Juan del Val llega a la cita para esta entrevista siendo él mismo, con “ganas de generar conversación”. Está de gira con su Premio Planeta junto a Ángela Banzas, la finalista. Hacen una buena pareja para la foto, pero inevitablemente la conversación tiene que ser por separado, porque Juan del Val lleva una mochila cargada de polémica que no se puede ni se debe compartir. 

¿Empezamos por el Juan del Val personaje o por el escritor?

Es el mismo, hay mucha gente que se empeña en separarlos, pero es la misma persona. En el personaje televisivo, llámalo la persona televisiva, yo soy así; y el que escribe también soy yo. Es más, siempre digo que para conocerme del todo hay que leerme. 

El Premio Planeta le corona como rey de la literatura comercial.

Yo aspiro a tener el mayor número de lectores y a que me conozcan a través de lo que escribo. Reivindico que la gente lea lo que quiera y que la literatura comercial, por el hecho de serlo, no tiene por qué ser menor. Hay novelas buenas y novelas malas, sean comerciales o no. Hay novelas comerciales que no son buenas y novelas comerciales que lo son y mucho. Y hay algunas que no se venden, que son estupendas, y otras que no se venden porque son muy malas. Tener muchos lectores y hacer una buena literatura no me parece que sean cosas incompatibles. 

Hablemos de las críticas, que nos da para otra novela... La primera llegó con el anuncio del Planeta.

Lo previsible. El Premio Planeta se da a una novela, no se da a un escritor ni se da a una trayectoria. Las primeras semanas se criticó una novela que nadie había leído y ahí se vio que me tenían ganas, nada tenía ver con la crítica literaria. Me pareció intolerable. 

Y después llegaron las críticas ya justificadas con la novela en la calle. 

Llegaron, sí. Y a día de hoy puedes leer críticas extraordinarias y otras que son demoledoras. En este país se suele dar más peso y parece que tiene más criterio el que habla mal de las cosas. Evidentemente hay gente a la que la novela le puede gustar mucho, menos o nada, pero eso entra dentro del juego. 

Demoledoras, usted lo ha dicho...

No hay ningún escritor medianamente relevante que me haya criticado. Ni uno. En general, todos los que me han criticado suelen ser escritores con cierta frustración. A partir de ahí, que cada uno mire el camino por donde lo quiera mirar. 

Juan del Val firma dedicando su novela Oskar Gonzalez

¿Está lanzando algún mensaje? 

Sí. Es que no sé qué delito exactamente he cometido. ¿Escribir una novela que le ha gustado a un jurado? ¿Que me han premiado? ¿Que los lectores están siendo fabulosos? ¿Cuál es el problema? El problema es que hay gente que ha dicho: “vamos a por este tío”. 

¿En serio cree que hay gente que va a por usted?

Por supuesto. Hay algo dirigido que ha pretendido hacerme daño, una especie de corriente de odio me atrevo a decir. Me hace mucha gracia la cantidad de lectores de Proust y de Nietzsche que hay en las redes sociales. De repente se han convertido todos en garantes de la pureza literaria. Sinceramente: me descojono.

Entonces no tiene de qué preocuparse...

Lo llevo muy bien porque relativizo todo. Yo sé cómo funciona esto, ya he vivido muchas guerras y todo tiene un periodo de caducidad. Ahora parece que todo es “vamos a salvar a la literatura de este señor”. Pero me da igual. Yo acepto todas las críticas, acepto que mi novela pueda gustar o no, gustar mucho o nada, que yo mismo pueda gustar o no... Pero el odio dirigido me parece intolerable y a los más críticos y dañinos, de ellos digo que tienen muchísimo más ego que talento. 

Bueno, vamos a relajarnos y hablemos de la historia de amor de Vera. Le gusta mucho escribir de sexo. 

Sí, en todas mis novelas hay sexo. No escribo de sexo de una manera gratuita. Yo creo que el sexo o el deseo nos dan mucha información de los personajes. En la manera que alguien tiene relaciones sexuales, también está contando mucho de su momento y de cómo es, como pasa en el caso de Vera. Es algo que te da mucha información y eso creo que enriquece. Y sí, me gusta profundizar en otros sentimientos, pero reconozco que me gusta escribir de sexo.

Le da mucha importancia a la gente guapa. Es un calificativo al que recurre de continuo. 

Soy un enamorado de la belleza y de la estética. Ya no en las personas, que por supuesto también, sino en todo. A mí lo estético me parece verdaderamente importante. Yo creo que nos hace mejores porque hace que la vida sea más bonita. Me gusta rodearme de gente guapa pero sobre todo de buenas personas. 

Por cómo habla me atrevo a decir que nadie le va a quitar las ganas de seguir escribiendo.

Nadie me las va a quitar. A mí el odio me provoca, y un señor detrás de un ordenador no me puede hacer daño. Es imposible. Tengo demasiados tiros pegados. ¿Crees que alguien me va a desestabilizar a mí detrás de un ordenador por decir que mi novela es muy mala? Tiene que nacer diez veces para hacerme un poquito de daño. Y esto no va de ir de sobrao. Para nada. Y sí, reconozco que hay momentos en los que necesito tener cierta pausa y reflexionar sobre todo cuando veo a la gente que me rodea, que a lo mejor no es tan fuerte como yo, sufrir. Me parece injusto. Y cuidado, porque hay gente a la que pueden hundir si le dan una paliza como la que me han dado a mí.

¿Una paliza? ¿Lo siente así?

No es que lo sienta, es una cosa más que evidente. ¡Un palizón!