La ciudadanía estadounidense lleva varios días votando para elegir a su próximo presidente pero será el martes cuando diluciden el devenir de los próximos cuatro años dentro y fuera de la primera potencia económica y militar mundial. Con la perspectiva de un modelo que concibe la democracia como el mecanismo para crear marcos de convivencia desde el respeto y la igualdad, la figura de Donald Trump es alarmante desde todo punto. En primer lugar, porque en su primer mandato acreditó su voluntad de exprimir los mecanismos del poder en su beneficio y en el de una élite económica que le ampara y sostiene. Además, por la vocación de implantar un modelo autocrático de ejercicio del poder, con restricción de libertades y renuncia al papel equilibrador de los derechos de las personas desde la administración pública. Pero, fundamentalmente, porque detrás del histrionismo y la frivolización de los problemas, de la aproximación mágica de los mensajes y soluciones con los que envuelve a sus seguidores, el candidato presidencial republicano es emblema de un sustrato xenófobo, agresivo, violento en las formas y en la criminalización del diferente y el rival político, que propugna someter en beneficio de sus intereses a personas, países y sistemas económicos de dimensión global. Para ello, liquida el entramado de valores, derechos y normas democráticas y la reduce al uso populista del sufragio como mecanismo de acceso al poder. Trump ampara los mensajes racistas y confesionales, arraigados en la sociología de una parte de la sociedad estadounidense –y mundial–. Alimenta el señalamiento de colectivos humanos e ideológicos criminalizando, insultando y despreciándoles en sus actos electorales, medios de comunicación afines y redes sociales propiedad de su círculo de intereses. Intereses que reúnen a su lado a la oligarquía de la principales multinacionales tecnológicas, de comunicación y financieras de EE.UU. –Amazon, X, Tesla, Meta, Apple, Google o Blackstone). Su abandono de principios democráticos catapulta las posibilidades del expresidente de repetir en la Casa Blanca y refuerza la manipulación ideológica que extiende postulados de ultraderecha y su imposición mediante el uso de la intimidación física o económica. Con Trump acaba la democracia y medra el virus que la corroe a nivel global.