Las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 9 de junio no están teniendo a la economía en el centro del debate, pero lo cierto es que es mucho lo que se juega la UE en los próximos años en esta materia. El Viejo Continente se está quedando rezagado en una carrera global que lideran Estados Unidos y China. Europa, como el mayor mercado único del mundo y el bloque comercial más importante del planeta, no puede permitirse quedar atrás en un escenario en el que, además de no perder de vista la necesidad de mantener una política industrial competitiva, debe ejecutar una transición energética, ecológica y digital que se presumen fundamentales si quiere mantener sus cotas de bienestar y progreso, señas de identidad del proyecto europeo.

Sin aún recuperarse del impacto que supuso la pandemia, la guerra de Ucrania trastocó todo el esquema de abastecimiento energético, que tiene ahora a Qatar, Estados Unidos y Argelia como principales vendedores en lugar de Rusia. Un cambio que supone un mayor desembolso para los países europeos. Eso está teniendo su traslación en una Alemania que no termina de remontar una trayectoria errática en la que sus exportaciones se aferran como principal esperanza a las compras desde China, mientras el Bundesbank ha advertido de que la débil demanda extranjera “es el principal obstáculo para la industria”. Por su parte, Francia está en una mejor situación que su vecino, con un mayor crecimiento en 2023 (0,9% frente a una caída del 0,3% en Alemania), pero el estancamiento en el segundo semestre presagia que este será también un año plano. Por contra, las economías meridionales (España, Italia, Portugal), que tantos reproches recibieron durante la crisis del euro, son las que más crecen en la Eurozona, aunque lo hacen tirando del sector servicios, siempre más estacional. 

La bajada de tipos de interés, la decisión que todos ansían

El próximo 6 de junio se celebra una nueva reunión del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, una cita esperada por numerosos líderes políticos y económicos como la que puede suponer la primera bajada de tipos de interés en la Eurozona desde que en verano de 2022 el organismo que preside Christine Lagarde ordenó subirlos ante el avance de la inflación. Los mensajes que llegan en los últimos días hacen creer que esta posibilidad se convertirá en realidad, pero queda ver qué alcance tendrá y si servirá para aflojar de forma efectiva las presiones sobre la financiación para las empresas que están teniendo las actuales tasas del precio del dinero, que están fijadas en el 4,5%. El último pronunciamiento público sobre esta cuestión lo ha hecho el gobernador del Bundesbank y miembro del Consejo de Gobierno del BCE, Joaquim Nagel, que afirmó la semana pasada que probablemente se bajarán los tipos de interés. Sin embargo, pidió no dar por sentado que se seguirán recortando con posterioridad.

“Si la situación se mantiene como hasta ahora y las previsiones no dicen algo completamente distinto, aunque no lo doy por hecho, entonces aumentará la probabilidad de que veamos un primer paso sobre los tipos de interés”, dijo Nagel. En cualquier caso, el dirigente alemán hizo hincapié en que de haber una reducción de tipos es “importante” que la decisión se haga de una forma en la que “no se infiera la entrada en piloto automático”. Es decir, que instituciones y empresas no deben caer en la trampa de seguir endeudándose para estimular su crecimiento, una cuestión en la que los economistas alemanes son siempre especialmente sensibles.

Igualmente, Nagel sostuvo que, de llevarse a cabo el recorte de junio, tocará pisar el freno en la cita de julio y esperar hasta septiembre para volver a actuar. “Si hay una bajada de tipos en junio, tendremos que esperar, y creo que deberemos esperar, quizá, hasta septiembre”, subrayó. El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, ya había anticipado que la bajada de junio será de 25 puntos básicos tras dejar la tasa de referencia intacta durante las últimas cinco reuniones en el 4,5% para las operaciones de refinanciación. Las palabras del jefe del banco central germano se produjeron después de que trascendiese que la revalorización de los salarios en la Eurozona no se ralentizó en el primer trimestre del presente año.

No obstante, a nivel general de la Eurozona, y según las previsiones de primavera de la Comisión Europea, tras un estancamiento económico generalizado en 2023, “el crecimiento mejor de lo esperado registrado a principios de 2024 y la actual reducción de la inflación han sentado las bases para una expansión gradual de la actividad”. De esta manera, según las estimaciones de la Comisión, el crecimiento del PIB en 2024 será del 1% en la UE y del 0,8% en la zona del euro. En 2025, se prevé que el crecimiento del PIB se acelere, hasta situarse en el 1,6% en la UE y en el 1,4% en la zona del euro.

En cualquier caso, este crecimiento se basará en el consumo de las familias, mientras que la inversión sigue sin despegar. En este sentido, el informe encargado por Bruselas al exprimer ministro italiano Enrico Letta sobre cómo aumentar la competitividad del mercado único deja claro que la inversión, tanto pública como privada, es imprescindible para asegurar el crecimiento económico futuro. Está por definir cómo hacerlo sin descuidar, además de las transiciones verde y tecnológica, el rearme militar que reclaman algunos líderes ante la amenaza rusa y, por supuesto, el gasto social, pilar tradicional del Estado de Bienestar en Europa.