En su más reciente obra, Ese imbécil va a escribir una novela, Juan José Millás vuelve a desdibujar las fronteras entre autor y personaje, realidad y ficción. Una autoficción lúcida y provocadora que parte de un encargo fallido y se convierte en pura literatura.

En Ese imbécil va a escribir una novela, usted vuelve a convertirse en personaje. ¿Qué le permite, o incluso le exige, ese juego de autoficción respecto a la construcción del relato?

Exige el asunto que voy a tratar. Es decir, la autoficción es un recurso narrativo que no es ni mejor ni peor que la tercera persona con un narrador omnisciente. En cada ocasión uno va eligiendo aquellas técnicas narrativas que más se adecuan a lo que uno quiere contar. Y en relación a lo que yo quería contar, pues este era el recurso narrativo más acertado.

Además, en la obra, el lenguaje se percibe incluso más amo que herramienta. ¿Ha sentido alguna vez que escribir es un acto de obediencia?

Escribir es un acto de desobediencia. Lo que es un acto de obediencia es el discurso que empleamos cada día para relacionarnos con el mundo, ¿no? Porque es verdad que el lenguaje que nació como herramienta se ha convertido en el amo nuestro. Nosotros estamos programados por el lenguaje. Escribir es desobedecer porque lo que intentas al escribir es romper los circuitos impresos por los que se mueve el lenguaje. Tú me das un estímulo convencional y yo te respondo con un estímulo convencional. Precisamente, escribir es romper esos estímulos convencionales.

Ha dicho que “la vejez y la adolescencia se parecen en la extrañeza de uno mismo”. ¿Diría que esta novela es una forma de reconciliarse con ambas etapas?

No tanto para reconciliarme, sino para tratar de entenderlas. Para tratar de entender al adolescente que fui y como para tratar de cartografiar el país al que he llegado, que es un país para mí completamente desconocido que se llama vejez. 

Entiendo entonces que su mirada respecto a cómo ver el pasado ha cambiado. ¿Qué le permite narrar esa vejez que usted me comenta sin caer en la nostalgia? 

Yo no tengo un temperamento nostálgico. Yo cuando muevo la vista atrás no lo hago por nostalgia, sino por una cuestión de curiosidad. Por saber qué ocurrió y quién era aquel a quien le ocurrió, que parece que fui yo, pero por otra parte no soy yo ya. Entonces, yo no volvería a ningún año de mi vida anterior, ni atado, pero sí me interesa saber lo que ocurrió. 

El libro parte de un encargo periodístico, pero se convierte un poco en una elegía al periodismo en papel. ¿Siente que le debe algo a este oficio? 

¿Qué le debo? Hombre, le debo mucho, porque gran parte de mi obra literaria se ha escrito en los periódicos. En cierto modo este libro es el resultado de un fracaso. La trama empieza cuando me llaman del periódico y me piden escribir un reportaje. Y me dicen además que sobre algo que yo quiera. Y eso me genera un gran problema porque uno no sabe sobre qué quiere escribir. Pero yo estoy en una edad, por otra parte, en la que digo: “Hombre, podría escribir el último gran reportaje de mi vida, no solamente por la edad que tengo sino porque los periódicos cada vez publican menos reportajes”. Y entonces la idea de escribir, de clausurar esa época de mi vida de reportero, en cierto modo, vehicula toda la novela. Porque voy buscando temas, pero los voy desechando... Pero al mismo tiempo se van convirtiendo en reportajes para el libro. Es decir, que el libro, en cierto modo, es el reportaje que no he sido capaz de escribir en el periódico.

'Ese imbécil va a escribir una novela' es la última obra de Juan José Millas. Markel Fernández

¿Siente que el nuevo ecosistema digital ha vaciado de profundidad la escritura periodística?

Sin duda. Los lectores de periódicos digitales son más bien lectores, o somos lectores, porque yo también los veo, de titulares. Y luego, por otra parte, el deterioro en la escritura es brutal. Los textos no pasan por ningún control. Yo hay veces que empiezo a leer una información de una página y en el segundo párrafo digo: “Bueno, aquí no hay estrategia narrativa ninguna”. Hay un deterioro en la escritura que expulsa al lector. Porque el lector, a lo mejor, no sabe por qué está siendo expulsado, a menos que seas un lector profesional como yo. Porque estás viendo las costuras del texto, pero es expulsado porque eso no está funcionando narrativamente. Y esto es una evidencia. Y luego a eso se añade que se están pagando salarios de hace 30 años, que esto no es una exageración. Y entonces es imposible que con salarios de hace 30 años se hagan periódicos realmente sólidos. El periodismo está en una encrucijada complicada, que a lo mejor está alumbrando otro tipo de periodismo, y que ha tenido mucho que ver con la crisis del paso de lo analógico a lo digital. Que, por otro lado, está produciendo crisis en todas las áreas de la actividad humana.

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Por último, si tuviera que escribir realmente su último reportaje, ¿qué tema elegiría hoy?

Pues estoy en eso, todavía no he dado con ello. Sí me gustaría que fuera un reportaje grande sobre algo pequeño. Es decir, no se trataría de hacer un reportaje de estos que te exigen viajar a Australia. No, uno de los reportajes de los que más orgulloso me siento que he escrito a lo largo de mi vida fue Biografía de una mosca y era un reportaje grande sobre un tema pequeño. Pues algo así, me gustaría dar con algo así.