Felipe de Borbón optó por salir del embrollo en su responsabilidad de elegir un candidato a la investidura tras las elecciones del 23-J por la vía más fácil: escudarse en lo que la Casa Real denomina costumbre y proponer a Feijóo en primer lugar como candidato de la lista más votada. El PP llevaba semanas presionando a Felipe VI para lograr esa designación y Sánchez ya había adelantado que no pondría pegas a esa decisión. Feijóo necesita comparecer ante el Congreso para intentar salir de la imagen de decepción y derrota que transmite tras las elecciones. Sabe que protagonizar una investidura y los tiempos previos le otorgan protagonismo político y capacidad de comunicación durante semanas y con eso intenta recuperar la sensación de que aún es un líder mirando ya a su situación interna del PP. Con 35 días por delante hasta el 26 de septiembre, tiene de partida, si se tiene en cuenta lo que han declarado los partidos representados en el Congreso, cero posibilidades, ya que suma 172 votos a favor y 178 en contra. En una situación similar en 2015, Rajoy declinó la misma propuesta del rey para evitar una derrota parlamentaria en una investidura fallida. Solo la imposible captura de al menos cuatro votos tránsfugas –un imposible al que aspiran los medios consevadores de Madrid mirando al PSOE–, le permitía una victoria pírrica que no sería legítima ni democrática. Porque los otros dos actores a los que mira Feijóo, PNV y Junts, recuperado ahora como posible aliado tras su campaña de años de insultos, persecución y veto como interlocutor, ya han dejado claro que al lado de Vox no estarán. Esta investidura fallida de Feijóo será un pago más del coste que tiene que pagar el PP por sellar su presente y político a la mano de la ultraderecha. Por su parte, a Sánchez –con la presidencia de la UE por delante–, le viene bien este paso arriesgado de Feijóo, que le permitiría visualizar de nuevo, como ya ocurriera con la Mesa del Congreso, que es el único candidato con capacidad para poder aunar una mayoría en el Congreso y también ganar tiempo en las negociaciones pendientes con sus posibles apoyos. Aun así, la Legislatura sigue en el aire, porque aglutinar esos intereses –encontrar un mínimo denominador común como señaló Aitor Esteban–, no parece fácil. Y eso mantiene la sombra de una repetición electoral en enero de 2024.