El director del Zinemaldia, José Luis Rebordinos, puso voz a una preocupación que demanda ya expresarse abiertamente. Al menos con la misma soltura con la que los postulados antidemocráticos, revisionistas de la transición democrática y del sistema de derechos y libertades incorporado al ordenamiento jurídico se sostienen en público y se alardean como factor de patriotismo español. Rebordinos calificó de fascista a Vox y reclamó que su pretensión de censurar expresiones sociales y culturales con las que discrepa sea identificada en esos términos. Se acaba el tiempo de contemporizar y comienza el de denunciar la persecución de la diferencia, de las lenguas minorizadas, de los derechos de la mujer, de la libertad de expresión, de la propia estructura democrática impidiendo que las minorías encuentren vías de expresión y representación en las instituciones. Lo que debería ser estigma por su carencia democrática se ha convertido en seña de identidad con la que acosar y señalar como enemigos de la convivencia y la seguridad a quienes acreditan un compromiso superior y constante con la igualdad, el derecho y la representatividad. La mutilación de esos valores es un atentado a la convivencia, aunque se propicie por el sufragio. Vox lo practica con desparpajo y cuenta con la complicidad de quienes se apoyan en ellos y ceden a su modelo para alcanzar el poder. Esa estrategia del PP en Extremadura, Baleares y Valencia hoy, como en Castilla y León o Andalucía en el pasado, recupera el modelo que dominó el pensamiento nacional español impuesto hasta el último cuarto del siglo XX. En ese sentido, esa derecha no es ya socio sino parte indispensable del golpe a los valores de la democracia y su sustitución por otros. Es la Tercera Ola, el experimento de 1967 en un instituto de California que afloró el proceso por el que un modelo democrático puede deslizarse hacia la autocracia. Con la intención de hacer entender a los alumnos por qué surgió la Alemania nazi habiendo un sistema de elección democrática, se implantó un imaginario del compromiso con supuestos valores de la comunidad, la rígida disciplina y las restricciones a la minoría en beneficio del colectivo que creó entre el alumnado en cinco días el sistema de autocontrol social interno que hoy promueve la derecha populista. No es ficción sino una amenaza muy real.