¿Qué estaríamos dispuestos a hacer para reparar el error fatal de un hijo? Cuando el sistema protege al poderoso y falla al inocente, ¿dónde están los límites en la búsqueda de justicia? ¿Puede la venganza calmar el dolor insoportable de la pérdida?, son algunas de las preguntas que nos lanza el escritor David Jiménez en Días Salvajes, una novela que habla de “la culpa, la amistad y la lucha contra el olvido, y que hace un retrato descarnado de la España eufórica de los años 2000, cuya resaca dejó heridas que siguen sin cicatrizar”, reconoce.

QUIÉN ES

David Jiménez (Barcelona, 1971) ha trabajado como reportero en más de treinta países y durante dos décadas fue corresponsal de guerra en Asia. Es Nieman Fellow por la Universidad de Harvard, maestro de periodistas y colaborador de los diarios The New York Times y Die Welt. Ha publicado el superventas El director, sus memorias sobre el año que dirigió el diario El Mundo; Hijos del monzón; El lugar más feliz del mundo; y las novelas El botones de Kabul y El corresponsal. Su última novela es Días Salvajes (Ed. Planeta).

¿Por qué hay tan pocos ricos en las cárceles?

Porque la justicia, por mucho que nos digan, no es igual para todos. Muchas veces hacer un pequeño robo tiene más pena que robar 10.000 millones. Esto en gran parte es porque los millonarios, además de poder, una cuenta bancaria grande y muchos privilegios, tienen impunidad que les protege de pagar las consecuencias de sus peores actos. Es una idea muy presente en el libro.

Días Salvajes se presenta como ficción. ¿Cuál es más dura, la realidad en la que se basa o la ficción que nos presenta novelada?

Por mucho que le cuesta a uno traicionar al reportero que lleva dentro, mis novelas están muy apegadas a la realidad y habiendo sido corresponsal de guerra y cubierto el lado humano más oscuro, pero también habiendo vivido un poco el mundo del poder, como director de El Mundo, muchas veces te encuentras con que tienes que rebajar la realidad que narras, porque las intrigas reales del poder y cómo se mueven es mucho peor de lo que uno refleja. Me ha sucedido en los diálogos y en las cosas que viví; me parecía que si los ponía cómo habían pasado serían poco creíbles.

“España lleva viviendo ‘días salvajes’ desde el 2000”

Desde hace 200 años en los altos niveles de la magistratura se repiten los apellidos, con un régimen u otro. ¿En la justicia española hay castas?

La Justicia en España es muy endogámica, un club bastante cerrado, conservador, salvo excepciones, y cada vez más politizado. Es fácil observar que la Justicia, salvo excepciones, está tomando partido en esa batalla de las dos Españas. Esto es triste, porque en un país con fuertes desigualdades y muy crispado, como el nuestro, con una política enfangada, una de las últimas esperanzas del ciudadano es que funcionen dos cosas: la justicia como institución que iguale a todos, y el periodismo si cumple su papel de denuncia del poder. Desgraciadamente estas dos cosas no están funcionando.

“La Justicia es igual para todos”, decía con pomposidad y alevosía el rey comisionista, mientras nadaba en privilegios. ¿Tenía algo de verdad el enunciado del Rey Emérito?

Una de las grandes tomaduras de pelo de la democracia es ese discurso navideño del entonces rey diciendo aquello de que la ley es igual para todos. Mientras lo decía pensaría: “no para mí”. Porque él sabe, y lo ha disfrutado, que tiene el poder de delinquir sin pagar las consecuencias, gracias a la Constitución. Pero no solo es la monarquía, porque a diario vemos que grandes empresarios y políticos tienen una protección especial en la Justicia, porque los políticos ponen a los jueces que quieren en el Tribunal Constitucional, en el Supremo, etc. Una vez que la política hace ese intervencionismo en la Justicia, el principio de igualdad ante la ley desaparece.

Se habla de las dos Españas, política, social, economía, educación…, pero, ¿realmente existen y son tangibles en la Justicia?

Las dos Españas existen. De hecho, la brecha entre esas dos Españas ha aumentado con los años y judicialmente hay que diferenciar. En instancias menores, la Justicia, aunque de manera lenta, funciona mejor; donde la cosa se complica es en esferas más altas del Poder Judicial. Ahí nos encontramos con el intervencionismo y mayor capacidad de influencia de los políticos. Es más, en la foto del palco del Bernabéu en Champions, además de periodistas, políticos y empresarios estaban muchos jueces, jueces del Constitucional y del Supremo. ¡Estos van a juzgar con la misma independencia un caso que afecte al presidente del Real Madrid, mientras compadrean con él en el palco!

Usted habla de justicia politizada, influenciada, manoseada... ¿Qué término la definiría mejor?

Para mí la frase sería: mediocre. Ya en El director hacía mención a esos tres poderes: el político, el mediático, el empresarial y, por supuesto, a un cuarto, el judicial. Pero casi siempre todos esos poderes actúan como uno solo, porque sus objetivos y adversarios son los mismos. No tienen ni siquiera que hablar para lograr esos objetivos. Digamos que en Días Salvajes se describe a ese establishment controlando el país y tomando las grandes decisiones, a pesar de no haber sido elegidos para esa responsabilidad. Nosotros hemos elegido al parlamento, a los políticos, pero hay otros estamentos que ejercen mucho poder sin haber sido elegido para ello.

“La brecha de las dos Españas aumenta con los años"

Es un lugar demasiado común citar la modélica transición democrática. ¿Hubo transición democrática judicial?

Es difícil juzgar lo que se hizo en la Transición sin estar en la situación en la que se encontraban quienes la llevaron adelante. El país era diferente, las tensiones también. Más que los errores que cometieron, para mí, el problema es no haber reformado lo que veían que iba mal cuando ya tuvieron la capacidad de hacerlo. Así, nos encontramos con los partidos políticos repartiéndose los jueces, identificados por todos como si fueran seguidores de equipos de fútbol; y no se han tomado medidas para reforzar su independencia. Más que culpar a la Transición, lo inaceptable es la ausencia de medidas reformistas que arreglen lo que no funciona, porque el país es otro, las circunstancias son otras y los sistemas se van deteriorando. Lo grave es que no haya habido una renovación para garantizar la independencia.

Aprobada ya la ley de amnistía, las asociaciones de magistrados y fiscales, anuncian que no la aplicarán. ¿Quién tiene el poder? ¿Es esto vivir en Días Salvajes?

España lleva viviendo Días Salvajes desde aquellos años 2000 cuando se desataron la euforia y los excesos. Los políticos parloteaban de un país Champions, que nos íbamos a comer el mundo. Aquella fiesta acabo en una grandísima resaca que todavía hoy padecemos, que aumentó la brecha social y provocó algo pasmoso y muy irritante, que quienes provocaron la crisis fueron los que mejor parados salieron de ella, mientras que la factura la pagaban millones de personas inocentes.

En consecuencia, ¿las dos Españas están más separadas que antes?

Sí. Además, cuando hablo de separadas, no solo me refiero a las dos Españas de derechas e izquierdas, sino también a esa España del establishment de Madrid que vive completamente desconectado de la realidad del país, en una burbuja que retrato en el libro, que no se siente afectada por lo que ocurre en el país, pero sí que mueve los hilos de las decisiones que afectan a todos. Esas son las situaciones que crean resentimiento y están detrás de que el país esté más enfadado que nunca.