La vida de Luis Baselga ha sido muy acelerada y sus compromisos laborales apenas le han dejado tiempo libre, pero como todo amante del buen vino, su lado hedonista le ha obligado a bajar de vez en cuando el ritmo y disfrutar de las más diversas experiencias gastronómicas y enológicas. Ahondamos un poco en ello.
Estudió y trabajó en Donostia. ¿Dónde se desfogaba en su tiempo libre?
En la Cervecería Etxeberria, en la calle Iñigo. Allí me lo pasaba tremendamente bien.
¿Y dónde acudía cuando quería beber un buen vino?
Sin dudarlo, en el desaparecido Essencia Wine Bar de la calle Zabaleta. Era un sitio único.
¿Y para tomar un buen pintxo?
Me encantaba ir a La Cuchara de San Telmo, donde también trabajé. La Cuchara y Borda Berri eran mis sitios favoritos para ir de pintxos. Y como clásico me gustaba mucho también ir al Martínez a comer el pintxo de huevas.
¿Su mejor experiencia enológica?
Una comida memorable en Leña (Madrid) que se llamó El fin del mundo, y en la que se abrieron vinos realmente superlativos: tres añadas de Cuvée Cathelin de Jean-Louis Chave, tres añadas de La Romanée Conti, varias de Château d´Yquem… Allí podría haber más de 30.000 euros en vino…
¿Fue esa su mejor experiencia gastronómica?
No… la mejor fue mucho más sencilla. Fue con 22 años, el 3 de septiembre de 2013, una semana antes de empezar a estudiar en el BCC, con un buen amigo. Fuimos a Getaria, nos bañamos en la playa, subimos a Elkano, nos bebimos dos botellas de Txomin Etxaniz y nos comimos un rodaballo. He vuelto a Elkano 30 veces más y ninguna ha superado esa primera vez.