La esperada intervención del presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, ante las Cortes autonómicas consistió en el mismo relato de elusión de responsabilidades que ha venido manteniendo desde el día de la tragedia que ha costado hasta la fecha 217 vidas confirmadas y persisten 16 desaparecidos en la comunidad. Mazón acudió ayer a rendir cuentas dentro de los parámetros previstos. No hubo dimisión –aunque en estos momentos hubiera sido inapropiado apartarse de la gestión de la reconstrucción– pero, sobre todo, no hubo autocrítica más allá de un reconocimiento genérico de los fallos del sistema que, por si quedaban dudas, se ocupó de situar en otras instituciones. La baja calidad de su argumentación se resume en la insistencia con la que amparó la inacción de su Ejecutivo en las carencias de protocolo. Sin duda, los protocolos y procedimientos deberán ser revisados y actualizados ante su incapacidad de evitar un alcance tan severo de la tragedia. Si el sistema de control de la evolución de un fenómeno como la dana pende de la recepción de un correo electrónico o de un único sensor arrollado por un caudal desatado, es obvio que resulta insuficiente. Pero no caben excusas a la falta de diligencia, a la ausencia de iniciativa y a la incapacidad de tomar decisiones imprescindibles incluso cuando la información precisa para adoptarlas ya era más que evidente. No falta información en las últimas semanas sobre las competencias de cada institución implicada ni de los tiempos transcurridos y las alertas puestas en conocimiento del órgano competente para tomar decisiones. Lo que sí falta es un relato sincero que se pueda compartir para obtener conclusiones que propicien la eficiencia exigible. En su lugar, se sigue sustituyendo por uno en el que el ruido busca impedir el coste político de una mala gestión pública. Las comisiones de investigación y las dimisiones que se anuncian o esperan llegarán contaminadas por una insistente pretensión de desviar la atención de los agujeros negros de la responsabilidad política. Núñez Feijóo debería poner orden en esta estrategia de la distracción que agita su partido y dejar de aprovechar el dolor para hacer política partidista en las instituciones españolas y europeas. Y esto exige que deje ya de ser el primer abanderado de la desinformación.