La inspectora Julia Arrondo, a la que ya conocimos en El pacto de las colonias, regresa con El pacto invisible. En la nueva novela de la escritora pamplonesa, Laura Azcona, la brujería wicana, los misterios de Viana y el magnetismo del norte peninsular dan forma a una historia intensa que va mucho más allá de lo conocido.
En su anterior novela El pacto de las colonias, ya conocimos a la inspectora Julia Arrondo. Ahora, en su segunda novela, El pacto invisible, vuelve. ¿Cuándo supo que este personaje merecía más de un libro?
Sí, en la primera novela, Julia, más que protagonista es un personaje al servicio de la trama. Es la inspectora que tiene un equipo que se centra en la investigación policial. No obstante, la primera se vuelca en especial en la relación entre Aitor y Mario. La primera es más sobre indagar en el pasado y en el presente de ambos, teniendo a Julia como motor de la trama, y, en esta segunda, sí que tenemos a una Julia que, además de impulsar la acción, vamos a conocer mucho sobre su presente y pasado poco agradable.
Cabe destacar además que, en su primera novela una brújula corona la portada y ahora en su segunda lo hace una rueda de Hécate…
¡Qué guay! Esto me hace una ilusión de la leche, que además hayas visto que es una rueda de Hécate. Pues, efectivamente, lo primero era una rosa de los vientos, porque tiene ese pasado marinero al que hace referencia. De la gente que coja este libro, muy pocos van a saber que es una rueda de Hécate, y todavía menos, por eso me hace especial ilusión contártelo a ti, que se trata de una referencia wicana a la triple diosa. Es uno de los preceptos de la Wica, de esta religión o creencia que subyace toda la novela.
Hablando de la Wica Celtíbera, ¿tuvo que enfrentarse a algún reto a la hora de mostrar esta religión de una forma respetuosa y precisa, alejándose de los estereotipos comunes sobre la brujería?
Sí, sí, 100%. Al final, tratar una creencia, que puede estar para muchos en el imaginario colectivo llena de clichés o en la que se piensa que es gente que está en el campo danzando alrededor de los árboles, es fácil que para muchos sea material de mofa. Lejos de eso, cuanto más me he acercado y más he aprendido, siempre desde una perspectiva respetuosa, más ganas me dan de saber y más, precisamente, respeto me motivan. La Wica, como cualquier otra creencia, tiene sus preceptos, y uno de ellos es el de convivir en armonía con la naturaleza, respetar los ciclos de la cosecha... Una serie de cosas que yo creo que nos vendría muy bien si lo aceptásemos y abrazásemos todos.
El escenario principal de la novela es Viana, una localidad navarra repleta de historia y leyendas. ¿Fueron estos misterios rodeados de brujería y folclore lo que le atrajeron de ella?
Esta novela parte de que yo quería investigar distintas localizaciones y ver qué me podían ofrecer, más que de un tema en concreto. A la hora de investigar esta zona de Viana y Bargota, me encontré con la leyenda de la cieguecita Endregoto. Para el que no la conozca, era una curandera a la que acudía mucha gente, que vivió en torno a 1500 o 1600, y quien se le atribuían poderes curativos. Entre ellos, el conde de Aguilar, que era un señor de un pueblo de al lado, bien entrado en años, que decía: “Estoy perdiendo toda mi buena apariencia de juventud. Voy a intentar que la cieguecita me dé alguna poción o algo”. Se acercó a ella, y ella le dijo: “No te preocupes, vente esta noche, que te vamos a ayudar”. Entre ella, el brujo de Bargota y algunas personas más que no se describen, lo descuartizaron en una bodega. Yo creo que su intención era recomponer al conde para que este reviviera de las piezas, como si fuera una especie de renacer pero... Spoiler, no sucedió así. Aquello fue una masacre y enseguida los sirvientes se dieron cuenta. Para el alba ya les habían pillado, a ella la condenaron a la hoguera y al brujo no, porque decían que solo estaba mirando. Partiendo de esta historia, que es bastante truculenta, y de saber que esta era una zona secundaria en lo que a brujería se refiere -porque todos conocemos Zugarramurdi como la zona por excelencia de brujería-, me apetecía tomar estos parajes e historias como caldo de cultivo, y a partir de ahí, crear una historia, que lejos de estar atada a la brujería antigua, hablara de la brujería moderna a través de la Wica.
En su anterior novela, El pacto de las colonias, hay escenas que se llevan a cabo en Hondarribia. Ahora, en El pacto invisible aparece Lekeitio. ¿Qué tienen los escenarios de Euskal Herria, aparte de sus leyendas, que tanto le llaman?
Son la mezcla perfecta de paisajes, leyendas, mitos, clima... Lo tienen todo. Cualquier sitio en realidad, si te lo planteas, tiene cosas que contar. Los sitios por excelencia, para mí, son los sitios costeros, y más los sitios de Euskadi o del norte. Tenemos cultura propia, tenemos mitología propia, tenemos muchísima leyenda y al final, mucha tradición oral también. Se han ido pasando muchas historias de generación en generación. Para mí, la costa vasca tiene fuerza y tiene magia, tiene ese poder de las tormentas, esos árboles milenarios... Y al final todo eso te da una atmósfera que ayuda mucho a crear historias muy en la línea del thriller negro.