Estamos a un paso de las vacaciones de Semana Santa, que llegan este año tarde y con la primavera avanzada, lo que hace prever que el pistoletazo de salida del miércoles 16 va a traer consigo una estampida generalizada, al menos de todos aquellos que aprovechan el más mínimo puente para despegarse de su zona de confort como si la permanencia en el hogar fuera fuente de enfermedades o males físicos o psicológicos inconfesables.
No obstante, no está el horno para bollos, al menos en lo que a economía doméstica se refiere. Y me aventuro a pensar que somos mayoría los que tendremos que optar por una prudente contención a no ser que nos dé por la tramposa vía del préstamo vacacional, esa lacra impulsada sin disimulo por las entidades financieras y que supone el más claro y actual ejemplo del sabio y secular dicho de “pan para hoy y hambre para mañana”. Bajar el nivel adquisitivo (léase bienestar) mensual durante todo un año o más a cambio de un espurio disfrute de 5, 10 o 15 días es la muestra más palpable de la tontería generalizada que parece haberse consolidado en buena parte de nuestra sociedad.
Sea como sea, cuatro días son muchos días para dedicarse al confinamiento voluntario, y a nadie le amarga un dulce siempre que éste no se atragante. Así que si decidimos quedarnos en casa, una pequeña escapadita o dos por las proximidades pueden proporcionarnos esa ilusión vacacional y esa carga de pilas que tan bien nos vendrá para encarar el segundo tercio de año. Y en este contexto, Rioja Alavesa es una de las opciones más cercanas y accesibles que nos permiten cambiar el chip y contentar a todos los sentidos sin que el común se arrepienta.
Recientemente, con la excusa de una primada, tuve el placer de disfrutar en esta comarca, en un radio de cinco kilómetros, de tres edificantes paradas que nos proporcionaron placer visual, enológico y gastronómico a precios contenidos y que paso a detallar recordando que Rioja Alavesa y sus aledaños es mucho más y que hay portales como el de la Ruta del Vino de Rioja Alavesa u otros en el que, en caso de no convencer mis propuestas al lector, pueden hallar muchas otras, a cada cual más atractiva.
El portal de La Rioja: parada, fonda... y vistas
Paradójicamente, la primera parada no fue en Rioja Alavesa, sino en Rioja Alta, concretamente en la localidad de Briñas, entre Haro y Labastida. Pero como bien explica José Ignacio Junguitu, miembro de la familia que regenta este curioso establecimiento, estamos en un lugar en el que aunque las diferencias administrativas y las fronteras políticas pesan, y mucho, lo que marca realmente las diferencias son las condiciones físicas y la frontera más legítima y natural es la que marca el río Ebro, el Nilo riojano que con su caprichoso discurrir transforma en un vergel su cuenca convirtiendo la parte norte de la misma en un paraíso enológico. Y aunque la división natural es Rioja Alavesa al norte y Rioja Alta al sur, hay tres localidades principales, Briñas, San Vicente de la Sonsierra y Ábalos, que a pesar de pertenecer a la Comunidad de La Rioja guardan las mismas características morfológicas que sus vecinas vascas. En este punto se halla este edificio construido en el tercio final del siglo XX pero que ha sido sometido recientemente a una profunda reforma que lo ha convertido en un práctico y muy bien situado hotel y que ha añadido a su oferta una terraza en su azotea que ofrece una de las mejores vistas posibles sobre el viñedo riojano. Sea parándonos, como hicimos, a disfrutar de una botella de vino gozando de sus vistas, sea eligiendo sus habitaciones como base de operaciones, esta casa es la mejor atalaya para realizar una o varias incursiones en esta comarca.
Aimarez: el viñedo ancestral
Una escapada a Rioja Alavesa debe incluir, al menos, una visita a bodega. Y muchas veces ésta es la elección más complicada, ya que una vez nos desplazamos queremos conocer un destino espectacular, que luzca en nuestras fotos de recuerdo y en nuestras entradas en redes y similares. Nosotros, sin embargo, optamos por la autenticidad, algo que ofrecen, y de qué manera, los hermanos Aitor e Iñaki Mata Pérez, responsables de las Bodegas El Otero de Labastida, más conocidas por el nombre del vino que elaboran: Aimarez, un maceración carbónica impecable elaborado a la manera ancestral, recogiendo la uva, depositándola en los lagos de hormigón que construyó en su día su abuelo Félix, ejemplo que siguen sus nietos a pies juntillas, y dejando que la gravedad y las bacterias se ocupen del trabajo sucio. La maceración carbónica crea vinos naturales, sabrosos y afrutados, vinos que nos hermanan con la tierra que pisamos y con las generaciones que hicieron grande esta tierra a base de trabajo y sudor, algo que no les falta a estos dos hermanos que se levantan con el sol y se acuestan con la luna para mantener con gran esfuerzo la pequeña empresa familiar. Aitor e Iñaki no se dedican al enoturismo de selfie y postureo y no cuentan con grandes salas de barricas de roble francés y americano, pero muestran orgullosos el viñedo que trabajan todos los días del año y los lagos que les unen con sus antepasados, dando a probar sus vinos y ofreciendo la posibilidad de adquirirlos en bodega, como hacía su abuelo, como se ha hecho siempre aquí.
Mesón Alai: la casa de comidas
Y, por supuesto, una visita a Rioja Alavesa no es completa si no contamos con un lugar en el que asentar las posaderas y degustar los sabores de la zona. Y a escasos 100 metros de la bodega comentada, en pleno centro de Labastida y al borde de la carretera que une Briñas y Laguardia encontramos el Mesón Alai, bar restaurante regentado por las hermanas Mari Carmen y Lucía Carrillo a las que una temprana orfandad llevó a ponerse las pilas y convertirse a marchas forzadas en expertas en los que sus padres también lo fueron: atender a la clientela y hacer que el que atraviese su puerta se sienta como en casa. Así, con la imprescindible ayuda del cocinero mirandés Dani Santos, Lucía y Mari Carmen ofrecen, además de servicio de bar con amplias opciones de picoteo, una oferta culinaria rabiosamente local con un claro predominio de la brasa y la cocina tradicional salpicada con toques personales y actuales a un precio ajustado y razonable. En Alai podemos disfrutar de unas buenas pochas, de un chuletón a la parrilla, de una menestra de temporada, de unas patatas con chorizo a la riojana... así como impecables pescados a la brasa o las icónicas chuletillas al sarmiento, todo ello salpicado con una de las más completas bodegas del entorno con vinos mayormente de Rioja Alavesa y un abanico de precios que abarca desde las botellas más humildes a las referencias más sonadas, eso sí, mirando siempre a la calidad del vino. No en vano Lucía regenta asimismo la cercana Vinoteca Landa, en la que podemos redondear nuestra visita adquiriendo lo mejorcito de la tierra en un único y cómodo espacio en el que, además, nos asesorarán con criterio y sinceridad.