- La semana del congreso pasa factura y el viernes ya aflora el cansancio. Hablar ante más de 1.300 personas en el Palacio de Congresos Euskalduna impone y mucho. "Me costó dormir, es nuestra cita más importante", confiesa Mitxel Lakun-tza, que dirigirá el sindicato durante los próximos cuatro años sin oposición interna y por una línea ya conocida, que practica la confrontación sin complejos allí donde lo entiende oportuno. Con una ejecutiva joven y por primera vez paritaria, el sindicato y su secretario general, que llegó al puesto el 5 de abril de 2019, dicen tener clara la prioridad para los próximos cuatro años: combatir una precariedad al alza, que golpea más a las mujeres y a los jóvenes y que amenaza con agravar la desigualdad. "Es un fenómeno creciente -dice- que solo retrocede cuando lo paramos".

Más de 100.000 afiliados que pagan una cuota de 22 euros al mes sostienen ELA, que mantiene una representación superior al 40% en la Comunidad Autónoma Vasca y próxima al 23% en Navarra, muy cerca de CCOO y UGT. Es, por tanto, ampliamente mayoritario en el cómputo global de las dos comunidades. Junto a ello sus posiciones sobre fiscalizad y sobre todo su capacidad de influencia y movilizadora, demostrada en largos conflictos como el de las residencias de Gipuzkoa o el de Tubacex, que se saldó con 129 readmisiones, lo han convertido en la voz más crítica desde la izquierda contra las políticas del PNV en la CAV. Pero también contra los presupuestos pactados en Navarra entre las fuerzas del Gobierno y EH Bildu.

Lakuntza, pese que la pandemia introdujo un paréntesis en muchas realidades, hace un balance positivo de la labor del sindicato: "En la CAV la cobertura de los convenios ha subido de 20 puntos, con el del metal de Bizkaia, de Gipuzkoa, el de la construcción... Son convenios que hemos recuperado como queríamos recuperarlos. A pesar de que la ley cambió, se ha logrado mejorarlos".

Anunció en el Congreso un 2022 con numerosos conflictos laborales en la calle. ¿Por qué?

-Por datos objetivos. Hay convenios muy importantes que van a vencer y no vemos cambio alguno en la patronal. Y tenemos además el asunto del IPC, porque va a haber una campaña contra los salarios y nosotros vamos a pedir que se defienda lo que está firmado. Nosotros siempre hemos apostado por el IPC histórico y ahora, que se cumpla lo que está firmado. Ha sido una marca histórica del sindicato y lo vamos a defender. Aquí los salarios no son un problema, sobre todo porque venimos desde donde venimos, de una crisis como la de 2008.

¿Incluida la huelga general?

-Las huelgas son la herramienta más potente que tiene el sindicato y venimos de una huelga el 30 de enero de 2020 que no pudimos gestionar debido a la pandemia. A ella habíamos llegado tras una dinámica de movilizaciones fuerte (pensionistas, feministas), muy importante con un incremento del 800% en el número de huelguistas. Ahora nosotros tenemos dos preocupaciones, qué pasa con las pensiones y qué pasa con la reforma laboral. Estamos muy preocupados con cómo puede acabar esto y a partir de ahí siempre tenemos presente la posibilidad de convocar una huelga general. Si alguien nos conoce ya sabe que no renunciamos a ello, pero tiene que servir para condicionar. Y eso lo hemos verbalizado con el No nos vendáis en Madrid.

Ya han dejado claro que el acuerdo de las pensiones es insuficiente...

-Está claro que con el incremento en las cotizaciones no va a bastar. Y, ojo, porque en el acuerdo con UGT y CCOO se incluye el MEI, el Mecanismo de Equidad Intergeneracional. Nosotros hemos aprobado una resolución con este asunto: hay que abrir el melón de pagar las pensiones vía presupuestos, con impuestos. Confiar solo en las cotizaciones abre la vía a los recortes. Veremos qué pasa en la votación, pero en comisión esta propuesta tuvo el voto favorable del PNV y la abstención de EH Bildu.

¿Qué expectativas tienen con la reforma laboral?

-PSOE y Podemos acudieron a las elecciones diciendo que iban a derogar la reforma laboral y ahora ya solo se habla de modernizar y actualizar. Es decir, no se van a tocar las indemnizaciones por despido y tampoco parece que esté sobre la mesa la autorización administrativa a los ERE y su causalidad. Nosotros, además, reclamamos un regreso no a 2011, sino al menos a 2010, cuando se reforma la negociación colectiva y UGT y CCOO se reservan determinadas materias para negociarlas en Madrid.

Al mismo tiempo que se anunciaba la derogación parece ser con Europa se cambiaba otra cosa, a cambio de los fondos europeos...

-La realidad es que aquí teóricamente había una mayoría para derogarla. Y eso no se lleva a cabo. Así que lo llevan al diálogo social, metiendo a la patronal. Y es imposible derogar la reforma laboral con la patronal en la mesa, para qué lo va a hacer si tiene todas las cartas en su mano. Es una ficción. Van a tocar determinados aspectos y van a vender que la han derogado.

¿En qué aspectos?

-Puede que haya avances en la ultraactividad, pero ¿qué pasa con los ERE? Los van a seguir haciendo empresas con beneficios? Y ahí la resistencia sindical es la última frontera. Es una de las conclusiones que sacamos en uno de los últimos informes de negociación colectiva, aquí muchas empresas no han podido hacer lo que querían. Porque se han encontrado con una resistencia sindical que en otros sitios no tienen. En Madrid o en Catalunya las empresas hacen lo que les da la gana.

La reforma de 2012 consagra la prevalencia del convenio de empresa y se permite así rebajar condiciones. ¿Ha firmado ELA convenios por debajo del sectorial?

-No no, que no firmamos. Somos muy exigentes en la negociación colectiva y eso supone una línea roja.

¿Qué piden en este ámbito a los partidos con representación en Madrid?

-La estatalización de la negociación colectiva viene de lejos. Ya hubo un intento en 1993 por parte del Gobierno de Felipe González. Y ahí el PNV jugó un papel importante para evitarlo. Nosotros lo reconocimos públicamente. Ahora le pedimos que haga lo mismo, que no apruebe ninguna reforma que no garantice la prevalencia de los convenios vascos.

¿Confía en ello?

-Bueno... Nosotros ya hemos dado pruebas públicas de la involución del PNV, pero creo que tendría problemas para explicar que se firma una reforma que da prevalencia a los convenios que se firman en Madrid respecto a los vascos. Es muy difícil de explicar.

Son el sindicato con mayor representación, con amplia distancia sobre el resto. Sin embargo, su relación con las instituciones, sobre todo con el Gobierno Vasco es mala o inexistente.

-Hay muchas diferencias de fondo con ellos y con las diputaciones. La posición del Gobierno Vasco es muy pro patronal y en los conflictos el lehendakari aparece en una posición de parte y sin ningún tipo de complejo, culpabilizando siempre a la parte social. El problema es que al PNV le gustaría un modelo de relaciones laborales como el español. Con UGT y CCOO, que suman el 28% de representación, y en el que simplemente se hacen una foto. Un modelo que no se opusiera a los ERE, como sucedió en el caso de Tubacex, y que les puso tan nerviosos. Hablan de seguridad jurídica, pero realmente buscan impunidad jurídica. Y nos comparaban con ETA o con la mafia siciliana, porque le decíamos a la empresa que retirase el recurso contra la sentencia que obligaba a readmitir a 129 trabajadores. Y pasan cosas como esa, que 129 que habían sido despedidos pues han terminado por ser readmitidos. A ellos les preocupa la referencia que eso irradia, que visibilicemos que algunas cosas se pueden hacer, si te organizas. Cada victoria de esas tiene un valor tremendo.

ELA ha reforzado su apuesta por la creación de una república vasca. ¿En qué cree que esto beneficiaría a los trabajadores de la CAV y Navarra?

-En muchas cosas. Parte de nuestro proyecto político tiene que ver con cómo se generan mayorías sociales para conseguir las cosas y creo que nosotros estaríamos en una disposición mejor para lograr determinados objetivos, porque la activación social que se vive aquí es grande. Hablamos, por ejemplo, de una sociedad feminista, con un mejor reparto de la riqueza o en la que los sectores estratégicos estén en manos públicas. Vivir en un sitio donde no haya un rey ya es un paso. Para nosotros una república tiene que tener los valores que se le presuponen, desde el punto de vista de la participación social, del papel que se deja jugar a las elites económicas y patronales. Creemos en instituciones más cercanas y que defiendan de verdad la igualdad entre mujeres y hombres.

Aunque la propuesta no es nueva, sorprende quizá el momento. Las encuestas dicen que el apoyo a la independencia en Euskadi es el más bajo de los últimos tiempos. ¿No es ir a contracorriente de la propia sociedad?

-No es a contracorriente de la sociedad, sino de algunos estados de opinión que se quieren generar. Y la estrategia del PNV en este caso es dormir al país. Y eso tiene un efecto. Pero que no nos pidan ser parte de eso, nosotros lo vamos a combatir. Por eso creemos que la confrontación tiene un valor, porque te lleva a politizar. Y politizar significa también tomar conciencia y activarse en pro de un proyecto político.

¿Incluso a través de la unilateralidad?

-Nos acusan de apostar por la unilateralidad, pero quien apuesta por la unilateralidad es el estado. Vivimos en una ficción alimentada por el lehendakari, que dice que hay bilateralidad. Pero si llega una pandemia y se establece un mando único, si tienes una normativa social y laboral decidida desde Madrid, si ni siquiera puedes decidir el número de médicos y enfermeros, ¿qué autogobierno hay aquí? Hay una erosión permanente del autogobierno, que hasta el PNV reconoce. Pero han conseguido, desde una gestión muy hábil de la propaganda, que cada pieza pequeña del estatuto que se va logrando tenga un valor mediático muy grande.

No parece que la experiencia de unilateralidad haya funcionado demasiado bien en Catalunya. Hoy el independentismo parece en retirada y más dividido.

- Son realidades diferentes y desde luego nos gustaría que se hiciera a la escocesa o como en Quebec. Por eso creemos que la unilateralidad está en la parte del estado. En cualquier caso somos conscientes de que el independentismo en este país no es mayoritario y que el proceso va a ser largo, pero también que hay un poder social y sindical que puede jugar un papel. Apostamos por construir mayorías desde un principio democrático y que Navarra sea lo que los navarros y navarras quieran, algo que UPN no se atreve a afirmar.

Con su demografía, ¿cómo pagaría una república vasca sus pensiones? Hoy las cotizaciones apenas suponen el 60%.

-Ese es un debate que existe si solo cuentas con las cotizaciones. Hay riqueza de donde obtener recursos y desde luego la emigración jugará un papel importante.