Mikel Casares es profesor de Fundamentos de Análisis Económico en la Universidad Pública de la Universidad Pública de Navarra y ha estudiado con detenimiento la evolución de las economías tras el parón que supuso la crisis de la pandemia. 

¿Cree posible que se produzca una recesión mundial en el segundo semestre de este año o en 2023? 

—Las previsiones de crecimiento del PIB para 2022 recogen una desaceleración pero todavía se sitúan en tasas positivas, en torno al 3%. La economía sigue creando empleo y la tasa de paro ha descendido a los niveles anteriores a la pandemia. Incluso hay sectores donde quedan vacantes que no se llegan a cubrir. En 2023, el escenario podría seguir empeorando e incluso entrar en recesión, con tasa de crecimiento del PIB real negativa. Pero mi opinión es que es poco probable y solo se producirá si la tasa de inflación se mantiene muy elevada y el Banco Central Europeo anuncia subidas de los tipos de interés que los sitúen por encima del 3,5% o 4%. 

La deuda pública se ha disparado por las ayudas que los estados han dispensado para compensar los efectos de la pandemia. ¿Qué riesgo supone para las economías?

—Aquellas economías con un mayor endeudamiento público sufrirán más los efectos de las subidas de los tipos de interés porque al aumento general se le añadirá la prima de riesgo, que recoge la probabilidad de entrar en suspensión de pagos. En el caso de España, con una deuda pública cercana al 120% del PIB, la subida de tipos provocará recortes de gasto para que el déficit no se dispare y los mercados no presiones excesivamente la prima de riesgo. El BCE ya ha anticipado que volverá a comprar deuda soberana en los mercados si lo ve necesario para contener las primas de riesgo. Por otro lado, una tasa de inflación alta reduce el valor real de la deuda -en su equivalencia respecto a unidades producidas de bienes y servicios-, lo cual puede permitir un calendario más lento de ajustes fiscales.

Rusia está ahogando las exportaciones de cereal de Ucrania. ¿Qué consecuencias puede tener eso en el plano económico?

—Es previsible que aumente el precio del cereal en los mercados internacionales y que sigan las restricciones de oferta. Esta situación puede generar ventanas de oportunidad para sustituir estas importaciones con producción local, pero seguramente a un coste mayor. La invasión rusa de Ucrania está provocando un movimiento de salida de desplazados por la guerra además de las migraciones que puedan provocar los efectos económicos de la guerra. Los gobiernos de la UE y del resto del mundo deben coordinar respuestas adecuadas a esta situación. 

La guerra presenta visos de ser larga en el tiempo. ¿Cómo va a repercutir en la economía?

—Obviamente, los efectos de la guerra son dramáticos, también desde el punto de vista económico, para Ucrania y para Rusia. Para el resto de países, los efectos también son negativos, aunque con un orden de magnitud mucho menor por el encarecimiento de la energía por los problemas de suministro de gas y petróleo, y el desvío de fondos públicos a apoyo y armamento militar para Ucrania y para el refuerzo de la seguridad. El gasto militar seguramente va a desviarse de otros gastos previstos generando un efecto contractivo para la economía. 

¿Qué comportamiento cabe esperar de la economía, a nivel general, en los próximos meses?

—La economía puede seguir desacelerándose hasta situarse en tasas de crecimiento próximas al 2% en 2023. La demanda agregada no se resiente demasiado por las ganas de consumir el ahorro acumulado por un gran porcentaje de la población que no sufrió las consecuencias adversas de la pandemia. Creo que mientras el mercado de trabajo siga creando empleo y la tasa de paro no inicie una senda alcista, no habrá recesión. La otra amenaza, ya citada anteriormente, sería una subida excesiva de los tipos de interés que ahogara a las familias con hipotecas a tipos variables o a empresas con financiación a corto plazo.