“En treinta años como entrenador, veinte de profesional, no había conseguido en ningún momento llegar a estas cotas en Europa. Parecía que eso no me podía llegar. El año pasado el Sevilla me dio la opción de estar tres meses con ellos y tuvimos el acierto de poder ganar la Europa League. Ahora tengo que agradecer también al Sevilla por poder estar aquí (en el Olympiacos). Me echaron a principio de temporada y por eso estoy aquí. He llegado un mes antes de lo que lo hicimos en Sevilla y todo es bastante parecido. Allí cuando llegué el equipo no estaba bien, por eso yo fui el tercer entrenador; y aquí el equipo tampoco estaba bien y por eso yo soy el tercer entrenador”. Así, con importantes dosis de ironía, explicaba José Luis Mendilibar en plenas semifinales de Conference League unos extraordinarios últimos meses en los banquillos que pueden cristalizar hoy en su segundo título continental en menos de un año, pues disputa la final de la tercera competición europea ante la Fiorentina (21.00 horas) a los mandos de una escuadra griega en la que tiene ya rango de leyenda pues nunca antes había llegado tan alto fuera de sus fronteras nacionales.

El entrenador de Olympiacos, Jose Luis Mendilibar Olympiacos

Un txuri-urdin en la final de la Conference

En estos dos últimos cursos, el técnico de Zaldibar, seguidor confeso de la Real Sociedad, se está especializando en la consecución de milagros deportivos en entidades que navegan por arenas movedizas. La pasada temporada aterrizó en marzo en el Sevilla, en plena tormenta institucional, para hacerse cargo de un banquillo en el que ya se habían sentado Julen Lopetegui y Jorge Sampaoli y que se encontraba a solo dos puntos de los puestos de descenso. Con él a los mandos, acabó en una desahogada duodécima posición y, lo que es más importante, conquistando su séptima Europa League tras ganar la final en la tanda de penaltis a la Roma de José Mourinho.

Todo fueron loas y alabanzas a su trabajo, incluso sorpresa, como si fuese nuevo en el negocio o sus buenos trabajos pretéritos en banquillos modestos de Primera División no hubiesen existido. Fiel a su estilo, llegó a decir antes de coronarse en la final de Budapest que asimilaba tanto piropo como un gilipollas. Llevo 20 años en Primera y parece que no me conocía nadie y ahora, por estar en el Sevilla y haciendo lo que estamos haciendo... Lo que hice en el Eibar es tanto como lo que estoy haciendo en el Sevilla”.

Club inestable

Pero en estos últimos tiempos Sevilla y estabilidad deportiva no son conceptos que vayan de la mano y el crédito de Mendilibar tras el título europeo caducó el 8 de octubre en este pasado curso tras arrancar con dos victorias, cinco empates y cuatro derrotas. Ya en verano había voces en el club que no veían clara su continuidad pese a que el de Zaldibar había solucionado con matrícula de honor una situación muy complicada.

José Luis Mendilibar, con la copa de la UEFA. Antonio Gutiérrez

Historia con el Sevilla

A más de 2.700 kilómetros de Sevilla, las cosas tampoco marchaban nada bien este curso por El Pireo. El volcánico Evangelos Marinakis dio por caducada su apuesta por Diego Martínez en diciembre y ya por aquel entonces pensó en Mendilibar. Finalmente llegó Carlos Carvalhal, cuyo periplo en el banquillo no pasó de los 65 días. Finalmente, el pasado 11 de febrero se oficializó el desembarco del de Zaldibar en el banquillo local del estadio Georgios Karaiskakis y el flechazo entre afición y técnico fue inmediato. Mendilibar ganó sus seis primeros partidos (15 éxitos, tres empates y cuatro derrotas hasta el día de hoy) y ha conseguido terminar tercero la liga griega, siendo en la Conference donde ha hecho historia.

Villano del Villa

Doble 1-0 contra el Ferencvaros en la primera ronda de eliminatorias, voltereta histórica contra el Maccabi Tel Aviv en octavos tras caer en casa por 1-4 y firmar un 1-6 en la prórroga en la cita de vuelta, más taquicardia para dejar atrás los cuatros de final tras imponerse en los penaltis al Fenerbahce y autoritario éxito en semifinales contra el Aston Villa de Unai Emery y Monchi, quien le reclutó para el Sevilla: 2-4 en Villa Park y 2-0 en casa.

Su Olympiacos se ha convertido en el segundo equipo griego que llega a una final continental tras aquel Panathinaikos que en 1971 perdió la final de la Copa de Europa frente al Ajax en Wembley, por lo que no es de extrañar la euforia que se respira en la afición. “El otro día hablaba con (Matías) Almeyda, entrenador del AEK, que me dijo: Enhorabuena por lo que has hecho por el equipo, y más aún, por el fútbol griego. Hasta entonces no me había dado cuenta. Pero entonces pensé: ¡Realmente hemos conseguido algo! La emoción es palpable.

Querido en El Pireo

Cuando jugamos en casa, los aficionados están allí más de una hora antes del saque inicial. La gente también anima como loca en la calle. Cualquiera que te reconozca se para a saludarte. Te paran el coche y están como locos de contentos. Espero que estén igual de contentos después de la final”, apuntó el lunes en una entrevista en la página web de la UEFA.

Jugadores y cuerpo técnico del Olympiacos celebran el segundo gol contra el Aston Villa. EP

Fecha decisiva

Mendilibar tiene claro que levantar el trofeo “sería increíble. Entraríamos en la historia del Olympiacos y del fútbol griego. Sabemos lo duro que va a ser ante un equipo italiano que compite entre los mejores, pero en las finales nunca se sabe. No hay favoritos”. Orgulloso por el trabajo bien hecho en su primera experiencia en el extranjero y renovado ya hasta 2025, el de Zaldibar aspira a su segundo título continental consecutivo en dos competiciones y con dos equipos de dos países distintos. Casi nada. Si esta noche se corona en el OPAP Arena de Atenas, abrirá de par en par las puertas del Olimpo.