Estos son los quesos que pueden comer los intolerantes a la lactosa
Ser intolerante no significa renunciar al placer del queso
La intolerancia a la lactosa es una condición cada vez más común que afecta a millones de personas en todo el mundo. Se produce cuando el organismo no produce suficiente lactasa, la enzima responsable de descomponer la lactosa, un azúcar presente de forma natural en la leche y sus derivados.
Esto provoca síntomas digestivos como hinchazón, gases, dolor abdominal o diarrea después de consumir productos lácteos. Sin embargo, el hecho de ser intolerante a la lactosa no significa que haya que renunciar por completo al queso, ya que existen variedades que son naturalmente bajas en lactosa o incluso libres de ella.
Quesos curados y maduros
Una de las mejores noticias para los amantes de este alimento es que muchos quesos curados o madurados contienen cantidades mínimas de lactosa.
Durante el proceso de maduración, la lactosa se transforma en ácido láctico gracias a la acción de bacterias y fermentos. Esto hace que el contenido final de lactosa sea muy bajo o casi inexistente.
Entre estos quesos se encuentran:
- Parmesano: con más de 12 meses de maduración, su contenido de lactosa es prácticamente nulo.
- Queso manchego curado: en sus versiones de mayor maduración, resulta seguro para muchas personas intolerantes.
- Cheddar maduro: cuanto más tiempo de curación, menor lactosa contiene.
- Gruyère, Emmental y Comté: típicos quesos suizos y franceses que se consideran aptos en su versión curada.
En general, cuanto más tiempo se deja madurar el queso, menor será la cantidad de lactosa presente.
Quesos sin lactosa industriales
En respuesta a la creciente demanda, muchas marcas producen versiones de quesos tradicionales tratados con lactasa, la enzima que descompone la lactosa en glucosa y galactosa.
Estos quesos saben prácticamente igual que sus equivalentes normales, pero no generan molestias digestivas. Se pueden encontrar en supermercados bajo la etiqueta de "sin lactosa" en variedades como gouda, emmental, mozzarella, cheddar o incluso crema de queso.
Quesos de cabra y oveja
Existe la creencia de que los quesos elaborados con leche de cabra u oveja son más fáciles de digerir. Aunque no están totalmente libres de lactosa, sí es cierto que suelen tener menor cantidad que los elaborados con leche de vaca, además de una estructura grasa distinta que facilita la digestión. Los quesos de cabra curados o semicurados suelen ser una buena alternativa.
Quesos frescos: precauciones
Los quesos frescos suelen conservar un mayor nivel de lactosa porque no pasan por un proceso de maduración prolongado.
Ejemplos como el requesón, el queso fresco o la mozzarella pueden resultar problemáticos para algunas personas. Sin embargo, no todas las intolerancias son igual de severas: quienes tienen una intolerancia leve pueden consumir pequeñas cantidades sin molestias, mientras que otros deben evitarlos por completo.
Recomendaciones finales
Cada organismo es distinto, por lo que es fundamental escuchar las propias sensaciones tras consumir queso.
Una persona con intolerancia leve puede tolerar quesos curados o pequeñas porciones de queso fresco, mientras que en casos más severos conviene optar únicamente por variedades sin lactosa. Consultar con un especialista en nutrición puede ayudar a diseñar una dieta variada y segura.
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