Los accidentes graves en los campos de fútbol son escasos, pero, cuando suceden, encienden todas las alarmas. Sucedió este pasado domingo en el César Benito, donde un jugador del Lengokoak se dio un golpe contra la valla y el suelo de cemento que rodean el campo y por la noche tuvo que ser operado de urgencia al sufrir una hematoma motivado por la fractura craneal. El jugador del club donostiarra continúa en la UCI, aunque ya estable y con “buenas perspectivas” de recuperación. Respira de alivio, por tanto, el fútbol guipuzcoano, lo que no impide una reflexión sobre la peligrosidad latente que existe en los campos de fútbol

Que episodios como este no sean habituales –aunque algunos saltan a la luz, otro ejemplo es el del jugador del Mariño que en febrero de este año se clavó en el abdomen un hierro que sobresalía de un encofrado cerca de la banda en el campo anexo de Gal– no significa que los protagonistas no sean conscientes de los riesgos que hay en la mayoría de campos. “Hace falta una mayor inversión para evitar puntos de potencial peligro”, reconoce Manu Díaz, presidente de la Federación Guipuzcoana de Fútbol, a este periódico. “Las vallas del César Benito, por ejemplo, son de metal ligero, no de hormigón, el problema es que los pasillos que rodean el terreno de juego son de cemento o de hormigón. En algunos campos las paredes están cerca de la banda, pero no solo en fútbol, también en los campos de fútbol o baloncesto. ¿Qué hacemos con eso o con las paredes izquierdas de los frontones?”.

Considera Manu Díaz que hubo un indudable factor de “mala suerte” en el accidente del jugador del Lengokoak: “Siempre puede haber accidentes, también en el deporte profesional. Hay que tener en cuenta que en los campos de fútbol de Gipuzkoa se juegan 11.000 partidos cada año”. Precisamente por esa elevada utilización, insiste en que “se trata de minimizar los riesgos. Hay que hacer una inspección adecuada de las instalaciones, sobre todo las más antiguas, buscar los puntos que pueden ser peligrosos y realizar una inversión importante de forma gradual. La administración municipal debe tenerlo en cuenta. Hay puntos de riesgo en las instalaciones y desde la Federación y los clubes no paramos de pedirlo”.

“Que no vuelva a pasar algo así"

Iker Sanz, coordinador del Lengokoak, tiene aún mal cuerpo tras lo sucedido a uno de sus jugadores, que “se pegó fuerte contra la valla y el suelo con la cadera y la cabeza”. Al igual que Manu Díaz, alude a la mala fortuna en un “lance del juego”, pero a su vez pide una mayor seguridad con elementos ajenos al terreno de juego que pueden provocar situaciones feas.

Hay campos como el de Jesuitas, el de Trintxerpe o el César Benito donde alguna pared está muy cerca, una problemática que también tienen en el fútbol sala. Está también el cemento de las columnas, las vallas, aunque la mayoría son ya de metal ligero, el cemento en los laterales e incluso las porterías movibles (las que se usan para fútbol 7)”, desgrana Iker Sanz. Todos ellos elementos que pueden provocar un mal golpe si algún jugador, en un lance del juego, sale despedido hacia esas zonas.

Hay que poner acolchados para evitar más golpes fuertes de este tipo. Si tú acolchas una zona, reduces la fuerza con la que te das el golpe y baja el peligro. Tú vas a un txikipark y está todo acolchado, ¿no? Pues también se podrían acolchar las vallas”, comenta el coordinador del Lengokoak: “Yo vengo del mundo de la empresa y se suelen hacer planes de prevención. Pues aquí lo mismo. La petición es que no vuelva a pasar algo así. Se trata de colaborar entre todos”.

“Poner acolchados”

Igor Ubarretxena es el coordinador deportivo del Trintxerpe. Su hijo sufrió en febrero de 2020 un fuerte golpe contra un escalón de hormigón situado muy cerca de la banda en el campo del Trintxerpe. “Le salió un bulto en la sien y tuvieron que hacerle un cateterismo”, recuerda. Meses después, otro joven sufrió un impacto en la cabeza contra un muro de uno de los fondos en la misma instalación y tuvo que ser ingresado en la UCI.

“Campos como el nuestro son pequeños, y la grada y la pared estarán a un metro de la banda”, dice Igor Ubarretxena: “La banda donde se dio el golpe mi hijo se protegió con poliespan, que es con lo que se tapan también los aspersores. Todo tiene solución, pero para eso son necesarias la voluntad y el dinero. Se pueden poner acolchados de gomaespuma como en las canastas de baloncesto, y también eliminar el cemento de alrededor, o al menos protegerlo”.

“Cuando pasa algo, nos echamos las manos a la cabeza, pero en nuestro caso solemos hacer informes anuales con posibles problemas en los campos. Por ejemplo, hay ocasiones en las que las arquetas de agua se levantan y eso es como una cuchilla. A veces se reparan rápido y otras no”, añade Igor Ubarretxena, que lamenta que siga habiendo campos en los que las vallas que rodean el terreno de juego sean “de hormigón” –las de la mayoría de campos, como el César Benito, son de metal ligero, más adecuadas–. El problema para que siga habiendo vallas de hormigón es que, en algunos casos, están sujetas a la estructura que sostiene el propio terreno de juego, así que para quitarlas habría que “levantar el campo”, lo que supone una obra de mayor envergadura.

Coincide el coordinador deportivo del Trintxerpe con Manu Díaz e Iker Sanz en que el suceso de este pasado domingo entró en juego “el factor de la mala suerte”, pero finaliza diciendo que “el objetivo es intentar que los campos sean más seguros, lo que requiere de una inversión que se debería hacer”.