Se intuía que la misión iba a ser imposible. En el fondo, todo el mundo sabe que este FC Barcelona es inalcanzable y que la Real Sociedad, y casi todos los demás equipos del mundo, están a años luz del gigante azulgrana. Pero tampoco se esperaba semejante sangría. El conjunto txuri-urdin fue absolutamente superado y empequeñecido por su rival. Avasallado. La final de la Copa de la Reina fue un monólogo de color azulgrana. La impotencia txuri-urdin resultó hasta dolorosa de ver. El 8-0 ya es suficientemente abultado y no requiere de grandes análisis, pero es que dio la sensación de que el equipo entrenado por Jonatan Giráldez habría marcado más goles de haberlo necesitado. Para el espectador neutral, fue un espectáculo. Para el blaugrana, un disfrute. Para el txuri-urdin, un castigo de principio a fin. Daban ganas de pedirle a la colegiada que por favor detuviera la tortura. Que ya valía. Que entregaran las medallas y la copa y que nos pudiéramos ir a casa.

La Real es un gran equipo. Aguerrido, luchador, valiente. Ha llegado a la final de Copa con todo merecimiento tras una trayectoria impecable. Saca jugadoras de casa y logra tutear a cualquier rival. Pero el Barça es otra cosa. No solo es el mejor equipo del momento, que nadie duda que lo es salvo la competencia que tiene de un par de escuadras o tres en Europa. Es un equipo de época, que está haciendo historia y la seguirá haciendo a poco que mantenga la actual plantilla. Sus jugadoras son simplemente inalcanzables. Están a otro nivel. Son muy buenas y juegan muy bien. La Real no supo en ningún momento cómo hacer frente a la máquina blaugrana perfectamente engrasada. Por el nivel del contrincante y también porque cometió muchos errores. Demasiados.

Natalia Arroyo sorprendió con su planteamiento, apostando por tres centrales, algo que no es habitual en la Real. La línea de tres la formaron Vanegas, Apari e Iris Arnaiz, con Emma y Bernabé en los laterales. Andreia, Franssi y Nerea formaron el centro del campo, con el ataque para Amaiur y Jensen. Se supone que la entrenadora catalana quería reforzar el entramado defensivo con este esquema, pero la jugada no le pudo salir peor. El Barça jugó como quiso y la Real nunca fue capaz de detectar los movimientos del rival. Cierto es que no hay manera buena de frenar a esta selección mundial de jugadoras con la camiseta blaugrana, pero también que la Real dio demasiadas facilidades. Las txuri-urdin estuvieron blandas, lentas, a merced de las rivales, un par de segundos tarde en cada jugada. Fueron demasiado permisivas. Apenas hicieron faltas, al menos para romper el ritmo de las rivales. Pero también es verdad que las veían pasar como aviones por todos lados.

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La Real agradece el apoyo de la afición en La Romareda Pedro Martínez

Cinco minutos tardó el Barcelona en adelantarse. Lo hizo por medio de Ona Batlle tras un mal despeje de Vanegas, que dejó el balón a merced de la lateral para batir a Lete, que estuvo a punto de evitar el tanto. Sin conseguirlo (1-0). Las laterales azulgranas entraron a placer entre las centrales y laterales realistas. No hubo manera de taponar las bandas. Bueno, ni las bandas ni el centro. Fue un chaparrón de juego en una tarde climatológicamente despejada y agradable. Y la Real no supo ni aguantar ese chaparrón. Es más, lo facilitó. Cometió errores gruesos, se despistó en demasiadas ocasiones y bajó la cabeza demasiado pronto. Pero la realidad es que ni siquiera un partidazo de las de Arroyo habría evitado una goleada. Porque este Barcelona sigue marcando goles hasta que quiere.

El 2-0 lo marcó Paralluelo en el minuto 13. Impresionante la delantera internacional, una estrella mundial poderosa físicamente y con muchísima calidad en sus botas. Imparable. En su salto para rematar de cabeza sacó medio metro a Emma. Poco después, antes de alcanzarse el minuto 20, Graham hizo el 3-0 tras aprovechar el rechace de Lete a disparo de Paralluelo. No estuvo nada fina ahí la defensa de la Real, muy poblada de jugadoras pero desordenada y sin saber qué hacer.

Un par de acercamientos de Franssi, el segundo bastante claro porque era un disparo dentro del área en posición cómoda, fueron el preámbulo al 4-0, de nuevo creado por Paralluelo y remachado esta vez por Graham. Las incursiones por banda fueron una pesadilla, como se comprobó poco después, con el segundo gol de la tarde de Batlle, es decir, el 5-0 cuando el reloj apenas marcaba el minuto 34. Decimos lo de las bandas porque por ahí vinieron los goles, pero los balones llegan ahí porque el centro del campo del Barça es tremendo. Pina, Guijarro y Aitana. Casi nada. Exagerado. Un abuso. Una por una son muy buenas, pero las tres juntas hacen lo que quieren y siempre encuentran a las compañeras mejor colocadas. Andreia, Nerea y Franssi no pudieron ni echarles el aliento en la nuca.

Si alguien pensaba que el conjunto de Giráldez iba a relajarse en la reanudación, se equivocaba de pleno. Antes de cumplirse la hora, el marcador señalaba un escandaloso 8-0 después de tres goles en menos de quince minutos. Fueron, además, tres tantos fruto de la impotencia txuri-urdin. Las jugadoras de la Real estaban absolutamente superadas y con la cabeza gacha. Apari regaló dos goles y el otro lo marcó Pina tras una jugada colectiva. No había manera de dar la vuelta anímicamente a semejante paliza. Fue un ejercicio cruel y despiadado del Barcelona, como esas películas en las que el protagonista se va deshaciendo de sus enemigos sin ninguna piedad, uno detrás de otro.

Qué difícil fue la última media hora para las de Natalia Arroyo, que intentó mover el banquillo para ver si así su equipo emitía señales de vida. La cosa no pasó de un par de tímidos intentos. La Real estaba física y mentalmente muerta. La grada hizo de tripas corazón y cantó el Goazen Erreala, goazen txapeldun con el 8-0 en contra para así insuflar algún ánimo. Pero la impotencia era absoluta. El Barcelona por fin frenó. Se conformó con tener el balón y controlar la posesión sin hacerse daño, no en vano el próximo sábado juega la final de la Champions. Ni siquiera permitió a su rival marcar el gol del honor, ese que parece maquillar las goleadas. No dejó ni las migajas. Así son los equipos de época.

La Real se lamerá durante un tiempo las heridas. Es difícil, pero tendrá que hacer el esfuerzo de separar la trayectoria en la Copa, las cuatro finales en cinco años, todo eso, de lo sucedido este sábado por la noche en La Romareda, del castigo que sufrió. Lo único que se le puede achacar a las txuri-urdin es que estuvieron demasiado permisivas y cometieron demasiados errores de bulto, lo que facilitó el escandaloso resultado en contra. Pero tampoco habría cambiado mucho la película. Fue un 8-0 como pudo haber sido cualquier otro abultado resultado. Eso sí, en la debacle, en una tarde negra, en una durísima derrota en el mismo escenario donde hace casi 30 años este club hizo historia, queda la afición, los valientes que siempre están y que gritaron y cantaron hasta el último segundo. Queda el orgullo txuri-urdin.