El desplome en las ventas y matriculaciones de vehículos nuevos podría corregirse en los próximos meses si la crisis sanitaria originada por el coronavirus concluye a corto plazo, lo que podría estimular de nuevo el gasto particular y el asociado a la actividad turística, dos bastiones fundamentales para el sector. Es lo que sostiene Iñaki Fernández de Gamboa, miembro del Colegio Vasco de Economistas, para quien el coche va a continuar siendo un objeto de uso primordial para muchas familias, pero que al mismo destaca el estado de "confusión" de muchos conductores interesados en adquirir un vehículo.

"El consumidor no tiene claro qué vehículo comprar", dice el economista. Los sucesivos anuncios de penalización, en el futuro, del motor de combustión y las dudas en torno a las energías alternativas, como la electricidad o el hidrógeno, no ayudan a decantarse. "Yo no pienso que el coche eléctrico vaya a ser la solución a los problemas de movilidad. Creo más en el hidrógeno, pero hoy en día es una quimera. El conductor atraviesa una gran incertidumbre". La clase media, príncipal vector de empuje de toda actividad económica en las sociedades desarrolladas, "no se compra un coche para cuatro años, sino para que tenga una vida de entre 10 y 15", apunta.

Precios de los combustibles

Para este experto, al contrario de otras tendencias que sugieren una desafección por el coche en propiedad, el automóvil seguirá constituyendo una muestra más de "estatus" para su poseedor, al tiempo que otros aspectos circunstanciales, como el alza impositiva, de los combustibles o de los seguros, no va tener repercusión en la decisión final de adquirirlo. "El potencial comprador puede tener dudas, pero al final asume los costes que vengan, ya sean de impuestos o de combustibles", apunta Fernández de Gamboa. "Se compra un coche por motivos de necesidad o por un capricho, pero otro aspecto es si se utiliza más o menos. En las gasolineras se percibe que el coche se usa más a principios de mes que al final, porque se nota que la gente ha cobrado su salario y llena el depósito", apunta.

En su opinión, se están dando dos problemas. Por un lado, los concesionarios no están logrando dar salida a la producción enviada por los fabricantes, lo que está generando un 'stock' de vehículos sin vender. Y por otro, las fábricas se enfrentan a la escasez de componentes por la falta de suministros desde Asia. "Esto provoca que, en muchas ocasiones, un cliente está interesado en comprar determinado modelo pero el concesionario no se lo puede vender porque el fabricante no tiene completado el montaje por la carencia de esas piezas", subraya.

Efectos de la pandemia

El economista destaca también como ha influido la pandemia en el estancamiento del mercado del automóvil. Con la inseguridad dominando todo el panorama financiero, tanto a nivel macroeconómico como en su vertiente familiar, los hogares han apostado por la contención del gasto en los dos últimos años, a lo que hay que unir las restricciones de movilidad por la pandemia. "Mucha gente piensa: 'si no puedo moverme, no tengo necesidad de vehículo'. Esta crisis ha supuesto la negación del consumo y ha favorecido al ahorro. El conductor que quiere reemplazar su coche está demorando la decisión ante la falta de confianza", indica Fernández Gamboa, que apunta otro factor: la falta de renovación del parque móvil. "Personas con 70 años o pertenecientes a la generación del 'baby-boom' no van a comprarse un coche nuevo, y no se está dando una tasa de reposición entre los jóvenes", lo que daña a las ventas.

La recuperación dependerá, resalta, de que no haya una nueva ola de contagios. Eso favorecerá la movilidad, el turismo y que el ahorro acumulado empiece a fluir en el circuito económico.