoría La Esperanza, en las orillas del Oria. Después, nacieron muchas otras compañías como La Tolosana, Paperola, La Guipuzcoana o Amaroz. El apogeo fue tal que en 1915 en Tolosa y su comarca había en funcionamiento cerca de 20 papeleras.
De esta forma, Tolosa y su comarca monopolizaron la producción de papel del Estado, llegando a generar el 65% del papel continuo. Al mismo tiempo, se desarrolló toda una industria auxiliar para la fabricación de máquinas de papel, caldererías, litografías, manipulados de papel, imprentas... que hicieron de Tolosa un referente a nivel nacional e internacional durante buena parte de los siglos XIX y XX.
El peso del sector fue tal en Tolosa que en 1965 se creó la Escuela de Papel por iniciativa del sector industrial papelero que vio la necesidad de formar a sus profesionales en las más modernas facetas de la tecnología. Siguiendo el ejemplo de otros países europeos, se le dio carácter de centro de referencia para todo el Estado y con la doble misión docente y de investigación aplicada.
A consecuencia de dicho apogeo industrial, los ríos se convirtieron en auténticas cloacas. El Oria, en especial, tuvo la poca fortuna de contar con la fama de ser uno de los más infestados del mundo.
Con el traslado de la papelera de Amaroz a Legorreta han acabado doscientos años de presencia papelera en Tolosa y los peces volvieron a ser por un tiempo parte del ecosistema del Oria. Las truchas, barbos y loinas han atraído durante los últimos años a muchos aficionados a la pesca. Precisamente han sido ellos quienes han alertado de la desaparición de la fauna a raíz de las obras del colector y de la mortandad que están provocando en los peces los trabajos de la presa.
regatas de bateles
Un clásico y desafíos
El río Oria no sólo ha estado ligada a la actividad industrial en Tolosa. El remo ha sido una de las actividades que ha marcado su devenir. Las regatas de bateles se convirtieron en un clásico de las fiestas patronales de San Juan. Se cuenta que, incluso, las aguas del río fueron testigo de desafíos entre la patronal y los trabajadores de más de una empresa local. Tras un periodo de paréntesis en el que el remo cayó casi en el olvido, en 2006 se creó el TAK (Tolosaldeko Arraun Kluba), promovido por un grupo de entusiastas tolosarras del remo.
La navegación recreativa también tuvo cierto protagonismo en Tolosa. En el libro Argazkiak. Tolosa (1900-1920), de José María Tuduri Esnal, se cuenta que "el Casino de Tolosa disponía desde su traslado al Palacio Idiakez en 1903 de un servicio de lanchas de recreo para los socio y familiares". Este servicio funcionó regularmente hasta 1930.
Tras un largo periodo en el que los tolosarras han disfrutado del río, pero no han reparado en su calidad medioambiental, las instituciones están tomando cartas en el asunto. Tras el desvanecimiento de la industria papelera, el Gobierno Vasco ha optado por ejecutar una ambiciosa obra de saneamiento. Un colector recogerá las aguas residuales y eliminará los vertidos al río. Al mismo tiempo se está construyendo la presa neumática, que permitirá minimizar el riesgo de inundaciones y mejorar las condiciones de navegabilidad alargando el tramo practicable para el remo o el piragüismo. Quizá sea entonces, pero no antes de que los peces vuelvan a poblar el Oria, porque las obras han vuelto a dejar el río sin vida, cuando los tolosarras comiencen a disfrutar verdaderamente de su río.