Las primeras horas tras las elecciones en Catalunya traen unos diagnósticos en caliente que apuntan al bloqueo institucional. Priman los descartes a las certezas y, si se solidifican los primeros discursos poselectorales, todo apuntaría a una repetición electoral en octubre. Lo reivindica abiertamente la ANC, uno de los referentes sociales del soberanismo, que respalda implícitamente el gancho lanzado por Puigdemont a ERC de recuperar la unidad de acción, al pedir un programa conjunto de ambas fuerzas con el que volver a las urnas tras el verano. Los aludidos viven horas amargas y Pere Aragonès anuncia su retirada de la primera línea por el fracaso de su decisión de convocar elecciones pero lo hace condicionando la capacidad de decisión de quienes deben sucederle. El rechazo del president en funciones a que Esquerra facilite ninguna investidura –ni de Salvador Illa ni de Carles Puigdemont– no parece la más neutral de las retiradas en favor de su sucesor en la coordinación nacional del partido, salvo que, desde la presidencia del mismo, Oriol Junqueras opte por impugnar la herencia de Aragonès. En su reflexión tendrá que valorar la dificultad para ERC de volver a las urnas con su electorado desmovilizado frente al refrendo del liderazgo soberanista de Puigdemont y de Junts y la activación de voto de la derecha nacionalista española. Ahora nada le augura un mejor resultado. Por su parte, Puigdemont ha jugado con inteligencia sus primeras dos cartas: el líder de Junts ha despejado el temor a una ruptura de los acuerdos que sostienen la gobernabilidad de Pedro Sánchez si el PSC ocupara la Generalitat y ha trasladado la carga de la prueba de la unión del soberanismo a su rival. El ganador está lejos de garantizar su investidura pero no parece el más preocupado por un nuevo desgarro entre las fuerzas soberanistas trasladado a otra convocatoria electoral. El discurso de Salvador Illa es el del posibilismo, de pasar página a la confrontación y, llegado el caso de una frustrada investidura, de atribuirla a la falta de responsabilidad ajena. Los grandes derrotados del 12-M, Comuns-Sumar y CUP, son los que verían más comprometido su proyecto en caso de nueva vuelta electoral pero el alcance de someter de nuevo a la sociedad catalana a otra experiencia política frustrante puede alcanzar a otros.
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