La localidad zaragozana de Vera de Moncayo, un pequeño enclave de 315 habitantes situado a 33 kilómetros al sur de Tudela, se ha ido perfilando, a lo largo de los últimos años, como una referencia ineludible en el mundo de la trufa. 

Recientemente, invitado por su Ayuntamiento y la Asociación de Truficultores de Zaragoza, Truzarfa, tuve la ocasión de visitar este precioso enclave y conocer una de las más originales opciones que ofrecen a gourmets y a visitantes entre noviembre y febrero: la caza de la trufa, un completo programa alrededor de la codiciada Tuber Melanosporum, la trufa negra que ahora se encuentra en su mejor momento y que se ha convertido en un importante activo gastronómico, turístico y económico, que ha hecho de Aragón el principal productor mundial de este apreciado hongo.

Los productores actuales cuentan, oído a sus padres, cómo pasada la Guerra Civil los franceses acudían, furtivamente, a las estribaciones del Moncayo. Llegaban en sus vehículos, recorrían la sierra y volvían a sus casas con su botín. Poco tardaron los aragoneses en informarse sobre aquel oscuro objeto de deseo de sus vecinos y en cuestión de años se especializaron en el cultivo del exquisito fruto de invierno que ahora forma parte de la tradición y del acervo popular de la zona. 

“Hoy, de hecho, tenemos hasta dichos populares como Nadie miente más que un trufero”, nos explica Miguel Ibáñez, propietario del restaurante El Molino de Berola, sito en el municipio, “y es que, cuando se empezó con la trufa, los buscadores mentían mucho sobre cuánto encontraban, dónde lo encontraban… Llegaban a ponerse las botas al revés para que nadie supiera dónde habían andado, o llegaron incluso a destrozar la parcela del contrario… Hoy en día, el tema ya está profesionalizado, civilizado y normativizado, y con las leyes, las facturas, etc… el tema de mentir ya es más complicado”, ironiza. 

Miguel es, precisamente, el organizador de A la caza de la trufa, actividad que se inicia y finaliza en su restaurante, un acogedor establecimiento que regenta desde 2007 con su esposa Georgeta. Miguel también es truficultor y posee cinco parcelas que explota desde 2017. “Empecé tarde, pero estoy contento. Normalmente tras preparar un terreno para la trufa hay que esperar diez años para tener resultados, pero yo en cinco años estoy recogiendo una bonita cantidad que me soluciona la demanda del restaurante todo el año”. Miguel cuenta con terrenos de trufa cultivada y de trufa silvestre. El restaurador, llegada la temporada, acude regularmente a sus posesiones con su fiel perro trufero, Rex, que a sus ocho años localiza y levanta las trufas con una facilidad asombrosa. “Ni aunque me ofrecieran dos millones lo vendería”, exclama Miguel, orgulloso del can que él mismo ha formado.

Experiencia trufera La actividad, pensada para grupos entre seis y catorce personas, y que debe ser reservada en los teléfonos 605 079 754 o 976 646 550, se inicia a las 9.30 horas en el restaurante, donde se sirve un suculento “almuerzo trufero”. Seguidamente, se acude a las laderas del Moncayo para acompañar a Miguel y a su perro en la “caza” de las trufas, el momento, sin duda, más interesante de la experiencia. 

A continuación, se realiza una visita a las Bodegas Aragonesas o bien al espectacular Monasterio de Veruela, muy cercano al restaurante. Finalmente, la “caza” concluye en El Molino de Berola donde se ofrece una opípara “comida trufada” con tostadas de trufa negra, queso fresco trufado, colmenillas rellenas de foie en crema de hongos, cama de puré trufado con bacalao al horno, tarta de queso y buenos vinos de la zona. El precio de la experiencia es de 71 euros por persona, con visita a la bodega y degustación de vinos o 55 euros con visita al monasterio.

En cualquier caso, si acudimos a Vera de Moncayo pasado el mes de febrero, siempre podemos disfrutar de sus encantos naturales y monumentales y acudir, cómo no, al Molino de Berola donde Miguel Ibáñez ofrece todo el año una cocina basada en el producto de la zona en la que encontraremos buen jamón de Teruel, verduras de la zona, bacalao al horno, ternasco de Aragón, carnes de vacuno y diferentes platos de caza. Una oferta contundente y muy local que invita a quedarse a pernoctar en la zona donde no faltan los alojamientos rurales como la encantadora Alcoba de Becquer, en el mismo Vera de Moncayo, entre otros.